Hoy les traemos una pieza fundamental de nuestro archivo : la primera nota de nuestra serie "Tres vecinos", que comenzó llamándose "Huella personal" y se convirtió en un clásico de la revista. En este caso, visitamos el edificio de una antigua sociedad de fomento en el Bajo de Acassuso, que fue reciclado y habitado por vecinos que mantuvieron el espíritu de cooperación que reinaba en la antigua institución.
Al edificio hecho de hormigón, se le agregaron –adelante y atrás– sendas proyecciones de madera. La pileta en altura rodeada por deck y los árboles suman atractivo.
César
Encontró el departamento por casualidad, andando en bicicleta: "Vivía por la zona y siempre veía esta construcción, a la que llamaba ‘la vietnamita’, pero nunca se me ocurrió que algún día podía llegar a vivir acá", cuenta César que armó un hogar como él: ecléctico, libre y, sobre todo, muy alegre.
"Nunca podría entrar en un lugar vacío y llenarlo de muebles recién comprados. Me gusta que la ambientación surja más naturalmente, un poco de lo que vaya pidiendo la casa".
La mayoría de las fotos que adornan las paredes son de su autoría, y en el espacio aledaño al living organizó un rincón conocido como "la barra del césare" por su afición a agasajar a sus amigos con comidas y tragos.
Como en el edificio no existe algo así como un consorcio, cada uno de los vecinos tomó la responsabilidad de ocuparse de un aspecto del mantenimiento. Así, por ejemplo, a César le tocó la pileta.
María
Se define como "catalana de nacimiento y mediterránea de sangre". Estudió diseño y fotografía, y muy pronto empezó a viajar por las principales capitales del mundo. Después de vivir ocho años en Costa Rica, en 2001 llegó a Buenos Aires, donde se sintió instantáneamente fascinada por el Río de la Plata.
"Cuando me mudé hice varias reformas, con la idea de aprovechar mejor los espacios. Por ejemplo: en el hall de distribución, puse una mesa que también es escritorio; y arriba, creé un corredor donde coloqué la biblioteca".
María paseaba por la zona buscando casa, hasta que de pronto se paró frente a la que hoy es la suya. Sin siquiera entrar, llamó a la inmobiliaria y semanas más tarde estaba mudándose, curiosamente, por los mismos días en que lo hizo César.
Fanática del reciclado, del color y de la noble tarea de encontrar objetos bellos y singulares, María es una incansable visitante de cuanta feria, subasta o mercado aparezca en su camino.
Javier
Fue, por poquito, el propietario más antiguo del edificio que queda muy cerca del río, una ventaja para él que practica surf y disfruta de la naturaleza. "Parece otro mundo: hasta se escucha el relinchar de caballos, porque muy cerca hay un club hípico".
La ambientación se planteó con muebles heredados. "Algo vino de mis viejos y otro poco de mis abuelos y de mi bisabuelo. También hay objetos que fui comprando en viajes –como mantas de México y artesanías de Sudáfrica y la Patagonia-, además de algunos cuadros que me regalaron mis amigos. Tengo varias plantas y algunos artículos deportivos, como una orza de la tabla de surf y un remo de kayak".
"La convivencia con los vecinos es muy armoniosa: en vez de reuniones de consorcio, hacemos asados", cuenta Javier que, como es un hombre muy ordenado, se encargó de llevar las cuentas del edificio.
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