Tulum, fiesta y mar: celebrar una boda íntima y divertida, y luego amanecer en el paraíso
Es la segunda vez en estos últimos meses que una fiesta de casamiento me lleva a México, país que me encanta y en el que tengo muchos amigos entrañables. Era el programa ideal para descansar después de días intensos en Buenos Aires.
En un vuelo directo llegué desde Ezeiza a Cancún, a una hora del Hotel Esencia en donde se celebraría el esperado enlace entre nuestro querido amigo Jason Wu y su novio de toda la vida Gustavo Rangel, #RangelWu el denominador social del evento. Prometía ser una fiesta íntima y divertida, y terminó siendo eso: íntima y descontroladamente divertida.
Recomiendo visitar este hotel, me sorprendió por las nuevas reformas y los impactantes muebles que hasta querría tener en casa, la mayoría de Charlotte Perriand y Jean Prouvé, una interesante combinación para una habitación con vista al mar, en una ubicación soñada y aislada, a sólo 45 kilómetros de Tulum.
Justo al lado hay un pequeño hotel con mucho carisma que será mi próximo destino cuando vuelva a México. Con sólo ocho habitaciones, dos sobre el mar, Al Cielo es el lugar perfecto para descansar y desconectarse. ¡Y no tienen wifi!
Elegí un vestido de Tramando con un vuelo mariposa que nadie dejó de halagar. El diseño argentino no sólo me acompaña tan seguido sino que jamás me deja mal parada. La tranquilidad de la terraza con vista a la playa de arenas blancas y al mar pronto se alteró por la circulación de unos veinte mozos modelos que rotaban con shots de tequila, uno tras otro entre los 80 invitados que éramos. La actriz Diane Kruger dio el discurso de honor y un amigo, que consiguió la licencia por internet, ofició la ceremonia. Así arrancó esta fiesta que terminaría muchas horas después con todos bailando en el mar bajo las estrellas.
La gran ventaja de una boda en un destino remoto es que todos están ahí sin ningún otro plan que festejar con los novios, para luego amanecer en un paraíso y almorzar con amigos recordando anécdotas de la noche anterior. Con todo el fin de semana aún por delante, nos dedicamos a explorar Tulum y resultó ser un destino al que volvería más allá de la naturaleza.
Me entusiasmé con el paddle boarding, mirando pececitos gracias a la quietud y transparencia del mar. Por la tarde buceamos en el gran Cenote, experiencia emocionante y llena de vida. Comer rico es también un gran plan, y mi lugar favorito es Hartwood cuyo chef neoyorkino acaba de lanzar un libro con recetas deliciosas. Coqui Coqui es otro hotel para visitar, propiedad de un argentino tan carismático y amable que, junto a su mujer Francesca, se convirtieron en referencia para todo el que visita Tulum. Vale la pena recorrer su tienda de perfumes de autor y embriagarse con fragancias totalmente desconcertantes.
Como me gusta mucho el turismo gastronómico en todas sus dimensiones, desde hace un tiempo hago cursos de cocina local en aquellos lugares o ciudades que invitan por tener una fuerte cultura y tradición en este aspecto. Y México está entre estos destinos. En Tulum es posible aprender de los secretos culinarios mayas en la escuela Rivera Kitchen y llevarse una cálida experiencia para el recuerdo. Para los amantes de las ruinas, las hay y muchas, pero en este viaje el tiempo no dio. Volver a la ciudad era la próxima escala.
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