Un cabernet rural
Las sorpresas no son esperadas son menos agradables
Intenso singular placer me deparó hace varios días el probar un Cabernet Sauvignon 2009 de la nueva línea Encuentro Varietales presentada por Rutini Wines.
La singular intensidad podía preverse tratándose de una autodeclarada vinificación de Mariano Di Paola, un conspicuo príncipe entre los enólogos argentinos más significativos de su generación.
Cuántos elogios, pero justificados. En plena etapa de calentura profesional con los terruños mendocinos de altura (Tupungato, La Consulta, Altamira, etcétera) Mariano amaga olfatear o intuye, como Catena, que con una pequeña ayuda de sus amigos, en el erguido pedemonte mendocino, otros cepajes puedan desarrollar temperamentos colaterales distintos a los autóctonos europeos.
Distintos o más interesantes, como ocurrió con el Malbec. Por ahí sólo es cuestión de ponerse. Mire cómo de pronto en Cruz de Piedra o en el Agrelo mendocino el rústico Malbec francés de Cahors agarró un envión Mallmann súper sofisticado. Qué pasa si, cultivado y vinificado en Altamira de otra manera, el Cabernet del Médoc, moroso de nariz, empieza ¡epa! a transformarse en aromático impetuoso. ¿Qué tal?
Volvamos ahora al Encuentro Caberneto y la explosión de sus hálitos. Debo decirle que a este apolíneo e introvertido tinto top no sé qué resorte le ajustó Di Paola que, apenas servido, ya inunda el cáliz de la copa con aromas increíbles. Es una zarabanda de respiraciones sensualísimas y seductoras. Como late harvest muy maduras. Una cosa densa, envolvente, de no creer.
Me parece que en el mercado local no existe hoy otro semejante. Mejores, puede ser; diversos, distintos. Pero a diferencia del Cabernet habitual, siempre medio encanutado de nariz, éste de Mariano irrumpe, se instala y avasalla. Seduce hondo y nos concede otra especie inesperada de disfrute.
Usted vaya y pruébelo.
Las tonalidades púrpura oscuras, que en el antaño de Parker eran opacas y desangeladas, aquí y ahora aparecen más brillantes y atractivas: una genuina expresión de las honestas faenas con los antocianos en la viña.
Sobre todo el resto ¿qué puedo decirle? Tiene ponderables sabores envueltitos amistosos, sin asperezas agresivas que raspen en el paladar. En general reproducen allí, aunque menos nítidas y extrovertidas, las sensaciones cálidas y sensitivas que los aromas estimulan en la nariz.
Digamos que es un Cabernet Sauvignon que funciona casi como un Syrah de latitudes cálidas, al estilo alta gama de los Finca La Anita de Alto Agrelo o los carnosos y cancheros Callia sanjuaninos del Valle del Tulum: persuade, favorece y respalda,
Si me lo preguntan, yo lo recomendaría para comidas íntimas no necesariamente frívolas, pero sí desarrolladas en un ambiente general con tendencia al oscurito.
La palabra envueltito alude a esos sabores y aromas que se repliegan sobre sí mismos potenciando sus efectos en lugar de distraerlos. Platos con sazones de excesiva predominancia (el mucho cilantro, por ejemplo, en los platos andinos) canibalizan seguro el sabor de las salsas y eventualmente –lo que es peor– la delicadeza de la materia prima principal. Es pues un elogio ambivalente, muy apto para enfatizar las sutilezas. Tanto las del sí como las del no.
En el caso de este Encuentro es nítidamente mesurado, equilibrado; en consecuencia, enfervoriza y brinda un nítido placer.
Su taca taca en restaurantes debe estar un poco por debajo de los $ 160. Precio cuya calidad más que justifica. Pero trátelo con el respeto que se merecen los Rutini.
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