Cuando se enteró de lo que tenía, estuvo en shock y tuvo una crisis de identidad. La terapia la ayudó a entender esta enfermedad mental y hasta creó un proyecto fotográfico que superó todas sus expectativas.
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En el 2011 Magali Agnello tenía 17 años. Estaba cursando el último año de la secundaria y, de repente, por un conjunto de cosas que se le habían sumado, el estrés se le disparó a un nivel muy alto, algo que nunca antes le había pasado.
Estaba en una relación de pareja que, cuenta, no era sana y por primera vez le estaba yendo mal en la escuela. Estas dos situaciones y alguna más que no recuerda le causaron fatiga, decaimiento, se aisló de su entorno y comenzó a caerle mal todo lo que comía.
Al poco tiempo empezó a sentir síntomas de depresión que se manifestaron a lo largo de meses: una desmotivación muy grande, falta de autoestima, apatía y pérdida de interés en las cosas que le gustaban, entre otros síntomas.
Pensamientos acelerados y sin la necesidad de dormir
Todo eso, alternado con los síntomas de hipomanía (un estado afectivo caracterizado por un ánimo persistentemente expansivo, hiperactivo y/o irritable, como también por pensamientos y comportamientos consecuentes a ese ánimo que se distingue de un estado de ánimo normal). En su caso, se manifestaba con mucha energía sin necesitar dormir, pensamientos acelerados, empezar y dejar actividades o proyectos constantemente, mucha sociabilidad y gastos compulsivos.
Al cortar la relación que tenía y comenzar a estudiar la carrera de Ilustración en el 2013 la depresión fue reemplazada por la hipomanía. “En los dos años que cursé mi estado de ánimo era predominantemente hipomaníaco: casi no dormía y tenía mucha energía. Estudiaba, entrenaba muchas actividades diferentes como pole dance, trapecio fijo, gimnasio, etc. Trabajaba mucho como fotógrafa en eventos o hacía sesiones de fotos, salía a bailar. Llevaba muchos proyectos artísticos a la par”, recuerda.
Además, probaba actividades constantemente creyendo que se iba a dedicar a eso el resto de su vida, pero las abandonaba a las pocas semanas porque se terminaba aburriendo.
La importancia de buscar ayuda psiquiátrica
“Cada tanto volvía a aparecer algún síntoma de depresión, pero no lo suficientemente fuerte como para que me ´preocupara´. Hasta que llegó el 2016. En ese momento ya había dejado la carrera porque me di cuenta que dibujar no era lo mío. En ese año lo que más predominó fue la depresión. Dejé casi todas las actividades que hacía. Me aislé mucho de mis amistades. No fue hasta que empecé a tener pensamientos suicidas que busqué ayuda psiquiátrica”.
Magali consultó con un psiquiatra que, cuenta, le hizo las preguntas correctas y en esa primera sesión le dijo que pensaba que tenía trastorno bipolar tipo 2, diagnóstico que se confirmó luego de un psicodiagnóstico que le realizó una psicóloga.
El trastorno bipolar es una enfermedad mental que causa cambios extremos en el estado de ánimo que comprenden altos emocionales (manía o hipomanía) y bajos emocionales (depresión). Los episodios de cambios en el estado de ánimo pueden ocurrir en raras ocasiones o muchas veces por año. Aunque la mayoría de las personas presenten síntomas emocionales entre los episodios, es posible que algunas no presenten ninguno.
Específicamente, las personas que tienen el trastorno bipolar II, como Magali, sufrieron al menos, un episodio depresivo mayor y, como mínimo, un episodio hipomaníaco, pero nunca tuvieron un episodio maníaco.
Un diagnóstico no nos define
“Al principio, fue un shock como ante cualquier diagnóstico que pueden darte en la vida, pero eso se transformó en alivio bastante rápido al ir leyendo más sobre qué es el trastorno bipolar y al saber que había posibilidad de tratamiento y de poder estar bien. Siempre sostengo que el diagnóstico es la primera y más importante herramienta para que la persona que lo recibe pueda tener un norte sobre qué tratamiento se puede realizar y qué se puede esperar. No tener un diagnóstico certero produce que te sientas ´en el aire´ y con mucha incertidumbre”.
A partir de ese momento Magali comenzó a tener miedo, pero no por el diagnóstico que había recibido, sino que se trataba del temor a perder su creatividad. “Empecé a creer que lo creativo que tengo era fruto de los episodios de hipomanía y que al comenzar el tratamiento esa creatividad se iría. Tuve como una crisis de identidad, no concebía mi vida sin lo artístico. Pero ahí fue cuando encontré un libro práctico para personas con trastorno bipolar que traía un ejercicio que servía para entender muchas cosas de la diferencia entre quien uno es y los síntomas del trastorno que me dejó tranquila, porque me di cuenta que la creatividad siempre estaba en mí, aunque se expresara de distinta forma si estaba en depresión, en hipomanía o con el ánimo estable”.
