Logró atravesar el arduo camino de revalidar su título y enfrentó la dualidad norte vs. sur en Italia, donde halló personas menos abiertas: “A la Argentina la sentí siempre muy libre”, asegura.
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Rocío Santos se encontraba trabajando como recepcionista a bordo de un crucero cuando su vida cambió para siempre. “Se llama Giuseppe, es oficial de máquinas”, le señaló una amiga durante una de las fiestas que se realizaban a bordo. “Me contaron que está interesado en vos”.
Aquella noche, Rocío y Giuseppe conversaron, rieron, compartieron sus reflexiones acerca de la vida en alta mar y, a partir de entonces, no se separaron más, hasta ese día en que la temporada de seis meses en el crucero culminó, tocaron tierra firme y supieron que debían tomar una decisión. ¿Acaso lo vivido había sido tan solo un idilio? Sus miradas y palabras coincidieron: querían proyectar una vida juntos y Rocío estaba dispuesta a volver a empezar en Italia, el país de origen de su enamorado.
De Tandil a Sorrento: un espíritu curioso y una vida destinada a emigrar
Tal vez, la vida de Rocío siempre estuvo destinada a un desenlace lejos de su patria. Nacida y criada en Tandil, estudió arquitectura en La Plata, su primer “irse” del hogar. En un comienzo visitaba a la familia cada mes, luego los regresos se estiraron a cada tres, hasta ese día en que anunció que había sido aceptada para la experiencia Work and Travel en Estados Unidos y partió segura de que su lugar definitivo para vivir estaba en Argentina, en casa: “Al año siguiente repetí otra temporada en Estados Unidos, donde me hubiera quedado si no fuera por la imposibilidad a nivel inmigración”, confiesa.
Tras la experiencia en el gran país del norte, en 2015 llegó una nueva oportunidad de parte de un programa del Estado francés para trabajar como asistente de español; desde allí, en Francia, la joven rindió su último examen de arquitectura, permaneció un año, y con el “bichito viajero” alerta, regresó a Tandil dispuesta a volver a irse.
Cuando la posibilidad de trabajar para la compañía de cruceros MSC llegó a su vida, Rocío no dudó embarcarse a semejante aventura, antes de abocarse de lleno a su profesión de arquitecta, sin imaginar que allí conocería a Giuseppe. ¿Pero había sido él quien torció el rumbo de sus planes?
Lo cierto era que en sus viajes culturales y laborales, así como a bordo del crucero, Rocío había conocido gente, culturas y lugares inesperados; su mente había experimentado una expansión peculiar para una joven que por entonces tenía 24 años. Y cuando la noticia de su emigración definitiva llegó a oídos de sus padres fue impactante, pero no impensada, en definitiva, su desprendimiento había sido paulatino y progresivo, la familia ya estaba acostumbrada a su ausencia, sabía que su camino iba por otro lado.
Norte vs. sur: “Italia del sur, lamentablemente, expulsa a muchos jóvenes”
Rocío conocía la cultura de su destino gracias a su experiencia con los cruceros MSC, una compañía italiana con su tripulación mayormente compuesta por personas de dicho país. Pisó el suelo de su pareja colmada de dicha, con esa sensación exquisita de quien tiene ante sí un lienzo en blanco con todas las posibilidades abiertas: “Esperanza. No, esperanza no, no me gusta la palabra, suena a una mera ilusión”, dice pensativa. “Sentí que pasara lo que pasara iba a estar bien. La sensación de que todo era posible se percibía concreta”.
Llegó al sur de la mano de Giuseppe, oriundo de Sorrento. Desde el primer instante su familia política la abrazó como a una hija y, a partir de entonces, jamás le soltaron la mano. Sin embargo, poco a poco, los impactos del sur se evidenciaron provocando en ella sentimientos encontrados.
