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Fundado en 1621, la historia del convento de clausura de las monjas clarisas en Cartagena de Indias incluye ataques de piratas, luchas de poder con la Iglesia, gloria y ocaso, pero, sobre todo, magia y misterio. Su restauración en 1995 lo transformó en el icónico hotel Santa Clara, y volvió a convertirlo en el centro de la ciudad amurallada. Los invitamos a recorrerlo.
Hay personas, movimientos e instituciones que actúan con la intención de asentarse férreamente en el presente para proyectarse con fuerza hacia el futuro. Pero lo cierto es que el azar y la historia serán los que finalmente decidan con cuánto fervor quedarán fijados en el corazón de las generaciones. Las monjas clarisas que llegaron desde España para fundar un convento de clausura en el siglo XVII tenían una fe inquebrantable en su misión. Seguramente supieran que tendrían que soportar tumultuosos piratas, si hasta el famoso Francis Drake había atacado la ciudad fortificada. ¿Imaginarían también que, contrariamente a lo que haría suponer su retiro, formarían el centro espiritual, pero también social de Cartagena? Tal vez, visto que recibirían a las hijas de los nobles españoles y criollos, muchas veces junto con sus propias criadas.
Quizás después de dos siglos de conflictos de poder, las monjas clarisas habrán llegado a intuir la expropiación de su baluarte y su expulsión definitiva a mediados de 1800. O no. ¿Cómo creer que se las tragaría el mundo tras su exilio en La Habana, o que ya no serían invisibles por libre voluntad, sino que se esfumarían sin más, casi sin dejar rastros?
En el lobby, ‘Sol’, tapiz tejido en cintas de lino con cuero dorado a la hoja. Es obra de Olga de Amaral, considerada uno de los grandes tesoros culturales de Colombia, que lo hizo a expreso pedido del Santa Clara. ”Le pedimos a la señora de Amaral algo que transmitiera lujo, pero también arte, emoción e historia: una suerte de ícono que les dijera a todos que acá hay un Sofitel”, dice el director del hotel, Richard Launay.
"El hilo es la imagen del tiempo; y el tejido, de la vida", Olga de Amaral.
Este es también un ámbito de leyenda en su sentido más literal. De la vida de las monjas clarisas, que tanta curiosidad despierta, a ciencia cierta se sabe poco, como dijimos. Los escasísimos documentos que quedaron, desde luego se usaron en la restauración del convento, después de años de los usos más insólitos y de total abandono.
Muchos lo reconocerán como el marco de Del amor y otros demonios, de Gabriel García Márquez, que sitúa la historia de amor de Sierva María y Cayetano Delaura en estos mismos claustros, inspirado en una crónica que le tocó cubrir en sus primeros años como periodista en Cartagena
Una primera aproximación al realismo mágico que, pronto nos vamos a dar cuenta, trasciende la mera categoría literaria y deviene una experiencia en la que inexorablemente se sume cualquier visitante de la ciudad. Y del Santa Clara.
Rastros
Dentro del sector colonial, hace cinco se años hicieron las suites icónicas en homenaje a algunos de los más reconocidos artistas del país. La que se ve abajo es la "Botero", ambientada por su hija Lina, diseñadora de joyas e interiorista. Será por esa cercanía en el parentesco que cuando el artista se hospedó allí hace dos años entró y dijo: "Me siento como en mi departamento de Miami".
Lina Botero incluyó en la puesta en escena muchos elementos privados del pintor. La gran reproducción del cuadro es el elemento más evidente de la filiación del ambiente, pero falta mucho por descubrir: las fotos viejas con viejos amigos en las mesas y la biblioteca; revistas literarias; lo que se supone tragos preferidos; libros de relleno, sí, pero otros claramente tocados por la mano de su dueño.
La sensación es que Botero se fue, nos dejó la casa por un fin de semana y, como cualquier huésped que se precie, nos atrajo conocer sus gustos a través de sus pertenencias. La experiencia tiene algo de voyeur. "Era la idea", se ríe el director del Santa Clara.
En este espacio dedicado a Olga de Amaral (autora del tapiz de la entrada) y su marido, Jim, el elaborado barroquismo de sus obras (una sobre la cama y otra detrás de un escritorio) tiene como contrapunto las líneas más sobrias del mobiliario europeo.
"Olga de Amaral aceptó de buen grado este homenaje ella y a su marido. Acá están sus tapices; en el jardín, esculturas de Jim"
Personajes
Las personas ("embajadores", como llaman en el Santa Clara a todo el que tenga contacto con los huéspedes) son ingredientes clave en una fórmula que, más allá del trato impecable, se sostiene en una gran originalidad. Como traer al interior el carrito de limonada callejero o el puesto de café (que Jeremy prepara lentamente con filtros de algodón, como lo hacía su abuela) que se convidan libremente.
Tras haber vivido en 12 países, de acá destaco la alegría. La gente es cálida, servicial, espontánea y gentil, lo que hace una enorme diferencia con lugares en los que eso está más construido
Destino de leyenda
En el mundo, solo cinco hoteles Sofitel llevan el título de “Legend”. El requisito para integrar ese grupo tan exclusivo es estar emplazado en un edificio antiguo fuertemente vinculado con la historia del lugar, que a su vez mantenga y transmita ese espíritu del pasado. Y acá, las paredes hablan, sin duda ayudadas por una sutil y constante recreación de su mística tan particular, de capas y capas de vivencias absorbidas por la porosa piedra de sus columnas. Hablan, y el cuerpo las escucha.
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