De Mina Clavero a La Paz, un rosario de pueblitos protegido por las Altas Cumbres convoca habitantes y turistas con una misma pasión: el culto a la naturaleza y el amor por la tierra.
Aunque hay otras maneras de entrar a Traslasierra, todos coinciden en que el camino de las Altas Cumbres es la puerta grande. El ingreso más difícil –las curvas están, y son muchas– sirve para empezar a aclimatarse y conocer este valle verde y todavía agreste del oeste de Córdoba, a unas tres horas en auto desde la capital provincial, que algunos se animan a comparar con la Toscana.
Son 120 km a lo largo de las rutas 20 y 14, algunas ciudades y unos pocos pueblos, con algunas cosas en común: 300 días de sol al año, un clima seco, una tierra donde se dan bien los olivares y viñedos, pero también diferencias. Cómo poner en la misma bolsa a Mina Clavero, rebosante de negocios, semáforos y hasta con un casino, con la tranquilidad de San Javier, donde subsiste la pulpería y los criollos siguen bajando la cuesta en burro. O a Nono, destino hippie chic con ofertas varias para un viajero con presupuesto, con al remoto Luyaba, donde la cita más importante del año es la "fiesta de la gallina hervida" y los lugareños venden en la puerta de sus casas las hierbas –peperina, cedrón, burro– que recogen en el monte profundo y después secan en sus patios. O a Villa Dolores con Yacanto. Todos están cerca, a poca distancia entre sí, pero conservan un carácter que los distingue.
Modo feria
Los sábados a la mañana, sin embargo, nadie se cuestiona el plan. Hay un encuentro que se hizo ritual y no sabe de temporadas bajas, medias, ni altas. "Esos días el corazón de Traslasierra late en la plaza de Villa Las Rosas", dice el Gallego, que fue uno de los productores –en su caso, de quesos de cabra– que inició la feria hace 11 años. Lo que el primer sábado fueron apenas cinco o seis puestos se convirtió con el tiempo en un animado paseo en el que se pueden comprar mieles, aceites, yogures, dulces de leche y hierbas de la zona, pero también ropa y artesanías y un abanico de comidas, que van desde el locro y la humita en chala hasta los dumplings y varios platos de street food venezolano.
Para muchos productores la feria es la única vidriera para mostrar su trabajo. Viven en lugares aislados, sin vecinos en muchos kilómetros. Es el caso de Salvia Gómez, cuya casa es un antiguo refugio de montaña camino al cerro Champaquí, el Puesto Muyu, repleto de frutales que no le dan respiro: o la fruta cae y se pudre en la tierra o se apura en elaborar chutneys y dulces orgánicos, que cocina con leños de molle y nogal. "¿Sabés cómo sale el trueque en invierno?", dice Salvia, que también vende grapa y harina de palta.
La Carniolita es otra parada obligada. Gladys viaja desde Cuesta de los Loros con su carrito eléctrico y mientras vende miel orgánica y productos derivados (crema hidratante, shampoo) lo deja cargándose con el sol del mediodía. Química de profesión, vive desde hace más de 25 años en Traslasierra y dice que ya no es de Buenos Aires. "Era de Buenos Aires", asegura. "Vine a buscar la vida que quería".
Justo al lado está el puesto de Miri, holandesa, ojos felinos, de un verde casi amarillo, y un costado del pelo rapado. Ella hace yogures naturales y dulces de leches, que la memoria del paladar recuerda como esos que probamos de chicos, con un sabor real, sin conservantes y cada vez más difícil de conseguir en las ciudades. También está Ricardo –otro de los puesteros históricos– que vende un vermú serrano memorable, preparado con naranja, limón, pomelo y romero, y elabora vinos en una pequeña bodega, San Ramom.
Por la ruta del vino
Entre todos los productos de Traslasierra, el vino es el que está haciendo más ruido. Hace 15 años la zona recuperó viñedos que habían sido abandonados. Hoy hay una incipiente, pero prometedora ruta del vino: de las 16 bodegas de la zona, tres están en San Javier y en todas es posible hospedarse.
La última en sumarse a la ruta fue Finca El Tala, que escapa a cualquier etiqueta fácil. Es una bodega, con hermosos viñedos junto a la pileta, pero también es un jardín botánico y un territorio para desmadejar de a poco. Tenemos dos días para hacerlo. "Cada rincón es una foto", dice nuestro anfitrión Gregorio "Goyo" Aráoz De Lamadrid. Y no es metafórico. En la puerta de la casa de adobe en la que nos hospeda, hay un estanque con lotos y nenúfares fucsias y naranjas, uno de los casi 20 que se reparten en el predio de diez hectáreas, en el que se preservaron dos de monte nativo. En otro rincón hay un molle de 200 años del que cuelga una tela para improvisar acrobacias.
Siete años tardó Goyo en convertir lo que era su casa en este espacio para recibir turistas. "El Tala representa para nosotros las ganas de estar vivos y de hacer y crear cosas bellas", comenta mientras invita un blend de su bodega Aráoz De Lamadrid y una bandeja con charcuterie casera que también se elabora en la finca. De la reunión participa el inglés Richard Kirton, con el que tienen proyectos en común –uno de ellos es reflotar el recordado restaurante Peperina, en La Población– y quien también produce ricos Syrah, con uva de Luyaba.
Una confusión con el nombre de la finca remonta la historia a otro siglo y a otra Argentina. "Todos creen que es por el árbol, que es típico de acá, pero en realidad es por una batalla que tuvo lugar en la provincia de Tucumán". Goyo es chozno de Gregorio Aráoz De Lamadrid, que en esa pelea se batió contra Quiroga, y pasó a la historia como un militar temerario.
