En el secundario escuchó hablar a Bernhard Schlink y quedó fascinada con su idioma, fue entonces que sus padres decidieron regalarle un curso de alemán para su cumpleaños y su vida cambió para siempre
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La tierra que nos vio nacer y crecer suele ser ese lugar en el mundo donde nos sentimos en casa y sin embargo, a veces, nuestra mirada se cruza con otro rincón del planeta y aquella sensación de pertenencia exclusiva ingresa en el terreno de las dudas. ¿Somos acaso de un solo lugar? Esta es la historia de Clara Patricia Marshall, una mujer argentina que no tenía ningún vínculo con Alemania, y sin embargo, una serie de eventos peculiares la atrajeron al suelo germano, donde descubrió que allí podía respirar pertenencia.
Como si estuviera predestinado, fue en Berlín que Clara halló su segundo hogar. Entre lo antiguo y lo moderno, allí reconoció una libertad hasta entonces desconocida, donde cada habitante podía ser como quisiera ser, sin juicios de ningún tipo: “Podés ponerte la ropa que quieras, podés tener la opinión que quieras, podés ponerte a bailar en una estación de subte, podés vestirte con la mejor ropa para ir a la filarmónica, y podés ir en pijama al café de la esquina a desayunar: la libertad y la diversidad realmente se vive en las calles”, describe hoy, al rememorar su historia.
¿Cómo llegó una chica de Almagro a Berlín? Se trató de una combinación de factores, pero uno, para muchos, es un tanto extraño: mientras cursaba el secundario, Clara escuchó a una personalidad muy especial hablar alemán y concluyó que se había enamorado del idioma.
Latín, Bernhard Schlink y una promesa: “El alemán tiene una sensibilidad única que muchas veces es incomprendida”
Desde chica, la vida parecía querer despedir a Clara de Buenos Aires para llevarla a Berlín, aunque por entonces ella no lo supiera. Siempre le habían gustado los idiomas y aquel fue el primer eslabón, no de la mano del alemán, sino del latín, un idioma que tuvo que estudiar durante cuatro años en el secundario. ¿Para qué sirve una lengua muerta?, querían saber los estudiantes. Entonces sus docentes les explicaban que les formaba la mente, les estructuraba el lenguaje y les facilitaba el aprendizaje de otros idiomas, como el alemán.
Por aquellos tiempos, la mención del idioma volvió a entrar en escena cuando su madre anunció que había obtenido una beca para estudiar en Alemania. Se trataba del primer viaje de su mamá a Europa y Clara, colmada de orgullo, escuchó con interés acerca del destino. Y entonces, entre el latín y la beca, hubo un tercer evento que terminó de acaparar su atención.
“En una clase de literatura en el colegio leímos `El lector´ de Bernhard Schlink, cuya historia me atrapó y a la vez, justo ese año en la feria del libro, él vino a presentarlo y nuestra profesora de literatura nos envió a escucharlo en su conferencia. Fue la primera vez que oí el alemán -era con intérprete en vivo- y me fascinó cómo sonaba el idioma”.
Tras la conferencia, Clara se acercó al autor, obtuvo su firma en la obra que hasta hoy atesora, y le anunció que iba a aprender alemán. Fue al año siguiente, que el regalo de Clara de cumpleaños fue un curso de alemán, un suceso que le abrió la puerta a un nuevo mundo: “Me enamoró el idioma, los sonidos, la estructura, las palabras, la creatividad dentro de la lógica. El alemán es un idioma que puede sonar duro para quien lo escucha, pero tiene una sensibilidad única que muchas veces es incomprendida”.
Olor a Berlín, cincuenta rechazos y un hogar para empezar de nuevo
Clara jamás olvidará el registro olfativo que le quedó grabado cuando pisó Berlín por primera vez. Para entonces, ya se había recibido como licenciada en Química y en 2013 había obtenido una beca DAAD para un curso de alemán por seis semanas en Colonia. Había recorrido varias ciudades y percibido un futuro posible en aquel país, pero fue en la capital alemana donde su alma quedó impregnada de un cierto olor especial a aceite proveniente de las estaciones de subterráneo: “Un olor que tenía algo de nostalgia, algo de la posibilidad de empezar de cero, algo de gris, y de que donde sea que estés, hay una historia pasada, pero que no te impide reconvertirte y crecer. Me sorprendí de lo grande que es la ciudad en superficie, y de cómo las cicatrices de la historia están en cada edificio, cada parque”, recuerda.
Ya de regreso en la Argentina decidió que quería hacer un doctorado, una odisea compleja donde perdió la cuenta de sus postulaciones a destinos que no le atraían y recibió más de cincuenta rechazos. Pero la vida, como siempre, parecía querer empujarla a Alemania y hacia allá fue cuando, casi rendida, voló a una entrevista en Berlín, invitada por la Universidad Humboldt.
