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El 2023 empezó con Francisco (35) y Rosario (38) solteros y tranquilos. Francisco venía de una relación de cuatro años que no había sido del todo sana. Por su parte Rosario venía de distintas relaciones que se dio cuenta que no eran relaciones de pareja, “yo siempre tuve mucho el rol de protectora, de superhéroe, me vinculaba por ese lado y llegó un punto que dije basta y empecé a trabajar más en mí misma”, cuenta Rosario. Fue así que con ayuda terapéutica empezó a descubrir cual era su patrón, la causa y decidió romperlo. Descubrió, con mucho dolor, que la causa de ese rol era la muerte de quien fue en algún momento su novio, “como no lo pude salvar a él entonces trataba de salvar a cualquier otro. En cuanto descubrí ese patrón lo pude romper instantáneamente. Había dedicado mucho tiempo a sanar mi historia, mi corazón, había hecho mucho trabajo personal y ver qué quería realmente en un hombre. Así me fui a un crucero”, se sincera Rosario.
“Miramos a nuestro alrededor y vimos que la gente tenía 65 años, ¿qué hacemos acá?”
Eran dos vidas paralelas que poca idea tenían de que iban a cruzarse, pero cupido los miraba desde lejos y tenía todo planeado.
El 15 de enero de 2023 embarcó en el Puerto de Buenos Aires un crucero de dos semanas rumbo a la Antártida e Islas Malvinas con algunas paradas en el medio. Rosario fue en plan familiar: junto a sus padres y dos hermanos. Se había dado cuenta de que ya estaba con ganas de abrir de nuevo su corazón y por eso antes de embarcar le contó a otra hermana que en febrero volvería a activar las aplicaciones de citas de su celular. El crucero no contaba como opción para conocer a alguien.
Francisco pensaba destinar sus ahorros a refaccionar su departamento, pero, jugando al tenis con Juan, su mejor amigo, hablaron del crucero, vieron que había una promoción que vencía en dos días y sacaron sus pasajes. “Esa cuenta regresiva era puro humo porque la oferta siguió vigente hasta diez minutos antes de que saliera el barco, pero sirvió porque nos apuró a tomar la decisión. El día de embarcar con Juan mirábamos a nuestro alrededor y nos queríamos morir porque descubrimos que el promedio de edad era, sin exagerar, de 65 años”, recuerda risueño Francisco. “¿Qué hacemos acá arriba? Menos mal que tenemos barra libre, vamos a dedicarnos a probar todos los tragos”, dijeron.
Con el atardecer y la vista a la ciudad de Buenos Aires, el momento estaba perfecto para una foto. Juan y Francisco no fueron los únicos que pensaron lo mismo, a Rosario le pareció un buen momento para capturar una imagen familiar y despedir en el chat al resto de la familia. Pero había dos chicas extranjeras que no tenían ninguna intención de moverse hacia un costado para dejar que la familia pudiera sacarse una foto, Francisco se percató de esta escena y, en el idioma que pudo, les pidió a las chicas que se corrieran y ofreció ser el fotógrafo.
“Yo ahí lo fiché, recuerdo que me atrajo y que después me quedé mirándolo”, confiesa Rosario. “Yo dije por acá puedo avanzar, soy tremendamente tímido, pero al menos lo pensé”, confiesa Francisco.
Cupido tiró su primera flecha, ahora dependía de ellos.
Primero match, después la cita
Los primeros días los dos estaban atentos con la mirada a si se cruzaban. Una noche sucedió y Rosario le dijo “Mi fotógrafo favorito”, pero Francisco tardó en reaccionar. En la fiesta que se organizaba cada noche se volvieron a encontrar, Rosario iba a la pista con la esperanza de que la sacara a bailar, pero a Francisco no le quedaba en claro si quienes la acompañaban eran hermanos, novio o amigos, no se quería arriesgar, ya lo habían hecho con Juan con otras dos chicas que les presentaron y resultaron que estaban acompañadas por sus parejas.
Cruzarse tampoco era sencillo, el inconveniente es que Rosario se anotaba en todas las actividades diarias que ofrecía el crucero: taller de origami, juegos, collage, mientras que Francisco y Juan caminaban por la pista de atletismo o iban al bar de deportes a ver el Australia Open.
Llegó la parada de Puerto Madryn. Cada uno bajó por su cuenta y paseó por la ciudad. Al subir al barco Rosario aprovechó que estaban en suelo Argentino para conectar su aplicación de citas y ver quien estaba en el barco, “interiormente estaba viendo si estaba él, quería saber su nombre. Lo veo y le pongo like, pensó y así hizo. Enseguida él hizo lo mismo y empezamos a chatear”, cuenta Rosario que fue quien dio el primer paso.
“Me escribió al toque, me puso algo como mi fotógrafo favorito y yo le contesté mi modelo favorita y empezamos a hablar. Ahí mismo dijimos que no tenía sentido chatear si estábamos los dos arriba del barco así que nos encontramos”, explica Francisco.
