Tuits de lesa humanidad: juicio sumario al pasado
Si Maradona logró que le diéramos unos días de tregua a la cultura de la cancelación, la fiebre moralista que se contuvo para despedir al máximo ídolo argentino encontró un lugar donde canalizarse con la difusión de viejos tuits de jugadores del seleccionado nacional de rugby. Fue después de que varios juzgaran escaso el homenaje que le brindaron los Pumas en el partido contra los All Blacks, que en cambio conmovieron con un potente haka para el Diez. Y lo que comenzó con un repudio por el tibio acuse –apenas el luto pegado con cinta aisladora negra en la manga de la camiseta– terminó con una revisión de las publicaciones en las cuentas de Twitter del capitán del equipo, Pablo Matera y sus compañeros Guido Petti y Santiago Socino. En diferentes posteos de entre 2011 y 2013 que ahora parecen llegar desde el pasado en forma de aleccionador "carpetazo" por no haberle dado a Diego el homenaje que merecía, se advierte un contenido xenófobo, discriminador, machista y antisemita.
Como casi todo tema que cae en las fauces de las redes sociales, los sesgos de confirmación, esa tendencia a analizar todo con vistas a confirmar prejuicios arraigados en nuestra mente, se hicieron rápidamente presentes en un caso que, más allá de los involucrados puntuales, nos permite a todos examinarnos a la luz de una conciencia de época que ya no admite tal clase de expresiones. En verdad, no lo admitía tampoco hace ocho años, y tal vez eso explique en parte la imprescriptibilidad de la falta de aquellos adolescentes tardíos que incurrían en ese humor intolerable como una forma de saltearse las reglas morales en una red que parecía creada para eso. En cualquier caso, la tentación de detectar incorrecciones pretéritas de otros célebres protagonistas de las redes se expandió veloz y sentenciosa, y enseguida emergieron del pasado tuits que nunca debieron ser escritos. Como algunos de la influencer Nati Jota, que se defendió ambiguamente con un vivo de Instragram: "Cuando yo arranqué en Twitter tenía 15 años y la moda era (usar) humor negro, que hoy en día no es soportable y es súper cuestionable. No digo que antes no. Yo quería sumar seguidores".
Pero a pesar de la diversidad de infractores morales, el caso de los Pumas sirvió para que muchos apuntaran una vez más a la llamada cultura del rugby como culpable, reviviendo el debate que siguió el verano pasado a la mortal golpiza que un grupo de adolescentes rugbiers le propinó a un chico en un boliche de Villa Gesell. No importó demasiado que por estos días muchos recordaran cómo en los estadios de fútbol los cánticos discriminatorios, xenófobos y homofóbicos son moneda corriente, en el banquillo de los acusados se ubicó al rugby argentino, incriminado ya por demasiados episodios de clasismo e intolerancia. Tal vez por eso la Unión Argentina de Rugby había resuelto inicialmente suspender a los jugadores involucrados y quitarle la capitanía a Matera, sanciones que levantó cuando los involucrados pidieron perdón, aunque para algunos no pareció suficiente: una periodista insinuó que alguien iba a tener que "cagarlos a trompadas" si no se iban del país.
Todo el bochornoso episodio exhibe las dificultades que encierra la construcción de una cultura de respeto y tolerancia que deje en el pasado discursos que nunca debieron naturalizarse. La muchas veces cuestionada "corrección política" se valida ante casos como este: de no existir, estos comportamientos serían pasados por alto. Trazar un grueso límite entre lo admisible y lo que no lo es se vuelve un deber, pues la propagación impune de estos pensamientos no contribuiría en nada a construir una sociedad mejor. Pero al mismo tiempo, los linchamientos mediáticos, los carpetazos públicos y las sentencias hipócritas nos cuestionan también si estamos listos para confrontarnos honestamente con el pasado. ¿Son las cazas de brujas, tan a menudo iniciadas con propósitos muy alejados de los principios que se pretende perseguir, las que nos permitirán dar lugar a la empatía y el respeto como valores de una época mejor? Seguramente, no.
Y, por último, ¿estamos listos para ser confrontados en el futuro por nuestros discursos y miradas de hoy? Deberíamos prepararnos, porque también esta sociedad fracturada, cínica y maniquea será juzgada y tal vez ninguno de nosotros resultará absuelto.
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