Tute: "Somos amantes de los encasillamientos"
Uno de los humoristas gráficos más leídos y compartidos en la Web habla de su nuevo proyecto que cruza poesía con música
Presentar a Tute no es tarea sencilla. A pesar de que tiene un recorrido de más de 20 años como humorista gráfico, decir que es un gran dibujante tiene gusto a poco. Es que, desde hace unos años, ha incursionado en el terreno de la poesía, el cine y la música donde pone de manifiesto, una vez más, su deliciosa mirada sobre los vínculos humanos y el mundo donde vivimos. "Yo creo que todos somos muchas cosas, pero somos amantes de los encasillamientos, de las etiquetas, de ponerle rótulos y quedarnos tranquilos. El rótulo te da tranquilidad. Para mí es una necesidad ir saliendo de las zonas de confort porque me aburro", cuenta mientras busca el encendedor para prender un cigarrillo.
Juan Matías Loiseau, más conocido como Tute, llega a la entrevista y no puede esconder su alegría. Acaba de terminar Canciones dibujadas, el disco que llevó adelante junto a artistas como Kevin Johansen, Ricardo Mollo, Lisandro Aristimuño, Víctor Heredia, Adriana Varela, entre otros. "Son 11 canciones y es un proyecto particular porque no es un CD de canciones mías interpretadas por otros. Es un proyecto de dos patas. Por un lado, el CD físico y por otro lado, los videoclips con dibujos animados que van acompañar estos temas. Algunos fueron dibujados por mí y otros por dibujantes que convoqué. Me armé un equipazo", explica entusiasmado.
-¿El pintor Guillermo Roux dijo que lo importante del dibujo es preservar la intuición. ¿Cómo es tu proceso creativo?
-Yo me encontré mucho más cómodo y creo que descubrí parte de mi identidad a través del error, del trazo intuitivo ya que ahí se pone en juego la espontaneidad y la potencia gestual de lo hecho inconscientemente. Lo que empecé hacer es publicar los bocetos. No hacía el siguiente paso donde repasaba con un lápiz lo que había hecho, donde recorría un camino que ya había transitado con seguridad. En ese proceso, había algo que se diluía, se edulcoraba, se perdía. Yo entregaba el original y lo que quedaba en mi mesa para mí sólo era mucho más lindo y más auténtico. Un día escaneé ese dibujo y lo mandé como si fuese un original y así empezó la cosa.
-¿Podés encontrar un hilo conductor en tus trabajos?
-Hay temas que pertenecen al terreno de las obsesiones y aparecen haga lo que haga. Me ponga a pintar un cuadro, hacer una historieta, una canción, un poema o una película. Hay temas que son recurrentes como el paso del tiempo, la soledad y los miedos.
-El amor y el psicoanálisis son temas que reaparecen en varios de tus libros?
-Forman parte de mis obsesiones. ¿Dónde uno labura y vuelca estas cuestiones? En una terapia psicoanalítica. El psicoanálisis es un terreno muy fértil para el humor. Por un lado, se ha popularizado a tal punto que se habla del psicoanálisis y de cuestiones técnicas casi como se puede hablar de fútbol. Todo el mundo habla de la culpa, del Edipo. Además, me resulta muy divertido gráficamente ver un tipo acostado y a un tipo sentado y que ahí se esté trabajando algo.
-En el prólogo de tu libro Tuterapia, el psicoanalista Gabriel Rolón escribió que, al igual que el analista, el humorista tiene apenas un instante para producir un efecto que cree un nuevo sentido. ¿Creés que, a través del humor, se pueden decir ciertas cosas que de otra forma sería más difícil?
-Totalmente. Cuando le pregunté a Quino para qué sirve el humor me contestó: "Para correr los velos y dejar al descubierto las conductas ridículas del hombre". El humor sirve para eso. Desde el punto de vista del entretenimiento, también se puede pensar como una compañía. No sólo es la manera de decir cosas que de otro modo serían hirientes y de producir revelaciones como dice Quino, sino también permite acompañar la experiencia de vida, este saber de que nos vamos a morir, que se van a morir los nuestros y que todo eso sea más llevadero. Mi viejo decía que el humor tenía que estar en la canasta básica familiar.
-¿Era recurrente en tu casa hablar de psicoanálisis?
-Muchísimo. De hecho, yo empecé terapia a los 18 años más para aprender ese idioma que para resolver problemas míos. Yo sentía que era un lenguaje que en mi casa se hablaba y que yo no lo hablaba, no lo entendía. Todo en mi casa tenía segundas y terceras lecturas, interpretaciones psicoanalíticas respecto de conductas. Para mí era como si estuviesen hablando en chino y no me enteraba de nada.
-¿Qué te aportó hacer terapia?
-Alguna vez, asocié la técnica del psicoanálisis con el humor y la poesía por esto de esconder palabras detrás de palabras y jugar con los sentidos. En el psicoanálisis, cada cosa que uno dice es metáfora, se esconden sentidos como en la poesía y como en el humor. Además comparten un elemento: la síntesis. En lo personal, me sirvió para agudizar la mirada de las cosas y para encontrar mi propia identidad, para hacerme responsable de esa identidad y para ahuyentar fantasmas.
-¿Hay humor en tus sesiones?
-Muchísimo. Todo el tiempo. A veces, yo soy más gracioso que mi analista y a veces ella es más graciosa.
-Algunos dicen que Clemente tiene mucho de vos, pero vos dijiste que es el álter ego de tu papá. ¿En qué cosas lo notás?
-En todo. Son las ideas de mi viejo, sus guiños y deseos. En Clemente, está toda la cultura popular, pero una afición por la poesía y por encontrar revelaciones en pequeñas cosas. Clemente cruza la patita, baja los párpados y yo lo veo a mi papá.
-¿Cómo se resignifica esa ausencia?
-Mi viejo aparece de muchas maneras. En este disco, por ejemplo, le dediqué una canción que se llama "Sin querer" y que escribí al poco tiempo de que muriera. Imagino un mundo donde todo se congeló a partir su fallecimiento. Ya no salían los diarios, la gente no se enamoraba, no había más historias de amor. Lo que era de hielo, de hielo había quedado. Es la sensación que tenía como hijo. A pesar de que el mundo seguía girando, continuaban las entrevistas, las publicaciones, yo sentía que todo se había congelado. En uno de los versos digo: "Cuando dibujo, mi mano también es su mano". Le agregué otro verso para el disco donde me preguntó qué duele más si su ausencia o empezar a olvidar. Hoy siento que puedo vivir sin él, pero aparece cuando estoy haciendo algo. Estoy trabajando en una especie de diario, una novela autobiográfica que va ir desde mi nacimiento hasta la muerte de mi papá. No sé si lo voy a terminar, pero me gusta ir pensándolo.
Sin excusas para un espumante
No es necesario que ocurra un evento extraordinario para descorchar una buena botella de champagne. "No soy un fetichista del almanaque. Me gusta tomarme unas copas para celebrar un pequeño momento con mi mujer, amigos o simplemente escuchando un disco. Para dibujar, prefiero no tomar. Suelo poner música e incluso pueden estar los chicos haciendo bochinches. No tengo problema", aclara.
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