Trueno: entre el pibe de barrio y el artista que brilla sobre el escenario

En realidad se llama Mateo Palacios Corazzina. Pero todos lo conocen como Trueno: el rapero argentino que en poquísimo tiempo logró conquistar el competitivo mercado de la música internacional. Sus canciones acumulan millones de reproducciones en las plataformas digitales. Y ya es casi costumbre que en sus conciertos a uno y otro lado del Atlántico cuelgue el cartel de “sold out”.

Trueno empezó su carrera con solo 14 años, cuando en las batallas de freestyle se enfrentaba (y ganaba) a otros mucho mayores. Fue a fuerza de la calidad de sus rimas y de su soltura sobre el escenario que muy pronto terminó convirtiéndose en una celebridad. Junto con su corta edad hubo otros elementos que hoy funcionan como sello de identidad: uno, la defensa de valores como la humildad y el esfuerzo; el otro, su pertenencia al barrio porteño de La Boca.

“Te quería preguntar quién es Trueno y quién es Mateo. ¿Son los dos iguales, o dos personajes distintos?” le preguntó un compatriota al rapero, que hoy tiene 22 años, en el marco de una de las últimas ediciones de Aprendemos juntos, la propuesta educativa y transformadora de BBVA.

“Tuve una dualidad muy zarpada en mi vida”, arrancó a contar el músico, que explicó que desde muy chiquito empezó a ver rondando por internet videos suyos. “Entonces como que empecé a ser conocido medianamente por mi barrio y por mi escuela. Y eso fue una confusión muy grande para mí. A los 14 años uno todavía no sabe quién es, ni por qué está en este mundo, ni qué hace, ni qué va a hacer. Y tener todas esas miradas encima, esas idealizaciones que tiene la gente sobre las personas que ve en un video, fue bastante chocante”.

“Fue muy loco, porque era un chico que abajo del escenario era un pibe callado que iba en bicicleta por el barrio, y después los mataba a todos cuando batallaba y sacaba mi demonio interno. Pero la gente ve lo que pasa arriba del escenario y se imagina que sos igual abajo” contó y confesó que en la primera canción de su disco Rain habla un poco de esa confusión.

“El trabajo –reflexionó– fue unificarlo y mostrarme también a mi público como alguien vulnerable, escribir desde la sensibilidad, sin censura y sin tener miedo a nada. Tratar de no crear una imagen, o un superhéroe, como uno también suele ver a su ídolo, y mostrarme a mi público como Mateo”.

“El camino tiene subidas, bajadas, de todo”

“Yo no tengo una diferencia con cualquier persona que me siga. Solo tuve la suerte de tener un papá que me acompaña y un sueño muy claro desde que soy chiquito. También disciplina y aprender lo que es el camino”, agregó.

“El camino tiene subidas, bajadas, tiene de todo. Pero si uno se mantiene y aguanta esos malos momentos, esas confusiones, las críticas de la gente, las miradas, ser raro al principio, son todas pruebas de la vida, para ver si vos realmente querés seguir tu sueño o si lo dejás en el camino. Hoy no tengo miedo a que la gente me vea sensible y a unificar un poco lo que es el personaje y la persona”.

Un aplauso cerrado siguió a estas últimas palabras que, como es habitual en el ciclo, al mismo tiempo mueven a la emoción, la inspiración y el pensamiento profundo. Y es que la lógica de Aprendemos juntos tiene que ver, precisamente, con compartir una serie de contenidos de la mano de algunas de las personalidades más brillantes de la ciencia, las artes, la música, el deporte, las humanidades y la filosofía, entre muchas otras disciplinas.

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