Enrique Gaviola, padre de la Física y Astronomía en Argentina, nació en Mendoza, con el siglo XX
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Como los cuerpos celestes en el espacio ultraterrestre, la historia de Enrique Gaviola (1900-1989) se caracteriza por el movimiento. Nació en la localidad mendocina de Rivadavia y estudió Ingeniería en la Universidad de La Plata. Allí descubrió su pasión, la Física. Uno de sus profesores, el científico alemán Richard Gans, le recomendó que se formara en Alemania. “Y Gaviola le hizo caso: abandonó Ingeniería y regresó a Mendoza, donde trabajó de agrimensor durante un año para hacerse de unos pesos”, cuenta Guillermo Abramson, doctor en Física y divulgador.
“Con lo que ahorró, finalmente viajó a Alemania. Llegó en 1922, mientras se gestaba la revolucionaria Mecánica Cuántica, un período excepcional. Estudió primero en Göttingen y luego en Berlín. El peso argentino era entonces una moneda fuerte, mientras que nadie quería el marco alemán. Según me contó su alumno y colaborador Oscar Bressan, Gaviola cambiaba un peso por semana. Con eso se daba la gran vida. Además, como Alemania estaba en un espiral inflacionario, cada semana le daban más marcos por su peso argentino”, agrega Abramson.
Enrique Gaviola fue alumno de grandes maestros, de mentes brillantes. En el Instituto de Física Teórica de Göttingen, donde cursó los dos primeros semestres, tuvo como profesores a dos premios Nobel de Física: James Frank, galardonado en 1926 por el descubrimiento de las leyes que gobiernan la colisión entre un electrón y un átomo, y Max Born, quien sería reconocido en 1954 por sus trabajos en Mecánica Cuántica. Además, en Química Experimental, tuvo de profesor a Adolf Otto Reinhold Windaus, el hombre que en 1928 recibió el Nobel de Química por sus estudios sobre el vínculo entre los esteroles y los ácidos biliares.
Entre 1924 y 1925, en Berlín, Enrique Gaviola fue alumno de otra selección de “nobeles”: Walther Nernst, premio Nobel de Química en 1920; Max von Laue, Nobel de Física en 1914; Max Planck, premio Nobel de Física en 1918 y Albert Einstein, premio Nobel de Física en 1921, quien fue su profesor en Teoría de la Relatividad.
Gaviola se doctoró en 1926 con calificación magna cum laude, ”con grandes honores”. Albert Einstein, Lise Meitner (científica que descubrió la fisión nuclear) y Peter Pringsheim (pionero del estudio de la fluorescencia) integraron el jurado examinador. Sus libretas universitarias, firmadas por cinco premios Nobel, entre otros notables, son actualmente el reflejo de una formación extraordinaria.
“Usted es Einstein, escriba en alemán”
Los boletines de Enrique Gaviola están entre los tesoros más preciados del Archivo Histórico de la Biblioteca Leo Falicov, en el Centro Atómico Bariloche y el Instituto Balseiro. Con guantes blancos, Marisa Velazco Aldao, responsable de la biblioteca, recorre cada una de sus páginas.
Cada firma encierra una anécdota, ya que muchos de esos magníficos profesores se convertirían luego en amigos de Gaviola. Cuando terminó sus estudios en Berlín, tal como relata Abramson, Gaviola recibió una sugerencia de Einstein: que solicite una beca al International Education Board, que era financiado por la familia Rockefeller, para trabajar en Baltimore, en la Johns Hopkins University, con Robert Wood, pionero de la óptica infrarroja y ultravioleta.
Enrique Gaviola alcanzó el primer orden de mérito pero fue rechazado porque no era estadounidense ni europeo. Cuando se lo dijo a Einstein, según sus propias palabras, fue la primera vez que lo vio enojado. “Inmediatamente, pidió papel membretado y se sentó en una escalera a escribir una carta de protesta. Contaba Gaviola que Einstein le preguntó si tendría que escribir en inglés o en alemán. ‘Usted es Einstein, escriba en alemán’, le respondió el argentino. Así lo hizo. Finalmente, Gaviola fue el primer sudamericano en obtener la beca del IEB”, narra Abramson.
Entre 1928 y 1929, el mendocino fue físico asistente del Departamento de Magnetismo Terrestre del Carnegie Institute of Washington, donde trabajó en el proyecto de un acelerador de partículas. Entre sus múltiples publicaciones se destaca su trabajo experimental sobre emisión atómica estimulada, precedente de lo que conocemos como láser. A su vez, Gaviola diseñó y construyó un fluorómetro que hoy lleva su nombre y que dio origen a los estudios sobre el comportamiento hidrodinámico de las proteínas.
