Cómo se gestó La Dicha en Movimiento, un disco fundamental en la historia del rock nacional, contado por el primer manager de Los Twist
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A principios de los 80 conseguí trabajo como vendedor en El Agujerito, la mejor disquería “de discos importados” de la década, en la mítica Galería Del Este. Era mi primer trabajo. Ahí me hice amigo de Hugo (el verdadero nombre de Pipo Cipolatti), con quien solía pasar tardes enteras en el local hablando de música. Lo recuerdo perfectamente, siempre vestido de traje y corbatín a la moda, con su tremendo jopo colorado y un infaltable maletín “primicia”, donde llevaba un libro que luego daría origen al nombre del primer disco de Los Twist.
En una de esas charlas interminables, en la disquería, en su casa o en mi casa, Pipo me sugirió embarcarme en el proyecto de Los Twist. Como manager, dijo. Si bien en ese entonces yo no tenía la más pálida idea de en qué consistía ser manager de una banda, decidí hacerlo. Siempre me gustaron los desafíos.
Luego de conformar la banda y de unos cuantos ensayos en la sala de ensayo, que recuerdo era en un conventillo del barrio del Abasto, gestionamos hacer cuatro shows en el Parque Genovés en la Ciudad Deportiva de Boca Juniors una especia de Italpark, pero bastante más decadente. Fueron cuatro domingos consecutivos.
Los shows fueron totalmente gratuitos. Más que recitales, deberían ser recordados como intervenciones artísticas: la banda bajaba de la Montaña Rusa o salía del Laberinto de Los Espejos y se ponía a tocar para un público que no podía creer lo que veía. La banda comenzó a hacerse de un nombre. Funcionó el “de boca en boca” y terminaron tocando para una multitud.
Mi trabajo en El Agujerito me había permitido entablar una relación de cierta empatía con Daniel Grinbank, quien era asiduo cliente de la disquería. También con Omar Chabán, quien solía venir a la galería y era uno de los dueños del lugar de moda, donde todas las bandas del momento querían tocar, un espacio conocido como Café Einstein. A los dos les empecé a hablar de Los Twist.
Daniel Melingo, por su lado, que ya era un músico consagrado como integrante de Los Abuelos de la Nada, ya le había hecho conocer temas de la banda a Charly García.
Así fue como Los Twist, una banda desconocida para el gran público, que aún no había grabado siquiera su primer disco, se convirtió en una de las preferidas por los músicos más importantes.
Finalmente, decidí pedirle una fecha a Chabán para dar a conocer a la banda en Café Einstein. Con la fecha confirmada, en julio del 83, me animé a invitar a Daniel Grinbank (productor de shows del momento y manager de Charly García) para que viniese a ver el show. Le juré y perjuré que Los Twist era lo que se venía. Le dije que Pipo y Fabi la rompían sobre un escenario, que la banda tenía un show de canciones explosivas, cargadas de humor e ironía. Fue un movimiento arriesgado, pero el tiempo demostraría que yo no mentía.
Eran los 80, la gente quería jaleo y divertirse. La dictadura estaba pasando a ser un mal recuerdo, comenzaban a soplar vientos de cambio: llegaba la democracia. Las noches de euforia parecían no tener fin. La “nocturnidad” se identificaba con lo que Los Twist que venían a proponer: total desmadre y algarabía, encubierto en buenas intenciones.
Los shows por esos días comenzaban tarde, tipo 2 de la mañana. Y las previas solían ser duras y surtidas. Antes del recital en El Café Einstein, nos reunirnos en mi primer departamento, ubicado en Callao y Tucumán. Luego nos montamos en el viejo Mercedes Benz negro de Cano y nos dirigimos al Einstein.
Paramos el auto justo enfrente y recuerdo divagamos un rato sobre si debíamos bajar a tocar o si era mejor seguir de largo… Todo estaba a oscuras y parecía no haber nadie. Luego comprobaríamos que también estábamos muy pero muy equivocados. El local estaba lleno de fans y también nos esperaba la plana mayor del rock nacional: managers, directivos de compañías discográficas y músicos famosos como Charly García. Todos con gran expectativa para escuchar a la banda.
Los Twist tocaron muy bien. Habían ensayado mucho. Las guitarras de Pipo y Melingo conformaban un tándem demoledor. El Rickenbaker de Cano era una pared. Polo azotaba la batería y la coloratura de las tres voces sorprendía. Fabi no solo cantaba bien, sino que también era una bomba sexy. El Gonzo era, por lejos, el mejor saxofonista del rock argentino.
La noche terminó con Charly García (a.k.a.“El Artista”) pidiéndole a Daniel Grinbank, casi de rodillas, que firmase a la banda para su sello. Le decía que él personalmente produciría su primer disco. El lunes siguiente recuerdo haber tenido una rápida reunión con Grinbank y Charly para hablar de contrato.
29 horas y media
En el Café Einstein, luego de aquél show que marcó un punto de inflexión en la historia de Los Twist, Charly García le dijo a Pipo que el viernes siguiente, esa misma semana, iban a entrar a grabar en los Estudios Panda, donde él tenía algunas horas “a favor”. Un detalle: Panda era, en ese momento, la meca para cualquier banda.
Un fin de semana de julio, los Twist entraron a Panda para grabar su primer disco, junto a Charly García y el ingeniero de sonido de más prestigio en aquél tiempo, Amílcar Gilabert, un capo en lo suyo, un tipo con un humor entrañable, que contaba con la total confianza de El Artista.