Clara jamás olvidará el día en que el profesor supervisor confirmó que el puesto era suyo. Su alegría se combinó con una serenidad inesperada, como si siempre lo hubiera sabido: Alemania era su destino, pero mejor aún, Berlín, su nuevo hogar para empezar otro capítulo de su vida.
Verde, identidad de barrio y desprolijidades inesperadas: “No parece la Alemania que nos queda del inconsciente colectivo”
Clara se enamoró pronto de la ciudad libre de juicios, tolerante, multicultural. Berlín pronto la impactó asimismo con nuevas cualidades, como su estrecha conexión con la naturaleza, donde le bastaba caminar unos minutos para perderse en un paseo por el bosque, relajarse a la vera de un río, nadar en un lago o navegar en algún barco alquilado.
En Berlín, la mujer argentina también halló a una urbe en constante cambio y transformación. Allí donde había visto un restaurante de moda, ahora se lucía un puesto de falafel, aunque sabía que años más tarde podría ser reemplazado por un jardín de infantes.
“Todo acá está en constante cambio y a la vez no, porque la historia es algo que está muy presente en Berlín: donde vayas y veas un parque sin entender por qué separa edificios de departamentos, es porque quizás ahí pasaba el muro. Donde ves que hay tranvías y menos buses, es porque estás del lado oriental, donde ves más opulencia y lujo, es porque posiblemente estás del lado occidental. Donde ves un edificio y te parece antiguo, quizás fue completamente destruido en la guerra y reconstruido a propósito para que parezca viejo. Es como que toda la ciudad te invita siempre a repensar en su historia, y sobre todo en la que más presente aún está por las generaciones actuales, que es en la reunificación alemana”, observa Clara.
“Y Berlín es una ciudad grande, pero cada barrio es una ciudad en sí. Por mi parte vivo en un barrio del sudeste de la ciudad, es muy linda esa sensación de pertenencia que se genera, una identidad propia del barrio. Conozco a la mayoría de mis vecinos, nos hacemos pequeños regalos en las fiestas, si necesito ayuda con algo de refacciones están ahí, o si una vecina mayor necesita ayuda con sus compras me ofrezco, es como que la idea de comunidad está muy instalada y nos ayudamos entre todos, y probablemente venga de esa sensación identitaria con el barrio”.
“Otra de las costumbres que me encantan de Berlín es que la ciudad siempre se sorprende a sí misma, y no parece la Alemania que nos queda del inconsciente colectivo. El transporte público se atrasa o se cancela sin aviso a veces, el nuevo aeropuerto tardaron una eternidad en construirlo y fue un escándalo de mala administración, conseguir turnos en el municipio para un trámite a veces solo es posible por fax, etc. Los berlineses tienen algo muy especial, el Berliner Schnauze, que es una actitud y forma a veces muy cruda de ver la realidad (y para algunos alemanes con un poco de malhumor), pero que tiene un gran porcentaje de sarcasmo e ironía, que hay que comprender para terminar de entender a la ciudad y todos los traumas que ha vivido”.
“Y mi experiencia es que en Alemania completa todo se hace con mucha intensidad. Si hay una fiesta, se festeja hasta la tarde del domingo sin parar. Si hay que ayudar con alguna acción solidaria, todos salen a hacer donaciones. Si son fanáticos de un club de fútbol, siguen a su equipo en todos los partidos. Si hay que trabajar, se concentran y lo dan todo, siempre buscando la perfección, y eso los hace también aparecer como muy quejosos a veces, porque se ponen unos estándares muy altos y son exigentes, con ellos mismos pero también con la sociedad, con el Estado, con sus políticos y el uso de sus impuestos”.
Cien currículums para reafirmar a Berlín y el valor de la amistad: “Un amigo alemán te va a bancar en todo”
El camino profesional de Clara en Berlín estuvo colmado de desafíos, aunque con grandes ventajas en comparación con Argentina. En Alemania halló menos barreras entre la academia y la industria, lo que le permitió transitar cambios con fluidez y realizar colaboraciones entre los ámbitos, con programas de incubadoras, redes de networking para estudiantes, doctorados, postdoctorados y tanto más.
Aun así, Clara tuvo que atravesar las dificultades de una estructura jerárquica y poco clara en relación al sistema académico-científico, difícil de romper para un extranjero con intenciones de ingresar al sistema.
Hacia el final de su doctorado, ella supo que debía despedirse de Berlín, ya que era improbable adquirir un puesto de trabajo en su especialización en la misma ciudad. Envió decenas de currículums a diversas ciudades de Alemania poseída por la tristeza, aunque dispuesta a volver a empezar en otro destino.