Algunos años después, muchos de sus profesores en Alemania fueron perseguidos por el nazismo. Einstein, Noether y Courant lograron escapar hacia Estados Unidos en 1933. Como Gaviola ya había vuelto a la Argentina, el padre de la relatividad y otros científicos le escribieron para que ayudara a algunos colegas. El físico austríaco Guido Beck fue uno de los que pudo abandonar Europa gracias a Gaviola, quien lo recibió primero en Córdoba y luego lo llevó a Bariloche.
“Beck fue el primer físico teórico en la Argentina. En el Observatorio de Córdoba, lo conocieron Mario Bunge, Ernesto Sabato y José Balseiro, entre otros, y les cambió la vida. Beck también promovió, junto a Gaviola y los jóvenes estudiantes, la creación de la Asociación Física Argentina en 1943″, añade Abramson.
En 1935, Gaviola se instaló en California para colaborar con el grupo más destacado en la construcción de espejos de telescopios de la época, el del Observatorio de Monte Wilson. Entre otras cosas, ideó un método innovador para recubrir la superficie de los espejos de grandes telescopios, haciendo más eficientes los costos y tiempos del proceso.
Algunas “selfies” tomadas por Gaviola con el automático de su cámara lo muestran junto a John Strong tras aluminizar los espejos de 60 y de 100 pulgadas del Observatorio de Monte Wilson. El telescopio de 100 pulgadas fue el más grande del mundo durante décadas y su espejado resultó muy difícil: la técnica revolucionaria desarrollada por Gaviola para aluminizar y conformar grandes espejos cambió la historia de la construcción de grandes telescopios.
Luego, en 1942, junto a Ricardo Platzcek, diseñó el primer espectrógrafo estelar del mundo construido íntegramente con espejos. Ese instrumento -al que George Birkhoff, decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Harvard, llamó “la verdadera declaración de independencia argentina”- permitió observaciones que resultaron una revolución en el estudio de las estrellas masivas. La nebulosa alrededor de la estrella Eta Carinae lleva el nombre que le puso Gaviola, “Hommunculus”.
Además de sus aportes en Física y en Óptica, la labor de Gaviola como astrónomo fue reconocida en 1981, cuando la Unión Astronómica Internacional le dio su nombre al asteroide 2504, descubierto en Córdoba en 1967.
Gaviola y Balseiro
Quienes lo conocieron dicen que Gaviola tenía un carácter difícil. Un poco en broma y un poco en serio, el ingeniero nuclear Mariano Cantero, actual director del Instituto Balseiro (que depende de la CNEA y de la UNCUYO), sospecha que “si Gaviola hubiera tenido otra personalidad, quizás se hubiera llamado Instituto Gaviola”.
Eran de generaciones distintas pero se respetaban mucho: a principios de la década de 1940, José Antonio Balseiro era estudiante en el Observatorio Astronómico de Córdoba cuando Gaviola era el director del lugar. Años después, sus caminos volverían a cruzarse en Bariloche.
“Luego de que el científico Ronald Richter hiciera su anuncio sobre la fusión nuclear, en 1952 Juan Domingo Perón crea una comisión para auditar el Proyecto Huemul. En esa comisión estaba el físico José Antonio Balseiro, que tenía 32 años y recién volvía de trabajar en Inglaterra. El informe permitió demostrar que el intento de Richter había sido un fraude y se discontinúa el proyecto en la isla Huemul”, repasa Cantero.
Balseiro y el ingeniero Mario Báncora, que integraban la comisión investigadora, convencieron entonces a Pedro Iraolagoitia, que era el presidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica, de desarrollar un instituto de Física en Bariloche. Entre los argumentos estaba la clara necesidad de contar con profesionales argentinos para evitar lo que había pasado con Richter.
Gaviola ya había tenido una idea similar previamente, aunque no había podido avanzar en su concreción. En 1953, Balseiro lo invita a sumarse al incipiente proyecto: por sus antecedentes académicos, era el mejor candidato para dirigir el instituto. Si bien Gaviola presentó un plan detallado, algunas diferencias de enfoque terminaron por alejarlo. Balseiro continuó hasta que el 22 de abril de 1955 se creó formalmente el Instituto de Física de Bariloche, hoy Instituto Balseiro.
De todos modos, a mediados de la década de 1960, Gaviola fue invitado a unirse al plantel docente, como profesor del laboratorio de física experimental. Trabajó allí hasta que se jubiló. Una foto tomada en el verano de 1962 (poco antes de la muerte de Balseiro) los muestra juntos, sentados frente al Pabellón 4, la primera residencia para estudiantes que tuvo el instituto.
Por las noches, ese mismo banco de madera con vista privilegiada al cerro Catedral resulta un buen rincón para disfrutar de estrellas y asteroides, y para admirar ese cielo que fue una de las grandes inspiraciones de Enrique Gaviola, quien murió poco antes de cumplir 89 años, en su Mendoza natal.
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