Allí estaba, en una comunidad pasional, apegada, pero algo cerrada y un tanto asfixiante: “Me encontré en un lugar medieval, esperaba encontrarme en el primer mundo y me hallé en un lugar que estaba culturalmente más atrás que Argentina, como por ejemplo en la capacidad de abrir la mente, el italiano del sur es muy cerrado en sus costumbres, que tiene sus cosas positivas, por supuesto, te da identidad, tradición, tiene sentido conservarlas y apañarlas, pero yo venía de un lugar muy libre, a la Argentina siempre la sentí muy libre, al menos así me criaron a mí, con el permiso de tomar mis propias decisiones desde muy chica”.
“En cambio allí, en ese sur de Italia, las cosas se hacen de determinada manera, las decisiones no las podía tomar yo o mi novio, sino que eran decisiones familiares, siempre desde el amor, por supuesto, pero en el sur sentí que perdía un poco de mi individualidad”, reflexiona.
Y así, llegó la decisión de hacer las valijas y partir hacia el norte, un territorio que, en contraste con el sur pasional, se presentó claramente racional, más cercano a las formas germánicas: la dualidad de su país adoptivo había emergido evidente. En Torino, donde se radicaron, Rocío halló un poco de ese primer mundo que esperaba en tierra europea. A pesar de no encontrar una gran apertura mental, sí descubrió un mayor avance, una forma de ser más internacional y cosmopolita. Y, a medida que los vínculos con el entorno se estrechaban, relevó que los mandatos familiares no eran tan estrictos.
“Como arquitecta, anhelaba dejar esos trabajos que en el sur no podía ambicionar”; explica. “Allí los puestos eran limitados y había podido ejercer de niñera o atendiendo una yogurtería, todo lejos de mi profesión. El norte nos brindó más posibilidades a nivel económico. Italia del sur, lamentablemente, expulsa a muchos jóvenes, no hay oportunidades. El poder industrial del norte, en cambio, ofrece muchísimas. Por supuesto, en general en relación a lo económico, no vamos a comparar con Argentina. En Italia realmente se puede proyectar porque hay estabilidad. La vida es más previsible y eso te da tranquilidad, paz interior”.
Revalidar el título universitario en Italia: “Es un camino cuesta arriba, pero vale la pena”
Con su título de arquitecta y sin querer embarcarse en cruceros o labores alejadas a su carrera, Rocío se sentía en el limbo. En su nuevo entorno, sin conocer las calles, los canales de información correctos y el lugar, la joven emprendió el arduo camino para poder ejercer en Italia.
El primer escollo fue dar con la información correcta. En Internet las páginas parecían infinitas y sus explicaciones contradictorias y confusas: “Ya sabemos, Internet es un agujero negro y podemos leer cualquier cosa”. Tras aquella búsqueda del tesoro, el trámite en sí para revalidar su título fue más engorroso aún. Para ello, debió regresar a la fuente.
“El trámite se inicia en Argentina. Fuera del país el título no vale nada, entonces hay que iniciar en el propio territorio lo que se llama una declaración de valor, en mi caso un texto emitido por consulado italiano en Argentina que dice que ese pedazo de papel es válido en Argentina para certificar que yo soy arquitecta. Pero lo único que prueba es eso, no implica que uno pueda ejercer afuera, pero es el primer paso necesario”, asegura. “Esa validación, sin embargo, sí me permitió inscribirme a un máster en Italia de dos años”.
Rocío cursó un máster en Cultura del Patrimonio, donde se sumergió en la rica arquitectura de una nación fascinante. Aún así, el máster no la habilitaba a ejercer y al finalizarlo regresó la sensación de sentirse en el limbo: “Fue en Torino donde di con el camino justo, me explicaron cuál era toda la cantidad de papeles que debía presentar, que irían a evaluación y, en caso de aprobarse, los pasos que debía seguir para ejercer”.
“Tras enviar los papeles al Ministerio de la Universidad en Roma y aprobarlos, me indicaron que debía realizar un examen más, ya que se considera que los títulos sudamericanos de arquitectura tienen faltantes en relación a la restauración y las estructuras. El máster cubría parte, pero no todo, así que me inscribí en una universidad italiana y lo hice (hay que pagar por la universidad). Hace apenas unos días supe que aprobé y que me puedo inscribir al colegio de arquitectos en Torino”, cuenta con orgullo.