¿Qué logros tuvo en su terapia?
La clave para Magali fue darse cuenta que ella no es bipolar, sino que tiene trastorno bipolar y que esta situación de salud mental no tiene por qué definirla. Porque es mucho más que eso: es mujer, fotógrafa, artista, docente y está en pareja, entre otras tantas cosas.
Una vez diagnosticada, averiguó que para las personas con trastorno bipolar está indicada el tipo de terapia Cognitivo Conductual. Pasó por dos psicólogas que no le convencieron hasta que encontró una tercera que en la actualidad continúa siendo su terapeuta.
“En terapia, en general, lo que más trabajé son cosas que me pueden detonar estrés entre otros varios temas. Por ejemplo, algo que por mucho tiempo me ponía bastante mal era tener que estar presente todo el tiempo en las redes para que el contenido le llegue a la gente. Tomó varias sesiones, pero logré aprender a sobrellevar ese tema de otra forma más relajada”.
Un proyecto que vincula su diagnóstico con su gran pasión
Un tema no menor que descubrió en la terapia y en los libros que leyó por su propia curiosidad fue, según ella, la cantidad enorme de mitos que existen acerca de este diagnóstico. Gracias a la fotografía (empezó a los 14 años) ya venía acostumbrada a hablar de temas personales. Entonces, luego de ser diagnosticada no le costó hacerlo público y comenzó a ofrecer charlas sobre el tema en distintos espacios en forma presencial y virtual.
Primero eran meramente testimoniales, pero con el tiempo se volvieron más psicoeducativas. Y gracias a ese trabajo, se enorgullece, llegó a disertar en congresos internacionales de psiquiatría.
“En el año 2020 surgió la posibilidad de realizar una muestra fotográfica al respecto. Al llegar la pandemia y no saber cuándo se iba a poder exponer, comencé a desarrollar un proyecto para publicar en Instagram que luego se transformó en una muestra física. Así surgió Síntoma: una crónica fotográfica sobre trastorno bipolar”.
El proyecto consiste en una recopilación de fotografías que había realizado a lo largo de los años (mayoritariamente prediagnóstico) donde con sorpresa se encontró que muchos de los síntomas de la depresión y la hipomanía se veían reflejados en cada una de esas imágenes.
“Varias veces saqué una foto por día durante un año así que sin quererlo quedó un diario visual de cómo me sentía. Las fotografías están acompañadas, además, de textos que fui escribiendo a medida que armaba el proyecto”.
¿Cómo es vivir con el trastorno bipolar?
Es muy distinto como se vive si se hace el tratamiento a si no se hace. En mi caso que sí lo hago desde el 2017, lo que debo hacer todos los días es tomar la medicación. Y trato de cuidarme del estrés lo más que puedo, tomarme todo con calma, es algo que trabajé mucho: aprender a no hacerme problema por cosas que no lo ameritan porque quienes vivimos con trastorno bipolar tenemos que cuidarnos del estrés más que el común de la gente ya que es el principal detonante de episodios de depresión o de hipomanía. Fuera de eso, mi vida no es diferente al del resto de las personas.
¿Cuáles son las cosas que te gustan desmitificar sobre el trastorno bipolar?
Primero y principal, que el trastorno bipolar no es un trastorno de la personalidad ni es que la persona pase de reírse a llorar en cinco minutos como usualmente se cree. También que el trastorno bipolar no te vuelve violento, eso está muy mal mostrado en series o películas. Te puede volver irritable, pero de ahí a la violencia es otro tema. También hacer saber que las personas con este diagnóstico podemos ser responsables y realizar el tratamiento como hay que hacerlo y tener una vida plena.
¿Cómo te sentís cada vez que das las charlas?
Me siento muy contenta, porque la devolución de la gente siempre es muy cálida. Desde personas que también están diagnosticadas que se sienten comprendidas, a familiares de personas diagnosticadas que se van sintiendo que tienen un poco más de herramientas o entendimiento.
¿Con qué cosas soñás?
Con poder vivir de la fotografía que es lo que me apasiona y vengo desarrollando hace tantos años, con poder seguir dando charlas y llegar a ciertos lugares como, por ejemplo, la UBA. Y también podría decir que sueño un poco con no volver a caer en depresión. El miedo a la recaída, por más bien que haga el tratamiento, siempre está presente, aunque sea chiquitito en un rincón.
¿Qué mensaje les darías a las personas que reciben este diagnóstico?
Que no es una condena. Que lo importante es llegar al tratamiento adecuado (que toma tiempo, no es de un día para otro, pero lo vale). Que aprendan a fondo sobre el diagnóstico. La psicoeducación es algo clave del tratamiento. Que si sienten que el tratamiento no les está sirviendo o no se sienten cómodos con el profesional que los trata, que sigan buscando porque cuando se da con el profesional indicado que trabaja codo a codo con vos todo cambia.
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