Soda Haus se alza en el límite de Colegiales con el sello de los arquitectos Mathias Klotz y Edgardo Minond y la impronta de la antigua fábrica de soda Tomasello y Cía. Tres de los jóvenes residentes muestran su estilo de vida en dos ambientes cargados de personalidad.
Valentina
Nacida y criada en zona norte, el verde tiene para ella un poder de seducción especial. "Cuando vine a ver el departamento por primera vez, me convenció la enredadera de la medianera, que estaba toda florecida". El lugar, además, cumplía con un requisito que ningún otro satisfacía: espacio suficiente para un living y un comedor. Además, tenía mucha luz, y la garantía de que no le iban a construir al lado.
Valentina es diseñadora gráfica y trabaja para una marca de ropa. Vive con su perro y disfruta de sacarlo a pasear por la plaza que rodea el edificio. Antes de mudarse, hace menos de un año, se embarcó en una pequeña remodelación para ampliar la cocina. "El departamento estaba a estrenar, así que tampoco quería hacer un gran despliegue, pero sí me interesaba tener resuelto ese sector porque cocino un montón".
"La cocina forma gran parte de mi vida: mi mamá es cocinera, yo me la paso haciendo postres, invitando gente a comer. Por eso el interés de hacer obra ahí y la elección de una mesa grande".
La reforma estuvo a cargo de Trua Arquitectura."Yo tenía una idea de lo que quería, pero ellas se coparon con el proyecto y le dieron una vuelta de tuerca", cuenta la dueña.
Mi casa es muy ecléctica, una mezcla de cosas que me resultaron lindas. Al principio era todo blanco y negro; pero a medida que lo fui poblando, se amigaron el estilo escandinavo y el industrial
Para que la barra no le sacara espacio a la cocina, se ensanchó la columna donde está el pizarrón (del lado de la puerta, la extensión funciona como estantería). Además, el techo se bajó con una placa de yeso para darle una terminación prolija. También se cambió el piso: "El original era de cemento alisado, pero por un caño roto se había armado una mancha de óxido, así que lo rehice pero en blanco, porque ilumina más el ambiente". La barra de pino hemlock canadiense tiene mucho espacio para guardar la vajilla.
"Me encantó que la mesa tuviera caballetes de hierro con una onda industrial. Cuando la fui a comprar a Broca también me fascinaron las lámparas, y me llevé todo el combo. Con las sillas, en cambio, di un montón de vueltas. Al final las conseguí en De Sillas". Por otro lado, nunca había tenido la tele en el living: "Dudé mucho antes de traerla. Pero me encanta ver series y no quería caer en la contradicción de tener la casa divina pero pasártela encerrada en el cuarto".
Lo primero que tuvo en la casa fueron los sillones de sus abuelos, que Valentina hizo lijar y retapizar con lino claro. Los almohadones son todos de Rapsodia, salvo los de animales, que compró en Williamsburg, el barrio de diseño de Brooklyn. Ezequiel (su vecino del 19) le prestó la mesa ratona de hierro en comodato hasta que esté lista la que le encargó, ya que Ezequiel también hace muebles.
"Las chicas de Trua son fanáticas de los LED: al zapatero le pusieron tiras debajo de los estantes que se encienden al abrir la puerta". Además, diseñaron una estantería con escritorio para el nicho, donde hoy Valentina guarda algunos libros y sus accesorios.
"Le pedí a las arquitectas que ampliaran el espacio de guardado: me armaron un mueble genial con puerta corrediza de vidrio que es zapatero de un lado y estantería del otro".
Ezequiel
Cuando recién empezaba a estudiar arquitectura, Ezequiel ya era fan declarado de Mathias Klotz. Que el edificio tuviera su firma inclinó la balanza para convencerlo de mudarse, sumado al hecho de que fuera "medio loftero" (pero sin escaleras: una lección ya la aprendida), tuviera balcón con vista abierta y estuviera un tanto alejado del Palermo que lo cansó (y por el que ahora siente de a ratos una leve nostalgia).
Fue gracioso porque me mudé y dije ‘qué fiaca pensar de nuevo en cómo voy a vivir’, pero traje los muebles y quedaron ahí. Después agregué cosas, pero la distribución inicial fue muy natural
Entusiasta del arte, compra obras cada vez que tiene la oportunidad, y éstas le dan a su casa una impronta única. Además, intercala muebles de distintos diseñadores que combina con dinamismo. Pero advierte: "Todo en su justa medida. A veces hay que bajar un poco y agregar cosas tranquis, que te hagan sentir cómodo. Si no, terminás viviendo en un showroom". "El piso de porcelanato ya estaba. No es lo que hubiera elegido, pero me dio una base neutra".
