Su verdadero nombre es Disque Dee Deane "III", recalca, aunque desde el día que nació –el 20 de mayo de 1990– todos lo conocen como Uki. "Es un nombre de familia y así también se llaman mi papá y mi abuelo… Aunque si a mí me decís Disque no me doy por aludido", explica el hijo mayor de Mónica de Álzaga –que también tiene a María Helena (28) y Alejandro (13)–. "Mamá quería llamarme Tomás y mi viejo, que es yanqui, insistía en seguir con el legado familiar y me anotó como Disque. Cuando ella se enteró, de enojada le dijo: ‘Para eso le hubieses puesto Uki’". Y el sobrenombre pudo más que el nombre. "Cuando empecé el jardín mamá tuvo que explicar que yo sólo respondía a Uki", cuenta entre risas el empresario (es dueño de Bermies, una marca de trajes de baño, y Monfuego, una línea de camperas) e influencer, que cosecha más de 500 mil seguidores en Instagram.
Nació en Argentina (condición que su madre impuso para sus tres hijos) y vivió hasta el año en Estados Unidos. "Nos iban a criar allá, pero mamá no aguantó y se quiso volver", revela Uki, que creció en San Isidro. Estudió en el colegio St. John’s y al graduarse "entró la condición de papá": tenía que estudiar en una universidad norteamericana. "¡Cómo me enojé! No fui de viaje de egresados para visitar universidades porque era la única semana que podía faltar al colegio", recuerda. "Estudié durante cuatro años Artes Visuales, Producción de Cine y Administración de Empresas en Duke University, en Carolina del Norte. Pero como antes de empezar tenía unos meses libres, viajé a hacer un curso de supervivencia al desierto de Australia", cuenta divertido, y se describe como "aventurero y alegre".
En Argentina se suele meter a todos en la misma bolsa, y está bueno deconstruir
–¿Cómo te convertiste en influencer?
–Hará unos tres años se viralizaron unos audios míos de WhatsApp que no me dejaban muy bien parado, y decidí hacer público mi perfil de Instagram para que la gente me conociera como realmente soy y me reivindiqué. En Argentina se suele meter a todos en la misma bolsa y está bueno deconstruir. Soy un cheto querible, no un ostentoso.
–¿Qué opinan tus padres de tu exposición en las redes?
–Mamá es muy conservadora y de bajo perfil, y no le gusta mostrar. La entiendo porque ella no quiere ostentar, pero yo muestro mi vida con naturalidad… ¡Tampoco me puedo filmar siempre detrás de una pared blanca!
–¿Te pesa el mote de "hijo de…"?
–Es que mis seguidores de Instagram, Tik Tok o Youtube no saben que mamá era famosa. Mi público promedio es de 25 a 35 años.
–¿Es cierto que cuando eras chico le pediste ayuda a tu mamá para ser famoso?
–¡Claro que sí! Cuando era chico ella era muy conocida y venían a sacarle fotos a casa, y yo –que también tenía un ego importante yo– quería que me fotografiaran a mí. Pero a mamá no le gustaba mucho el ambiente y lo fue abandonando y cuando le pedí ayuda, me dijo que me las tenía que arreglar solo.
–¿Qué heredaste de tus padres?
–De mamá, ciento por ciento el lado artístico y creativo y de papá, todo lo que tiene que ver con los negocios. Creo que saqué un buen combo y lo aplico para mis emprendimientos. En Bermies, creé el logo, diseño las estampas, hice de modelo y me ocupo del negocio.
–En 2018, participaste del programa Shark Tank (donde nuevos emprendedores realizan presentaciones de negocios a un panel de inversionistas) y ahí te definiste como un buscavidas.
–Cuando arranqué con mi marca, en 2015, llevaba dos años trabajando en finanzas para una empresa agropecuaria en Argentina y me cansé. Renuncié y me tiré a la pileta gastando todos mis ahorros en el proyecto, que monté en Estados Unidos. En un comienzo iba a ser de colchonetas para el agua, pero fracasó antes de comenzar porque costaba más el traslado que las mismas colchonetas, y cuando me vi entre la espada y la pared –porque si no funcionaba tenía que volver al trabajo de oficina–, me decidí por los trajes de baño.
–¿También son sustentables?
–Sí, cada traje de baño se hace con ocho botellas de plástico recicladas, que se descomponen para armar tiras de poliéster. También donamos un porcentaje de los ingresos para limpiar los océanos.
–¿Te irías a vivir a otro país?
–Viví muchos años afuera y es una linda experiencia que recomiendo, pero hay algo que siempre me trae de vuelta. Inconscientemente estoy llevando la misma vida que papá, que vivía viajando. Más allá de la situación política y económica del país, me encanta la cultura argentina, estar con mis amigos, mi familia, la comida… Entiendo igualmente que tengo una vida privilegiada.
–¿Estás de novio?
–No, creo que con tanto viaje se complica. Pero voy a tratar de quedarme quieto acá hasta encontrar novia… ¡Quiero que sea argentina!
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