Sin embargo, cuando estaba por pisar la postulación número cien, Berlín volvió a abrazarla para ratificarle que era su lugar en el mundo: “Quedé en un puesto en la Sociedad Max Planck en un instituto en Berlín, y fue como que el destino me dio una señal que efectivamente tenía que quedarme en esta ciudad”, dice emocionada. “Después de tres años ahí, donde trabajé sobre métodos de síntesis de catalizadores para transporte de energías renovables, decidí dar el salto al mundo privado, y conseguí un puesto en una empresa acá en Berlín, Integrated Lab Solutions”, continúa Clara, quien allí trabaja en el diseño y la construcción de plantas piloto para la industria química y petroquímica para testeo de catalizadores, reciclaje de plástico, entre otras aplicaciones: “Si bien es un desafío trabajar en alemán y cada día es un aprendizaje nuevo, siento que estoy en el lugar donde el destino me llevó y tenía que estar, y espero con ansias lo que me tenga preparado en el futuro”.
“En cuanto a las amistades, tengo amigos de todos lados del mundo. En el doctorado se forman vínculos muy fuertes, pues pasás mucho tiempo en la facultad haciendo experimentos, y compartís las frustraciones y alegrías propias del oficio de la ciencia durante cuatro años al menos. En particular los alemanes al principio parecen muy directos y no encajan en lo que como argentinos llamaríamos `amables´, pero es porque eligen sus amistades y vínculos con mucha dedicación. Una vez que pasás la etapa de conocerse, un amigo alemán te va a bancar en todo, te va a ayudar en lo que necesites, y también te va a decir la verdad más cruda porque confía en vos. Son muy leales y esperan lo mismo de uno, nunca te van a defraudar pero esperan que uno mantenga su palabra. Por ejemplo, para mí, la famosa puntualidad alemana nace de eso, llegar a tiempo para ellos implica que respetan tu tiempo y vos el suyo, mutuamente”.
Integrar los dos mundos: “Si me pongo a pensar en mi bisabuelo que llegó a Argentina desde Galicia con una valija…”
Tal vez fue culpa de sus docentes de latín, tal vez fue la determinación de su madre de aventurarse a Alemania en instancias donde otros ya renuncian a ciertos sueños, o quién sabe, tal vez fue culpa de Bernhard Schlink y su llamativo alemán, que Clara ya no vive en Argentina. El país germano la persiguió su vida entera, el idioma la encandiló y Berlín la terminó de conquistar hasta transformarse en su segundo hogar, en disputa por el primer puesto con su querida patria y su tierra bonaerense.
Argentina, sin embargo, nunca quedó lejos. Allá, por el 2015, dos excompañeros de facultad de Clara también eligieron Berlín como destino. Un par de años más tarde lo hizo otra mujer, que apenas sí conocía en Argentina, pero que en Alemania se transformó en una gran amiga, quien junto su marido también recibió en la ciudad a otro matrimonio argentino amigo: “Se armó un grupo hermoso entre todos, donde pasamos las fiestas juntos, nos juntamos a comer milanesas y empanadas cuando nos da melancolía, miramos tele argentina juntos. Para mí ellos son mi familia en Berlín, como si fueran mis hermanos y primos de este lado del océano. Creo que el duelo migratorio es algo muy intenso que se vive, hay que reacomodar muchas emociones, empezar de cero, y compartirlo entre todos es para nosotros de gran ayuda”.
“Y en el camino, regresar a la Argentina siempre es muy hermoso porque uno se reencuentra con la familia, el barrio, los amigos. Siempre me impacta cuan inquietos somos los porteños, nunca nos quedamos quietos, armamos planes, organizamos reuniones, vamos de acá para allá. Para mí regresar siempre es en un contexto de alegría pues es eso, es reencuentro, y vivir esos momentos, que al ser menos frecuentes, se tornan más intensos”, continúa conmovida.
“Con cada problema, cada conflicto, cada frustración, cada desafío, siento que voy creciendo y me ayuda a poner en perspectiva mi propia identidad, que la voy construyendo de a poco con contribuciones de diferentes culturas y de los vínculos que voy generando estando acá. Estar en Alemania para mí es como estar en mi segundo hogar, y gracias a la tecnología puedo integrar los dos mundos. Hoy llego a mi casa del trabajo y puedo escuchar un streaming de Argentina mientras chateo con mi hermano sobre las noticias del país, para después llamar a mis padres y comentar sobre el último programa de tele que vimos juntos. Si me pongo a pensar en mi bisabuelo que llegó a Argentina desde Galicia con una valija, habiéndose subido a un barco sin saber si iba a volver a ver a su familia, armado con sus cuadernos donde escribía sus impresiones, hoy en día realmente la tecnología nos ha dado una herramienta de lujo para conllevar el duelo migratorio”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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