Él santafesino, ella cordobesa y una historia de desencuentros
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Claudia (61) y Marcelo (60) fueron novios de adolescentes, pero no cualquier noviazgo, sino de esos de verano, en las playas de Capao de Canoa, Brasil. Con 17 y 18 años todo era idílico y las mariposas volaban en la panza día y noche.
“Era la época en que Brasil estaba regalado. Tanto el padre de ella como mi hermano y mi papá tenían un departamento en el mismo edificio”, explica Marcelo.
Él estaba hablando con su familia en el hall del edificio cuando por el costado pasó a quien él describe como “una petisa morocha” que no pudo evitar seguir con la mirada y, antes de subir la escalera, ella se dio vuelta y cruzaron una mirada de las que entran por el cuerpo y van directo al corazón.
Marcelo, un tímido santafesino, Claudia una cordobesa llena de amigos. Entre idas y vueltas de grupos de amigos de verano y noches en el boliche, se pusieron de novios.
Cuando terminó el verano empezaron algunos intercambios por carta de provincia a provincia. Recordemos que en 1981 ese era el único modo de seguir en contacto.
En el transcurso del año las cartas se enviaron con mayor intervalo y en el medio Marcelo se puso de novio con otra chica.
Para el verano de 1982 ella lo esperó en Brasil pero Marcelo le avisó que no iba a poder asistir: lo citaron para la colimba. Claudia no le creyó, se había enterado por un santafesino que Marcelo estaba de novio y pensó que esa debía ser la razón.
Marcelo, molesto por la desconfianza, le mandó por carta la cédula de citación para presentarse en el ejército y le dejó de escribir. Ella le escribió alguna que otra carta pero la relación llegó a su fin.
“Llamó por teléfono y se enteró que se había casado y estaba de luna de miel”
Después de la guerra de Malvinas, Marcelo se mudó a Rosario para estudiar odontología. Era el año 1986 y los alumnos se juntaban a ver los partidos del mundial en un bar enfrente a la facultad. “Che, una cordobesa con una amiga te anduvo buscando por todos los pisos”, le contaron sus amigos cuando se unió con ellos a ver el partido. Enseguida Marcelo se imaginó que se trataba de ella.
Claudia estudiaba Bellas Artes, tanto ella como su amiga eran hijas de militares y fueron en un avión militar a ver una muestra de Dalí en Buenos Aires, pero el avión las dejaba en Rosario. Como tenían tiempo libre decidieron buscar a Marcelo primero en su departamento y luego en la universidad.
En ese momento Claudia estaba en pareja con quien se iba a casar (aunque después no lo hizo).
Claudia no lo encontró y se fue. Marcelo, intrigado por la cordobesa que lo buscaba por los pasillos se fue a buscarla a la terminal de colectivos, pero tampoco la encontró.
Cuando Marcelo llegó a cuarto año de la facultad conoció a quien es la madre de sus tres hijos. En febrero de 1988, el papá de Marcelo viajó a Rosario a ver a un neurólogo por dolores de cabeza y le descubrieron un tumor en el hipotálamo, inoperable. “¿Expectativa de vida? Unos seis meses pero por suerte duró más”, agradece Marcelo.
Un año después, en enero de 1989 Marcelo se casó y mientras estaba de luna de miel en la casa de sus padres sonó el teléfono: era Claudia que, en plan de amiga, llamaba para preguntar por la salud del papá. Ahí se enteró de que Marcelo se había casado y que estaba de luna de miel.
El tiempo pasó y dejaron de saber de la vida de uno y otro.
“Vos sos la petisa de ojos verdes hermosos”
Pasaron más de treinta años, en el medio Marcelo se separó de su mujer y la tecnología dio paso a la era de las redes sociales. Un verano Marcelo recibió un mensaje en Facebook de quien, al leer el nombre, recordó quien era: “Vos estabas en Capao de Canoa en el 81″, le escribió Claudia. “Y vos sos esa petisa de ojos verdes hermosos”, reconquistó Marcelo. Y aquellas mariposas dormidas de la adolescencia se volvieron a despertar.
“Llegó el momento del reencuentro, de sensaciones, de ver si la cosa era idílica o podía llegar a algo importante, reconocerse o no. Era un momento bravo. Cuando nos vimos obviamente no éramos aquellos chicos adolescentes de antaño, ya se nos había acumulado el paso de los años en arrugas y kilos, pero había muy buena onda, piel y muy buen humor”, cuenta Marcelo enamorado.
Empezaron su noviazgo a la distancia porque ambos tenían sus trabajos y no podían modificar su vida de un día para el otro. Pero estaba vez no había que escribir, enviar y esperar que llegaran las cartas, la tecnología jugaba a su favor.
En el 2018 a Claudia, escultora docente en una escuela, le diagnosticaron un problema en las cuerdas vocales que le impidió trabajar por varios meses y decidió ir con Marcelo a Santa Fe. Probaron la convivencia y fue perfecta. Terminó la licencia, se volvió a su ciudad y volvieron al noviazgo a la distancia.
Año 2020 ya todos lo sabemos: llegó la pandemia. Por seis meses ninguno pudo viajar a visitar al otro y las videollamadas eran su único contacto de unión. Luego a la hermana de Claudia le diagnosticaron cáncer de páncreas, Claudia permaneció acompañando a su única hermana viva hasta sus últimos días aunque esta vez con las visitas de Marcelo que eran un mimo a su corazón.
Por estos días, ya en edad jubilatoria, Claudia pidió la jubilación y se fue a vivir con Marcelo. “Cuando yo me jubile tenemos decidido ir a vivir a las Sierras de Córdoba hasta que la muerte nos separe”, afirma Marcelo enamorado.
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