Tres claves para evitar la dependencia emocional y alcanzar nuestra mejor versión
Te comparto una serie de ideas que pueden ayudarnos a dejar de depender de los demás para reconocer el maravilloso potencial que yace dentro nuestro
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El tema de la codependencia es muy amplio y podríamos abordarlo desde diversos aspectos. En esta ocasión, te comparto tres ideas al respecto:
1. Me fusiono
La persona codependiente, por lo general, se mueve por simbiosis. Expresa, por ejemplo: “Lo que vos pensás es lo que yo tengo que pensar”; o: “Lo que a vos te gusta es lo que a mí me tiene que gustar”. Dicha fusión la conduce a perder su singularidad. Cada uno de nosotros es distinto de los demás. Yo no tengo que ser tu fotocopia, ni vos tenés que ser la mía. Vos sos vos y yo soy yo.
Necesitamos pararnos en nuestra particularidad, en eso que nos hace ser únicos y especiales. Yo tengo mis gustos, mis ideas, mis creencias, mi manera de pensar; y vos tenés los tuyos. Pero lo tuyo no es mejor que lo mío, ni lo mío es mejor que lo tuyo. Sencillamente, somos distintos y deberíamos celebrar nuestras diferencias.
2. Dame
El codependiente vive diciendo: “Te necesito, dame”. Pide todo el tiempo porque alberga la creencia de que el otro es su fuente, su suministro constante de bienestar. Piensa tal como dice la canción: “Sin tu amor, no viviré”. Aquí debemos recordar que cada uno de nosotros es autónomo por naturaleza. Entonces, antes de que alguien me felicite por lo que logré, puedo elegir felicitarme yo mismo. Es decir, darme eso que estoy esperando que alguien más me brinde.
Muchos expresan: “A mí nadie me reconoce ni me valora”. Cuando uno mismo es el que se valora, todo lo que nos den los demás será solo un bonus track, un extra que recibiremos con alegría. No necesitamos salir a buscar nada afuera desesperadamente porque todo ser humano posee la capacidad de generar, de sentir empatía o compasión y, sobre todo, de validarse a sí mismo.
3. Calmame
Aquel que es codependiente le atribuye poderes mágicos al otro. El otro es el “gurú”, la pareja ideal que calma su ansiedad. ¿Por qué? Porque, en el fondo, lo que la persona que depende de alguien siente es miedo. Miedo a atreverse, a arriesgarse, y a cometer un error. ¡Atrevete! ¡Arriesgate! “¿Y si me va mal?”, tal vez te preguntes. Seguramente en más de una ocasión te fue mal, sin embargo, aún estás con vida. Un error no es el fin del mundo. Cada uno de nosotros posee la capacidad de ser arriesgado en la vida.
Recordá: sos distinto, sos autónomo, sos arriesgado. Estas tres ideas pueden ayudarnos a dejar de depender de otros para reconocer el maravilloso potencial que yace dentro nuestro y nos permite alcanzar nuestra mejor versión.
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