Dejó Buenos Aires para vivir en Ushuaia, donde alcanzó un éxito admirable, pero buscó el camino para volver a superarse: “La recompensa de alcanzar nuestras metas vale cada sacrificio”, dice
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Cuando Luis Di Giorgio repasa la historia de su vida no puede dejar de recordar la cantidad de voces que le decían: `¿Te vas a poner a estudiar a esta edad?´ `¿Vas a dejar tu zona de confort?´ `Tantos años invertidos en una carrera exitosa, ¡te podrías jubilar en el puesto en el que estás!´ `Nadie deja un puesto tan importante´.
“Y varios miedos más que siempre supe que solo eran miedos de las mismas personas que me lo decían, sus miedos no los míos…”, rememora Luis, un hombre que cierto día, lejos de hacer caso a los consejos, decidió tomar el riesgo, y dejó su puesto de gerente general para emprender un camino inédito a los 55 años.
El ascensorista que quería superarse
Luis Di Giorgio nació en 1968 en el seno de una familia con recursos limitados, pero un gran corazón. Se crio en Villa Lugano, en épocas donde las calles eran de tierra y el barrio, seguro.
Fue mientras cursaba su último año de secundaria que trazó su primera meta, hallar la manera de generar recursos para los gastos personales: “Entré a un importante hotel con un permiso de mi madre, ya que apenas tenía diecisiete años”, continúa Luis. “Ubicado a media cuadra de Plaza de Mayo, un hermoso y antiguo edificio cuatro estrellas me dio la oportunidad de incursionar en el maravilloso mundo de la hotelería”.
Ingresó como ascensorista, donde debía operar uno de los antiguos ascensores a manivela durante ocho horas. Apenas salía del empleo corría para no perder el colectivo que lo llevaba a la escuela nocturna. A pesar del esfuerzo, le gustaba lo que hacía y durante un tiempo aspiró a ser el mejor ascensorista del hotel, hasta que un día emergió en él un fuerte deseo que lo acompañó toda su vida: superarse.
El primer obstáculo: “Vos no sabés un carajo de cocina, ¿no?”
El primer obstáculo hacia su meta transformó su mentalidad para siempre. Luis fue reclutado para el servicio militar, lo que significaba abandonar su trabajo y, por el momento, sus planes. Fue entonces que decidió convertir su `piedra en el camino´ en una oportunidad: “Me propuse que algún beneficio le sacaría”.
Y así sucedió aquella primera mañana, cuando formado en el patio, levantó su mano al momento que un suboficial a cargo del batallón preguntó a viva voz: “¿Quién sabe cocinar?”. No era cierto, apenas había preparado un par de hamburguesas alguna vez, pero confió en su intuición, en poder disimular y, en el camino, realmente aprender a cocinar: “Me resguardé días enteros pelando papas, limpiando y sacando la basura, no podía evidenciar que no sabía y mientras tanto observaba todo”, confiesa Luis.
“Vos no sabés un carajo de cocina, ¿no?”, lanzó cierto día uno de los cocineros. “No”, le contestó el joven y, a partir de entonces, aquel buen hombre le enseñó desinteresadamente todo lo que sabía del mundo de la cocina y del servicio de la mesa: “Aprendí las nociones básicas de la gastronomía, un mundo fascinante y cautivador”.
Desde Buenos Aires a Ushuaia, a dedo: “Si consigo trabajo en esta ciudad me quedo a vivir”
Del servicio militar, Luis fue liberado dos meses antes, aunque debía esperar aquel tiempo hasta firmar la baja. El hotel le había guardado su puesto, pero no tenía permitido trabajar ya que se encontraba aún “bajo bandera”.
Fue entonces que el joven descubrió otra gran inversión para la vida: viajar, otro evento que lo transformó para siempre. Un señor le habló acerca de las bondades de Ushuaia y él imaginó los paisajes de la ciudad más austral del mundo, tan lejana y mística.
“¿Te animas a viajar a Ushuaia a dedo?”, le propuso a un amigo. El sí fue rotundo, se equiparon y salieron a la aventura. Arribaron el 15 de mayo de 1990 y a Luis lo apoderó una felicidad extrema, “incluso a pesar de la escarcha, el frío y el cielo nublado”, dice. Mientras caminaban por el centro a él todo le parecía una maravilla, una comunidad de cuento rodeada de montañas que se unen con el mar.
Fue al segundo día, mientras recorría la costa del Canal Beagle, que Luis fijó su mirada al horizonte y, de manera espontánea, le dijo a su amigo: “Si consigo trabajo en esta ciudad me quedo a vivir”.
Tal como lo había anunciado, Luis salió de inmediato a buscar trabajo. Recordó un lujoso hotel por el que habían pasado, se dirigió hasta la recepción, respiró hondo y entró decidido a preguntar si necesitaban gente. “No”, le dijeron con amabilidad. “Pero dejá tus datos y cualquier cosa te llamamos”.
Luis regresó a su alojamiento esperanzado, sin buscar más, tenía un buen presentimiento. No se equivocaba, al día siguiente lo llamaron y le dijeron que había un puesto para él: “Cuando me sentí seguro comencé a pensar cómo podría prepararme para progresar”, cuenta.
Y así, con su actitud de superación, y de la mano de mentores como su maestro, Juan Kratzmaier, Luis pasó por varios puestos hasta ascender a jefe de recepción, cambió de empresa hotelera, años más tarde regresó a la de sus comienzos y, finalmente, ocupó el puesto de gerente con el que desde el inicio había soñado. En este camino, formó una familia y le dio la bienvenida a sus hijos.