Con mucha naturalidad empezaron a conocerse y compartir el viaje. Su primera foto juntos fue haciendo ejercicio, él conoció a la familia de ella, incluso bailó con el padre antes de que se dieran su primer beso. La relación no comenzaba como tradicionalmente lo habían sido todas sus relaciones, esta era distinta pero porque también los encontraba diferentes: “Cuando nos encontramos yo estaba en un lugar muy bien conmigo misma, con mi ser, con mi historia, y era desde ese lugar, desde el compartir, no de la necesidad de estar con alguien, sino del estoy muy bien, mirá, me encontrás acá y que copado, te comparto lo bien que estoy y vos también y caminamos juntos. Yo muchas veces había escuchado esto de que las relaciones sanas son fáciles, sin complicaciones ni vueltas, y lo fue así desde el minuto uno”, asegura Rosario.
Un crucero de dos semanas que parecieron años
En dos puntos se pusieron de acuerdo: apostaban a conocerse enserio y no a un “amor de crucero”. Si después resultaba que la relación no funcionaba no pasaba nada, pero lo que ninguno de los quería era una relación superficial con fecha de vencimiento al pisar tierra firme.
Por otro lado cada uno había hecho el viaje acompañado y no iban a descuidar familia y amistades. Entonces lograron encontrar un equilibrio en el cual pasar tiempo solos para conocerse, pasar tiempo en grupo (Juan entabló relación con la familia de Rosario) y tiempo para estar cada uno con los suyos.
Los cruceros dan espacio a vivencias románticas y esta no fue la excepción: Rosario contó que se había anotado en una clase de tango y Francisco la sorprendió siendo parte de la clase, ambos coindicen en que fueron los peores alumnos. La primera cita oficial fue cenar juntos e ir al teatro que ofrece la vida a bordo, para fortuna de los enamorados esa noche el show fue un tenor. “Le dije a Rosario que nos encontrábamos en el teatro pero ella me dijo que la buscara por su camarote. Primero cenamos en un restaurante hermoso, después fuimos al teatro. Todos los shows estaban buenísimos, pero no era lo mismo los que hacían algo con boleadoras o un mago que un tenor, porque fue muy romántico”, recuerda Francisco.
Sobre el final del viaje Francisco confesó que nunca había bailado un lento, así que esa medianoche en popa, solos, pusieron música con el celular y bailaron.
La noche anterior a llegar a las Islas Malvinas, ambos pasaron la noche durmiendo en unos sillones del bar donde al día siguiente entregarían los tickets del orden para bajar, querían ser los primeros para llegar a visitar el cementerio. “Malvinas fue una experiencia muy linda y movilizadora, fue de las experiencias más fuerte que tuvimos y fue lindo compartirla. Recuerdo que esa noche nos dijimos que nos queríamos, fue muy loco porque nos conocíamos hace diez días pero fue un sentimiento honesto y de verdad”, cuenta Rosario. Es que la intensidad de la vida a bordo llevó a que en pocos días se conocieran y unieran más que con otras relaciones de varios meses.
“Siento que varios chicos me robaron parte del corazón, pero con Francisco siento que me lo agranda”
Cuando volvieron a Buenos Aires esa misma noche tuvieron su primera cita en tierra firme. Desde ahí que no se separaron. Conocieron familias y amigos; en los primeros cuatro meses, excepto diez días, se vieron todos los demás.
Para Junio ya habían hablado de la posibilidad de casarse. Francisco decidió que era momento de hacer la propuesta formal y barajó la posibilidad de alquilar un paseo privado en barco por tigre o puerto madero, los precios desorbitantes estaban por fuera de su presupuesto.
Pero él había sacado entradas para ir con su papá a la despedida de Maxi Rodríguez, por una cuestión de seguridad, que Francisco resalta que luego fracasó, quienes compraban entradas tenían que ir a Rosario a retirarlas personalmente. Encontró ahí la excusa perfecta para sorprender a Rosario y le pidió que lo acompañara.
Pasaron el día en la ciudad y de regreso frenaron en el Santuario de la Virgen de San Nicolás. Al salir Francisco la abrazó y dijo “No te traje acá solamente por la Virgencita, sino porque a mí me gustaría casarme con vos, ¿te querés casar conmigo?”. Rosario no lo dudó, se abrazaron, se dieron un beso y volvieron a entrar a pedir a la Virgen por su futura familia. Para festejar fueron a comer a una parrilla que, como era temprano, estaba vacía, “como lo hace Messi, yo cerré esta parrilla para vos”, bromeó Francisco.
“Yo siento que algunos chicos me robaron parte del corazón, pero con Francisco siento que me lo agranda. Realmente me potencia y me ayuda a crecer, a ser mejor y a amar más”, se sincera Rosario.
Empezaron el 2023 solteros, pero les duró solo quince días. Ahora planean terminar el 2023 como marido y mujer, ¿la fecha de casamiento? El 29 de diciembre. ¿La luna de miel? Un crucero, por supuesto.
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