En Zapatos en la heladera, el guionista y dibujante Tomás Sanz muestra trabajos inéditos y obras publicadas en las revistas Humor y Satiricón
"Es la primera muestra que hago. Y no sé si la última", dice con una sonrisa y voz gruesa, a sus 77 años, el gran Tomás Sanz. "A lo mejor, viendo acá todo junto siento que ya está, esto es lo que hice, estoy satisfecho. Ya no dibujo todos los días. Pero quién sabe, si logro juntar más cosas". Juntar más y más cosas sobre el escritorio ha sido la costumbre de este célebre dibujante y guionista, una de las firmas emblemáticas de las revistas Satiricón, El ratón de Occidente y Humor desde sus orígenes, junto con un grupo de amigos históricos que le insistieron en que se animara a mostrar tanto papel guardado en los cajones. De esa recopilación de medio siglo de laburo silencioso surge Zapatos en la heladera.
"En la muestra hay mucho de lo publicado en las revistas de las que formé parte, pero mucho más de lo guardado y nunca mostrado, cosas que tienen el desorden y el encanto del ensayo y error, de la búsqueda personal", dice Sanz, que nunca siguió las consignas de lo conveniente. Abandonó la carrera de Ciencias Económicas, estudió en la escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, fue creativo publicitario y fundador laburante en publicaciones que nunca pasarán de moda.
"Cultor del bajo perfil. Esas dobles páginas, que al pie del título decían Humor y Ceo; Humor y Tabaré; Humor y Grondona, eran guiones suyos. Y no decía nada: ¡Todo por el equipo! Talento, entrega y humildad. Bien de arriba y bien de abajo. Marca, despeje, quite, contención, remate, cientos de asistencias de gol", escribe en el catálogo uno de sus incondicionales y el curador de la muestra, Jorge Meijide, más conocido como Meiji. Para el creador de La Clínica del Dr. Cureta, la obra ecléctica de su amigo tiene un hilo conductor: "Esos increíbles escorzos dibujados con maestría en sus desopilantes escenas costumbristas son la consecuencia de los estudios sobre modelo vivo laburados en el taller de estímulo de Bellas Artes. Y las escenografías que contienen esas escenas abrevan en cada trazo dedicado a la ilustración publicitaria".
En primer lugar, Sanz se define como dibujante, un amante de la tinta, la carbonilla, el lápiz y el modelo vivo, ese instante que hay que saber aprovechar a tiempo: "Se dice que hay que tener mano para el dibujo. Yo creo que hay que tener ojo, porque es el que descubre las formas. Hay que mirar más y dibujar menos, observar un minuto y, lanzado sobre la hoja, dibujar medio". Admirador de Luis Scafati, Carlos Nine, Crist, Izquierda Brown y otros que encuentra irrepetibles, sostiene: "El dibujo ha perdido calidad".
Pero Sanz no lamenta. Entiende que el humor gráfico esté en decadencia y que ya ningún lugar funcione como refugio o cofradía. La democracia necesita de otro tipo de guiños y las redes sociales abrieron las puertas a los chistosos amateurs con repercusión gratuita. Pero, sobre todo, Sanz no lamenta porque no hizo inversiones que rindieran a corto plazo. "Esto es irrefrenable. Es un placer que no podía ni puedo dejar de hacer. Cuando venían dibujantes jóvenes a la revista con sus bocetos, les preguntaba si eran capaces de quedarse toda una noche en la cocina, tirando líneas, probando, rompiendo, buscando. Y me respondían que hacían otras cosas, que también tenían una banda de rock. Creo que se perdió la idea de hacer algo por placer", dice Sanz, que hizo porque sí y ganó amigos con memoria.
Zapatos en la heladera (50 años de dibujos en busca de un lugar). Museo del Humor, en Av. de los Italianos 851, Costanera Sur, de lunes a viernes de 11 a 18; sábados, domingos y feriados de 10 a 19. Entrada: $10. De lunes a miércoles, acceso gratuito.
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