"En cuanto a los cuadros, creo que soy un poco dark. La chica de amarillo a primera vista parece buena onda, pero si te fijás bien, tiene un harpón y está sonriendo con cara de haber ‘cazado’ a alguien".
En el living, un banco largo y un taco de Net sumados a dos mesas de la firma danesa Hay forman un conjunto ecléctico que reemplaza la mesa ratona. "Si tuviera lugar, armaría algo más cuadrado, lleno de cosas distintas". Las sillas Eames de madera tienen distintos orígenes: una fue un regalo y consiguió la otra mientras elegía muebles para un cliente. "A veces me pasa eso de salir a comprar para otro y terminar comprando para mí. Igual, odio que no sean idénticas". Junto a la arponera, cuadro sin título de Juan Becú.
"Dejé la cocina como venía. Siempre pienso en cerrarla para tener otra pared donde colgar más cuadros. La verdad, lo que más hago es mate, y puedo enchufar la pava en otro lado". La alfombra estilo pastizal es obra de Alexandra Kehayoglou. "Ella es espectacular y le está yendo bárbaro, tiempo atrás armó una pasarela de este estilo para el Fashion Week de París. Por suerte, yo compré la mía un poco antes", se alegra Ezequiel.
La mayor parte del tiempo que está en su casa (que no es mucho), está en el comedor, que armó con una silla Eames, dos Bertoia con almohadones de Kom, una mesa Tulip y "Life!", obra de Eloisa Ballivian. El sillón lo arrastra desde su primer departamento: un día fue a la oficina de su papá y le avisó que se lo llevaba.
Hecha con géneros de Marimekko, la ropa de cama es de Lucy para Dos. "Como es la marca de una amiga, tengo varios acolchados con estampados diferentes y los cambio todo el tiempo".
Carmen
Dueña de su propia línea de muebles, Carmen Niro Blanco trabaja desde su casa pero también pasa mucho tiempo en movimiento, por eso la zona fue un elemento de peso al elegir dónde vivir. "Tengo muchos clientes en Belgrano y Palermo, así que estoy estratégicamente ubicada para abarcar los dos barrios. Además, me encantan el lugar y el edificio".
Ella sabía que quería algo en tonos claros, tranquilos y el toque nórdico que con el que se identifica. El objetivo era lograr algo hogareño y personal, pero sin sentir que está viviendo en su propio showroom. Si bien recicló algunos muebles de su departamento anterior, mandó a hacer muchos nuevos. "Paso mucho tiempo con mis carpinteros: me encanta ir a sus talleres, mirar, aprender", dice entusiasmada.
Tenía una idea bastante pulida de lo que quería para mi casa: partí del piso y las paredes claras con muebles en blanco y tonos neutros como el color grafito del sillón
Carmen diseñó los muebles de su comedor: una mesa de lapacho con tapa maciza laqueada y cuatros sillas ‘Osby’. "Arranqué por la tela. Me gustó cómo quedaba con blanco y con madera, así que hice dos en paraíso natural y dos blancas que se integran con el resto de la decoración".
El mueble que delimita la cocina y el living es lo que distingue espacialmente a este departamento del resto. Es de tablero de pino teñido con una mezcla de barniz al agua y una pizca de color que deja ver la veta de la madera al mismo tiempo que combina con el piso. Del lado del living, tiene tres estantes con decoración; del lado de la cocina, espacio de guardado que Carmen usa para blanquería.
"Mandé a hacer un mueble de madera porque no me gustaba que se viera la puerta del cuarto. Además, del otro lado tiene un nicho para esconder la heladera".
"El vidrio repartido lo quería poner sí o sí en algún lado. La ubicación arriba de la barra fue perfecta: delimita la cocina con transparencia y corta con el blanco del mueble de atrás".
La barra es de tablero de pino, con el mismo tratamiento que el mueble separador. "La uso más como apoyo. Puse las banquetas recién ahora, así que tal vez empiece a aprovecharla para tomar algo o desayunar". En la esquina de la cocina, donde originalmente estaba el nicho de la heladera, Carmen mandó a hacer un mueble que contiene el lavarropas y artículos de limpieza.
Sobre la mesa de luz laqueda blanca ubicó una lámpara que trajo de Chile. "La vi y me gustó tanto que compré dos: la otra, que es negra, está en el escritorio". Como en el resto del departamento, la ventana tiene cortinas roller blancas.
"En el cuarto tenía el espacio de guardado resuelto, pero para el baño les pedí a unas arquitectas que me armaran algo para guardar todos los productos, cremas y chirimbolos que acumulo".
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