Un argentino detrás de grandes cineastas
Cincuenta y tres minutos. Eso marcaba el VoiceMemo de mi iPod, el jueves último, luego de grabar un ping-pong con Fernando Sulichín. Hasta entonces, admito, no había escuchado su nombre. ¿Y usted?
Tiene 50 años. Me recibió en el living de su casa (pulcrísimo, aunque él lo consideró "desordenado"). Habla despacio, como eligiendo obstinadamente cada palabra que reproduce con un acento que me costó descifrar. Claro, si hace 30 años que dejó su país natal: la Argentina.
Estudió arquitectura. Y a los 22 años se mudó a los Estados Unidos. "En University of California, Los Ángeles [UCLA], de casualidad, di con una persona que resultó ser el productor de Batman, Rainman y Midnight Express. Y me dije a mí mismo: «Yo quiero ser como este señor»." Luego de estudiar producción de cine, a los 25 se cargó al hombro su primer festival en París: Short Circuit. "Entonces conocí a Spike Lee", comenta como quien no quiere la cosa, aunque al final remató: "Yo no lo podía creer. Este chico argentino, un poco perdido, de familia acomodada, que no tenía verdadera noción del trabajo, a los 26 años terminó siendo productor asociado de Malcolm X. Dos años más tarde, produje mi primera película con Abel Ferrara, y entonces decidí que quería continuar con una línea editorial de culto. Después vinieron altos y bajos económicos, películas buenísimas y otras no tanto, comerciales de TV y videos de música".
En 2000 se mudó a París porque de allí provenía el financiamiento de películas americanas independientes. Y creó dos compañías: Muse Productions y Central Films. En 2012 se puso a trabajar con Oliver Stone. Juntos filmaron The Untold Story of US, una serie histórica documental de doce capítulos. "Con Oliver viajé mucho y conocí a muchos jefes de Estado. Empecé a ver que son personas. Que no hay nadie mejor o peor. Y que quizá necesitan de nuestra ayuda. Entonces me metí en cuestiones humanitarias."
Entonces, según cuenta, en esta segunda etapa de su vida, con su identidad como cineasta ya consolidada y una economía estable, sintió la necesidad de apoyar causas de diferentes amigos de manera endémica. Como a Sean Penn con su organización en Haití o a David Lynch con su plan de meditación trascendental para veteranos de guerra.
También hizo significativos aportes a la Nelson Mandela Children's Fund y hoy trabaja casi exclusivamente en la Cumbre de París por el Cambio Climático. "Son cosas que me empezaron a interesar aún más que el cine, repartiendo mi día hoy en un 50 y 50 con todo esto nuevo." Entonces pregunté qué era lo mejor que le había dado esa dupla. Y contestó sin dudar: "El poder de manifestación de las ideas".
Como última reflexión acerca del cine, agregó: "Si realmente estás desesperado por contar una historia, entonces metete en cine. No se trata de mujeres ni de glamour. Sino de comunicar algo, histórica, social o artísticamente. Todo es posible. Completamente y sin preconceptos. Lo peor que te puede pasar es que falles. ¿Y qué importa?".
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