Muy cerca de El Tala trabaja quien fue el pionero de la vuelta del vino a Traslasierra. Nicolás Jascalevich se formó en la Toscana y en Francia, y aplicó lo que aprendió en su bodega El Noble, que funciona en el hospedaje Las Jarillas. Tiene 12 mil plantas, el 70% Malbec, aunque reconoce una debilidad por el Merlot. También es enólogo de otras bodegas locales más pequeñas como Viarago o El Boleado. "¿Si tienen alguna particularidad los vinos de Traslasierra? Es una pregunta muy difícil, faltan muchos años para saberlo. Lo que te puedo decir es que de esta zona saldrán grandísimos vinos, que van poder competir con los alta gama de cualquier provincia", dice con seguridad.
Al ritmo serrano
La plaza de San Javier también ejerce su influjo. Allí se siente el ritmo de la vida serrana en todo su esplendor, sobre todo después de las seis de la tarde. Los lugareños y los turistas orbitan alrededor del bar de Mario, el supermercado Machín y el Restaurante de la Plaza. Otro de los puntos de encuentro es la conocida tienda Los Olivos, donde Sara Griskan muestra su gran ojo para encontrar las mejores piezas de los artesanos de la zona. Sara llegó a Traslasierra hace más de 20 años y conoce a todos, a los venidos y a los nacidos, a los hijos de los venidos. En el fondo de su laberíntico local hay un sala donde exhibe las fotos que les hizo hace muchos años a los personajes del pueblo. Le pregunto con cuál de ellos tendría que hablar hoy para que me revele el genuino Traslasierra, el que no aparece en ninguna guía de viaje.
Duda. "Dejame pensar", dice.
En el interín nos internamos en La Población, todavía más sosegado que San Javier y que Yacanto, si eso es posible. Entre las viejas casonas, con ladrillos a la vista o incluso pintadas de colores, destaca la antigua morada de los Dixon, una familia irlandesa de la zona. Hace diez años se transformó en el hotel La Reserva, pero conserva su prosapia: los techos altos, la buena madera, las enormes ventanas abiertas al jardín y con vista a las sierras, la galería. "La casa tiene 110 años, y yo apenas entré sentí una energía absolutamente positiva. Este lugar te captura y te enamora. Hasta sentí que acá me podría morir tranquila", dice Marilyn, la actual dueña, antes de hacernos de guía por las calles desiertas del poblado, donde la apariencia de que no pasa nada es una ilusión: ahí está Bonzo, el restaurante de moda, para confirmarlo.
Es el día de la partida cuando Sara Griskan arma el encuentro con María Luisa –"la Muqui’– descendiente de los Torres Zapata, una de las familias criollas más conocidas de San Javier. A los 85 nos recibe en malla en el jardín de su casa e hilvana historias que incluyen maridos bígamos, enemistades de pueblo, armas y huesos incrustados en paredes y pretendientes que pasaban a buscar a sus novias a caballo. Después, sin contener la risa, dirá que los recuerdos tiran, pero que aún la divierte esperar la traffic e irse a pasear a Villa Dolores o nadar en su pileta, aunque sus nietos se enojen.
En un rato vamos a cruzar de nuevo las Altas Cumbres y dejar atrás el valle verde de Traslasierra. Y sí, están las Altas Cumbres, pero también las cosas pequeñas que demandan la atención. Como la Muqui diciendo, espléndida: "Estoy vieja, pero todavía me mando un poquito de aventura".
Si pensás viajar...
DÓNDE DORMIR
SAN JAVIER
La Hondonada. Calle pública s/n, a 2 km del centro de San Javier. T: (011) 5159-4602. Antiguo rancho serrano de adobe remodelado con buen gusto y ampliado por sus nuevos dueños, Carlos y Christian. Ambiente tranquilo, cálida atención, jardín impecable y salida directa al arroyo San Javier. También ofrecen almuerzos y cenas a los huéspedes. Aceptan mascotas.
YACANTO
Hotel Yacanto. Calle s/n. T: (3544) 48-2002. Emblemático hotel construido por los ingleses del ferrocarril. En 2020 cumple su centenario y es el único de su estilo que jamás cerró. Cancha de golf de 20 hectáreas y un bar tradicional donde beber gin tonic. Amerita al menos una visita.
Estancia La Cruz. Calle Camino Champaquí 5877. T: (011) 155-047-5856. Hotel boutique ambientado por el artista cordobés y ganador de un Oscar Eugenio Zanetti con la escenografía de sus películas. Estética excéntrica y hollywoodense. Buenos precios, servicio bastante informal.
VILLA LAS ROSAS
Spa Las Dalias. Quebrada del Indio s/n, Quebrada Norte. T: (03544) 49-4559. A cargo de Pepe Bidart y Liliana Racauchi, funciona hace 24 años como destino para desintoxicarse de la ciudad y de la vida moderna. Cocina macrobiótica, clases de yoga, tai chi, charlas sobre nutrición, caminatas, masajes, tratamientos de belleza con productos naturales. Jardín con flora nativa.
NONO
Calma Nono. Paraje La Quebrada s/n, Nono. T: (03544) 1543-4952.
Hospedaje ideal para parejas (no aceptan niños). Amplias suites con jacuzzi, deck y terraza. Pileta de 20 por 10 con vista a las Sierras Grandes. Reiki, yoga