Por esos días, las grabaciones en Panda se dividían en tres turnos de 7 horas: de 9 a 16, de 16 a 23 y el preferido de muchos músicos (para otros conocido como el “turno del horror”), de 23 a 6 de la mañana.
El Artista eligió su turno predilecto. En ese horario el estudio pasaba a ser su reino. Acordó con Amílcar que grabarían de un modo inédito hasta ese momento: Los Twist tocarían un tema tras otro, en vivo, y utilizarían casi siempre las primeras tomas. Grabaron todo de corrido. Primero las bases, luego las voces y agregados… Fue una maratón “non-stop” dirigida por la batuta de Charly, que era consciente de que si bien los Twist eran muy jóvenes, tocaban bárbaro y tenían un swing superlativo. Hoy es bien sabido que el disco que más copias vendería en la historia del rock hasta ese momento se grabó en apenas 29 horas y media. En ese lapso, los músicos no vieron la luz del día y no salieron del estudio.
Cuando se editó el disco, decidimos escribir en tapa, dentro de un círculo que imitaba ser un sticker, una leyenda que notificaba que todos los temas habían sido grabados en ese sorprendente lapso de tiempo.
Como dato de color recuerdo que la discográfica me dio un dinero, en concepto de “viáticos”, para la comida de los músicos. Antes de la medianoche fui hasta el buffet del Club Mitre, cerca de Panda, y compré un par de tostados para Fabi Cantilo. El resto lo gasté en 3 botellas de whisky Criadores, el favorito de Charly en esa época, y una infinidad de botellas de cerveza.
El 17 de octubre de 1983, La Dicha en Movimiento llegó a las bateas. De inmediato, se ubicó en el primer puesto de todos los rankings nacionales, donde se mantuvo durante meses. Pero en el ranking de Musimundo, la mayor cadena de disquerías que había en el país, no llegó a la cima: se quedó en el segundo lugar, detrás de “nada más y nada menos” que Michel Jackson, que sacudió al mundo con el disco Thriller.
La Dicha en Movimiento fue Disco de Oro, Platino… y, hasta donde recuerdo, llegó a vender más de 120.000 discos, una barbaridad para la época. Seguramente vendió mucho más. Yo, como manager, nunca recibí un mango por esto.
La magnifica tapa amarilla fue realizada por el gran diseñador gráfico Nebur. En la contratapa, con Pipo decidimos imprimir un texto que apareció firmado por mí pero que, realmente, lo habíamos escrito ambos. La idea iba en sintonía con una costumbre de aquél tiempo, donde el manager contaba algo sobre la banda en el reverso del disco.
Nos potenciábamos mucho con Pipo delirando cosas como ésta en esas épocas. Los dos dibujábamos muy bien. Los primeros afichitos, a los que hoy llamarían flyers, los diseñamos juntos. Hacíamos cantidad de fotocopias y los pegábamos por los barrios y en los subtes. Éramos todos muy jóvenes y no teníamos consciencia del fenómeno cultural que La Dicha en Movimiento terminaría representando.
El libro que siempre llevaba Pipo en su maletín era el manual de toxicología de la Policía Federal Argentina, fuerza a la que pertenecía su padre, y tenía una curiosa definición de cocaína: “Raviol. La dicha en movimiento”, decía. De surgió el nombre del disco.
Pero regresemos en el tiempo, a la grabación del disco. A punto de cumplir 40 años, La Dicha en Movimiento parece una obra inconcebible y maravillosa a la vez: es muy difícil de explicar cómo, en apenas poco más de 29 horas y media, se gestó un disco perfecto y muy combativo al mismo tiempo.
Muchos de los que deliraban bailando frenéticamente “La Dicha” en las fiestas quizá no lo advirtieron, pero toda esa alegría fiestera, encerrada un doble mensaje. Al igual que muchas letras de Charly García, La Dicha en Movimiento decía cosas que otros no se atrevían. Las canciones tenían una agudeza tal que, hasta quienes eran criticados en sus letras, conscientes o no, terminarían aceptándolo con alegría.
Un claro ejemplo es Pensé que se trataba de cieguitos. El tema en varias ocasiones sonó como la canción de cierre de la Cena Anual de la Policía Federal. Recuerdo que los policías nos pagaban una fortuna para tener a Los Twist tocando en su fiesta. Imagínense a más de 3000 uniformados bailando un tema que, justamente, no los dejaba muy bien parados…
El disco y la banda celebraban la democracia y no se callaban nada. La pluma de Pipo y Dany (por Melingo) era mortal, afilada como una navaja. Charly gozaba con eso y supo darle un sonido poderoso pero crudo, aunque perfecto. Un “gordor sonidístico”, como lo definió Mario Breuer.
Muchos años después, mi melomanía me llevaría a comparar (y me hago cargo de esto que escribo y digo) La Dicha en Movimiento con Never Mind de Bollocks, de los Sex Pistols. Creo que, salvando las distancias, el disco de Pipo & Cía. fue tan grande como el de la banda emblemática del punk.
Son esos discos que en un principio pueden parecer desprolijos, pero que el tiempo termina demostrando que el sonido obtenido, la interpretación y las letras son perfectas.
Como melómano, insisto, una discoteca no puede considerarse completa si el sector de rock nacional no incluye la discografía de Los Twist. Al menos sus dos primeros discos: La Dicha en Movimiento y Cachetazo al Vicio.
Podría contar mil anécdotas de una banda de la que amé ser parte como manager. Pero en esta ocasión, escribí estas líneas solo para contar aquél show memorable y la grabación del disco fundacional de la banda, para celebrar así los 40 años de Los Twist.
Fabián Couto.
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