“Lo que quiero transmitir con esto es que con esfuerzo las cosas se pueden dar. Sí, es engorroso, sí, te van a dar ganas de tirar la toalla, pero la verdad es que el valor que tiene un título universitario es muy grande, son muchos años de sacrificio personal, familiar”, reflexiona. “La universidad gratuita es, para mí, la mayor riqueza de nuestro país y está muy poco valorada en Argentina. Sí, revalidar el título es un camino cuesta arriba, pero vale la pena, pasito a pasito, las cosas van saliendo”.
Problemas y aprendizajes en el camino: “Los argentinos estamos tan acostumbrados a que nos vapuleen, que pensamos en soluciones”
La curiosidad, las ganas de aprender y explorar otras culturas, llevaron a Rocío a su presente en Italia junto a su amor, Giuseppe, aquel hombre que conoció casi siete años atrás en un crucero. Hasta el día de hoy viven juntos, aunque a él su profesión en altamar lo mantiene embarcado durante varios meses seguidos. Rocío decidió permanecer en tierra para seguir su camino de arquitecta, mientras apuesta a la pareja más que nunca, a pesar de las distancias temporales. Ella confía en que Giuseppe pronto la acompañará de manera permanente.
En pocos días Rocío tendrá a su primer hijo y ambos quieren que su padre lo vea crecer. Una nueva familia se forjará en Italia y la mujer argentina abraza su decisión: en cada lugar se sintió bienvenida, los nuevos amigos se sumaron a su vida con calidez, respeto y apreciación. Sin embargo, el lugar más maravilloso que halló en relación a la calidad humana sigue siendo la familia de su pareja: “No te puedo describir lo importante que es para mí la familia de mi novio, tengo un soporte total por parte de ellos, a pesar de ser extranjera, a pesar de los choques culturales”.
“Pero aunque acá tengo una vida formada, volver a la Argentina significa regresar a mi base”, dice emocionada. “Mi tierra está presente en todas las conversaciones, sin importar el lugar en el mundo en el que me encuentre, con las cosas buenas y las cosas malas, para mí es como una pequeña misión personal poner a la Argentina en el mapa, contar qué es lo que sucede”.
“Y cada vez que vuelvo revivo lo que significó mi infancia, mi adolescencia y parte de mi adultez. Me como todo lo que puedo comer, paso todo el tiempo posible con mi familia, voy directo para Tandil. Para mí tiene una carga emotiva muy grande, aunque no regrese muy seguido”, continúa. “Las últimas tres veces que volví lo hice con mi novio. Para mí tiene mucha importancia mostrarle a él como es mi país. Para mí Argentina sigue siendo mi identidad y eso quiero mostrárselo”, dice Rocío.
“Pero regresar también tiene su carga negativa. Volver también significa ver todas las cosas que de alguna manera me empujaron a irme del país y afectan a mi familia. Cada vez que voy al supermercado no tengo ni idea si una cosa es cara o barata o cuál es la situación. También está el tema de la seguridad…”
“Acá o allá, todo en el camino es aprendizaje en la vida. En lo particular, una de las cosas más importantes que te deja una experiencia como la mía es darte cuenta de que vivir en Europa no significa que se te van a resolver todos los problemas, de hecho, se te van a presentar nuevos que habrá que encarar. Pero ahí entra una fortaleza argentina: cuando se nos presenta un problema pensamos en una solución, es como un mecanismo de defensa, uno no se puede estancar en el problema; estamos tan acostumbrados a que nos vapuleen, que pensamos en soluciones. En cambio un italiano se puede quedar muy trabado en el problema cuando surge”.
“Sin dudas, vivir en otros lugares también te ayuda a ser receptivo con lo diferente, a ser flexible y adaptarte, pero esto, en realidad, son cosas que te brinda cualquier experiencia distinta a la habitual”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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