Tras su nombramiento como gerente general y durante los siguientes veinte años llegaron innumerables esfuerzos, que incluyeron cinco inauguraciones de hoteles entre Ushuaia y el Calafate, todas gestiones complejas, pero exitosas.
Ushuaia, su magia y sus bondades: “Se vive una calidad humana distinta”
Mientras su carrera florecía, había un sueño que permanecía latente en Luis desde su adolescencia: tener un título universitario y convertirse en abogado. Sin embargo, la vida misma con sus desafíos, sus altos y bajos, había siempre logrado apartar aquel sueño de él. No solo había invertido sus días en construir una carrera impensada, sino que había logrado adquirir una porción de tierra en una ciudad con grandes problemas en relación a la adquisición de viviendas.
Cuando aún no había sido nombrado gerente, Luis consiguió un lote alejado del centro de la ciudad y, junto a la madre de sus hijos, construyeron la casa con sus propias manos en una comunidad que lo terminó de conquistar para siempre.
“Acá las personas viven una vida de hogar, muy metidos adentro por cuestiones principalmente climáticas, hoy en día la gente en verano hace mucho senderismo o cosas relacionadas con el aire libre y en invierno disfruta de los centros de esquí y las actividades relacionadas con la nieve, como comer cordero al asador en medio del bosque nevado, hacer excursiones con motos de nieve, o realizar travesías con trineos tirados por perros”, describe.
“Desde que llegué, me llamaba mucho la atención la pasividad con la que se vive en Ushuaia, en los primeros tiempos me impactaba y daba placer ver cómo la gente en la ciudad sentía tranquilidad y seguridad de sus pertenencias y de sus seres queridos. Se vive una calidad humana distinta, todos mucho más predispuestos a ayudarte”, continúa Luis, quien fue nombrado presidente de la Asociación de Hoteles de Tierra del Fuego para los hoteles 4 y 5 estrellas, cargo que ocupa hasta la actualidad.
Un sueño cumplido y un momento mágico: “Ha sido un hito increíblemente especial en mi vida”
A pesar de todo, Luis jamás perdió de vista su sueño de convertirse en abogado, que renació en el 2020. Cuando la pandemia arribó todo fue incertidumbre y parálisis. Luis debió cerrar sus hoteles por tiempo indeterminado, pero decidió no desesperar. Supo que tenía dos opciones: quedarse viendo Netflix o aprovechar el tiempo. Decidió que era momento de retomar sus estudios de abogacía, aprobó 18 materias (más que en los primeros años), en el camino se recibió de martillero público.
Las actividades volvieron a la normalidad y, con su sueño una vez más en pausa, Luis comenzó a sentir la necesidad de hacer un cambio en su vida: “La pandemia la padecí como todo el mundo, y como le debe haber pasado a muchos, me hizo reflexionar acerca de cómo seguir mis días. Me sentía empoderado de seguir mis estudios, de hacer un cambio y entender que necesitaba tiempo para mí, hacer cosas para mi desarrollo y desafíos personales”, reflexiona.
Luis habló con los directivos, anunció su salida, y nueve meses después, tras dejar sus asuntos en orden, se retiró con todos los honores de la empresa que lo había acompañado por 24 años. Fue entonces que su creatividad afloró y puso en marcha una agencia de viajes (Welcome Ushuaia) y nació su inmobiliaria (Viva Proyectos) orientada a proyectos inmobiliarios vinculados principalmente al turismo.
Pero sin dudas, el logro más grande de Luis llegó cuando se recibió de abogado. Sin embargo, la vida, con sus giros mágicos, le regaló mucho más que eso: dieciocho años después de iniciar un sueño que tuvo sus piedras en el camino, recibió su título el mismo día y a la misma hora que su hijo, Gian Luca, Luis con 55, su hijo con 24 años.
“Este momento compartido con mi hijo ha sido un hito increíblemente especial en mi vida, subrayando aún más el valor de perseverar y luchar por nuestras metas. Se trata de creer y confiar”, dice emocionado.
Aprendizajes de una vida ascendente: “Si te preparás, estudiás, y le dedicás horas extras como lo hice yo durante toda mi carrera, llegás”
Luis jamás olvidará a aquel adolescente que alguna vez fue, decidido y dedicado, con orgullo. Para él, ser ascensorista nunca tuvo sabor a poco y, tal vez, ese haya sido su secreto: sabía que, sin importar la tarea, debía dar lo mejor de sí, respetando al prójimo. Esa es y fue siempre su manera de ascender en la vida.
Aquel niño que jugaba en las calles de tierra de Villa Lugano, no solo alcanzó un éxito laboral magnífico, sino que cumplió un sueño que muchos creían imposible con su vida hecha, cómoda, a los 55. Pero él se animó a dar un giro drástico y a seguir su lema de vida: superarse.
“Decidí tomar el riesgo y hoy puedo decir con mucho orgullo que me di cuenta de que mi persona traspasó el puesto que tuve de gerente general, y que aquellas voces que lo desaconsejaban, demuestran hoy su cariño y respeto con halagos sobre mi trascendente decisión”.
“Comparto esta historia porque creo firmemente que nunca es tarde para perseguir un sueño. Mi intención es que esta experiencia sirva de inspiración para aquellos que, sin importar su edad o situación, tengan un objetivo en mente. Con dedicación y persistencia, no hay desafío que no se pueda alcanzar”, manifiesta con una sonrisa.
“Los invito a nunca abandonar sus sueños. Crean en ustedes mismos, y no dejen que los obstáculos los desvíen de lo que realmente desean. Todo es posible en la vida, y aunque el camino pueda ser largo y lleno de dificultades, la recompensa de alcanzar nuestras metas vale cada sacrificio”, concluye.
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