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“Adoptame y seré el amor de tu vida”, decía el cartel improvisado y escrito a mano que habían colgado en su cuello con la esperanza de que alguien le abriera las puertas de su corazón. Desde el momento en que cruzó su imagen en las redes sociales, Cynthia Acher no había logrado sacarlo de sus pensamientos.
Hacía tiempo que una voz interna le decía que era el momento de dar cobijo a algún perro que lo necesitara. De niña no había tenido la posibilidad de convivir con un perro. Solo había compartido escasos momentos los fines de semana con un can llamado Tony que vivía con los caseros de una quinta que había pertenecido a su abuelo materno. De adulta, se había enfrentado en más de una ocasión al pedido de sus hijos de adoptar a un animal. Pero, con la excusa de que un perro “daba mucho trabajo” y de que no “había tiempo”, siempre se había negado.
“Me cautivó su mensaje”
Sin embargo, cuando su padre falleció y su hijo mayor abandonó el nido, casi sin darse cuenta, comenzó a dedicar cada vez más tiempo a mirar fotos de perros en adopción que circulaban por las redes. “Un día vi a Pepo, me cautivó su mirada y un mensaje que decía adoptame y seré el amor de tu vida. Todas las noches volvía mi mirada hacia esa fotografía de Pepo que había visto en el celular a través de las redes. Consulté por él pero no estaba decidida de dar el paso. Lo hablé con mi esposo: a él le encantaba la idea pero dudaba -igual que yo- de mi propia reacción frente a un animal”.
Hasta que luego de unos días supo que Pepo estaría en la plaza de Montecastro para que los que buscaban adoptar lo conocieran. “Me desesperé. Pepo ya había conquistado mi corazón. Esa semana lo llevamos a casa”. Pepo daba la patita a quien llegara como si él mismo fuera el anfitrión del hogar. Temeroso de los ruidos fuertes, de a poco fue perdiendo el miedo y acomodándose a su nueva vida. “Pepo conoció y disfrutó el mar, la montaña, el campo. Esperaba con ansias, sentadito en las escaleras, los asados que mi hijo menor organizaba con sus amigos y de los que él era un participante querido”.
“Los estudios anunciaron lo peor”
A través de su mirada color almendra Pepo expresaba todo lo que sentía y quería. Se entendía a la perfección con Cynthia. “Volvía de sus paseos y lo primero que hacía era buscarme en mi escritorio para contarme que había regresado y que ya podíamos almorzar”. El pollo y el queso eran manjares exclusivos para él. Le gustaba intentar cazar palomas. Le encantaba jugar a buscar su hueso por toda la casa y lo defendía con toda su fuerza.
Llenaba a Cynthia de besos en cada oportunidad que podía y, si pasaba más de tres horas solo, mostraba su enojo y hacía demostraciones de ira llevando residuos del cesto de basura al living comedor. “A nosotros nos daba mucha gracia y lo dejábamos que se expresara con soltura. Era mi compañero, un ser único e incondicional. Pero un día algo empezó a estar mal. Análisis, ecografías, resonancias y una batería de estudios anunciaron lo peor: Pepo tenía cáncer de próstata. Su cuadro era terminal”.
“Fue el amor de mi vida”
Después de siete años de aventuras, momentos mágicos y mucho amor, la familia acompañó a Pepo en su tramo final con mucho dolor y tenacidad al mismo tiempo. Él luchó con todo lo que tenía. Pero el día que todos temíamos llegó sin previo aviso. Sin embargo, antes de su partida, sacó las fuerzas que ya no tenía, nos pidió un ultimo paseo en el parque y nos regaló su última sonrisa, sentadito bajo un árbol de su amado parque Las Heras”.
Cynthia no tiene dudas de que la adopción cambió la vida de Pepo. “Me enseñó el amor sin condiciones; ese amor totalmente puro, transparente y desinteresado que los perros saben dar. Siempre a mi lado. Nuestros paseos eran hermosos, en especial los que hacíamos los fines de semana en el campo. Era un momento de conexión único. Pepo sacó lo mejor de mí y descubrí un sentimiento que yo misma desconocía. Tengo dos hijos a los que amo con locura, pero el amor a Pepo fue distinto: fue especial, fue ese amor que se da y se recibe sin esperar nada a cambio. Pepo cambió la mía de una forma que jamás hubiera imaginado: como su cartelito decía: fue el amor de mi vida. Lo extraño muchísimo”.
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