Su trabajo de oficina lo asfixiaba y buscó la sensación de “sentir la libertad entre tus manos y no dejar que escape nunca”
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Para Cristian, el detonante fue el coronavirus. En aquellos tiempos, como tantas otras personas en el planeta, el joven trasladó su rutina de trabajo de la oficina a su hogar, obligado por el confinamiento. El encierro se transformó en tediosas horas sentado frente a una computadora; largas jornadas que trajeron consigo una marea de interrogantes, que no hacían más que crecer y golpear con fuerza. Ahora estaba encerrado en su casa, ¿pero había sido libre alguna vez? ¿Qué diferencia había entre estar atrapado en sus cuatro paredes a estarlo en una oficina? Si optaba por pasarse la vida trabajando tal como lo venía haciendo, ¿cuándo iba a comenzar a vivir realmente?
“El tiempo es limitado y la juventud también. Por cada minuto de vida que me la pasaba en el trabajo, extrañaba recuperar tiempo con la familia, ir a pescar, salir a descubrir un pueblo o un museo”, reflexiona Cristian hoy, mientras rememora su historia.
La pandemia, finalmente, funcionó como detonante de lo que, en el fondo, hacía mucho se venía gestando. Durante los meses de confinamiento, el joven argentino comenzó a planificar “el día después”, un nuevo inicio en su vida que empezaría cuando los gobiernos optaran por levantar las restricciones. Su reinventarse llevaba un solo nombre: viajar.
El nacimiento de un modo de vida y una obsesión: “Si bien ahorrar es importante, también es esencial que explores el mundo”
Su primer destino fue Colombia, donde descubrió en el andar que en él habitaba un real gusto por viajar. Tras recorrer Bogotá, llegó a la isla caribeña San Andrés. Dedicó las horas del día a dos actividades principales: nadar y pasear, “dan más que el dinero, dan pura felicidad”, asegura él.
Todavía en el Caribe supo que debía seguir viaje, aunque esta vez deseaba hacer más que eso: anhelaba dejar realmente atrás su vida de oficina para vivir en otra cultura y, en el camino, descubrir otras tierras alejadas de su mundo conocido. Se obsesionó con la idea de volar hacia Australia y Nueva Zelanda, ser uno de los afortunados en obtener una visa que le permitiera trabajar y viajar.
“Mi padre siempre me decía: `No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy´. Yo lo cambié a `No dejes para mañana el viaje que puedes hacer hoy´ Estudiar economía me enseñó que, si bien ahorrar es importante, también es esencial que explores el mundo. Sí, el dinero es importante y la vida profesional aún más, pero a veces se nos va el tiempo y nos olvidamos de ser felices y viajar”.
Nueva Zelanda: “Era ahí donde me sentía vivo, feliz”
Cristian arribó a la tierra de los maoríes con las lágrimas derramadas en Ezeiza aún húmedas. Pero apenas pisó el aeropuerto de Auckland, la tristeza de la despedida se transformó en alegría infinita: Nueva Zelanda había dejado de ser un sueño.
Un antiguo compañero de trabajo le dio hospedaje. Él resultó ser un pilar fundamental en las dos semanas iniciales, que se esfumaron entre la adaptación y algunos trámites. A los diez días de recibir su visa de trabajo (SSE), Cristian se presentó en su primera entrevista.
“No lo podía creer. Así que comencé trabajando en la cosecha de manzanas, donde a pesar de pasar 10 horas al día, me levantaba con el corazón lleno de felicidad, era ahí donde me sentía vivo, feliz. Conocí gente preciosa, gente de diferentes partes del mundo con quienes, hasta el día de hoy, sigue el contacto”.
Luego de aquella experiencia, Cristian viajó a Tauranga, en el norte, donde durante dos meses cosechó, podó y empaquetó: “Dos meses intensos, en los que ahorré dinero como loco. Lo único que tenía en claro era que no quería irme de ninguna manera de este bello país. Así que, manejé hacia la Isla Sur de Nueva Zelanda; viajé y recorrí diferentes ciudades, en unas merecidas vacaciones”.
El argentino llegó a Queenstown con el objetivo de encontrar una oferta laboral y poder optar por una visa de trabajo que le permitiera quedarse más tiempo. Finalmente, en el sur, trabajó en una bodega hasta que recibió buenas noticias desde Australia: tenía el permiso para emplearse en aquel país intrigante.
“Cuando se venció mi visa de trabajo de Nueva Zelanda, decidí irme de vacaciones unas semanas a algún país del sudeste asiático para luego ir a Australia. He aquí otro punto de inflexión lindo de la vida: quedamos con una compañera y amiga de trabajo para ir a tomarnos un cafecito. Solo eso fue necesario, un café, para que me convenciera de irme dos semanas a Japón”.
Tras superar las primeras dificultades provocadas por la barrera idiomática, Japón brilló ante sus ojos. Durante los siguientes días disfrutó de la fusión de lo nuevo con lo antiguo, de su atmósfera tan avanzada habitada por personas muy amables y respetuosas: “Los niños que crecimos en los 90′s fuimos educados por Japón sin saberlo: caricaturas como Heidi, Mazinger Z, Ranma 1/2, Robotech o Dragon Ball Z esparcieron los valores, fantasías y deseos de la nación nipona. Fuimos testigos de la globalización con los primeros gadgets desde el reloj calculadora Casio, consolas Nintendo, SEGA y Playstation, celulares, computadoras, los cosplays llenos de color”, reflexiona Cristian.
Vivir en Australia: “Este país me sigue dando motivos para permanecer acá”
Para cuando su visita a Japón llegó a su fin, aventurarse a vivir en Australia ya era un hecho. Cristian deseaba adentrarse en sus ciudades y paisajes, así como aprovechar las buenas oportunidades laborales que sabía que le dejarían un gran margen para el ahorro.
Aterrizó en Gold Coast y disfrutó de las olas y la playa durante una semana, antes de comenzar a trabajar en una granja. El ahorro fue significativo, lo que le permitió recorrer miles de kilómetros colmados de maravillas; condujo por las interminables carreteras hasta llegar a Darwin, donde buscó un nuevo empleo y, con él, la extensión para un segundo año de visado.
“Conseguí trabajo como ayudante general de obras. El pago es de 35 dólares la hora. Así, en un trabajo de 9 horas diarias, el total es de 315 dólares por jornada. Con mi primer sueldo me compré un auto, así que por suerte tengo la posibilidad de transportarme con total libertad. Acá, con dedicación y esfuerzo se pueden lograr grandes cosas, incluso desempeñándome en un oficio modesto”.
“Australia es un país donde podés progresar y ahorrar. Este país me sigue dando motivos para permanecer acá, no sé si es el destino, o simplemente coincidencia, solo me queda agradecer, porque de alguna u otra forma soy afortunado de estar acá, sobre todo en días como hoy (dólar, inflación, inseguridad). La situación acá es bastante estable, a modo de ejemplo, acá tengo la posibilidad de conseguir un iPhone 14 Pro Max después de ahorrar una semana”.
Aprendizajes en el camino: “Sentir la libertad entre tus manos y no dejar que escape nunca”
¿Cuándo voy a comenzar a vivir realmente? Esa es la pregunta que se hizo Cristian en plena pandemia, un confinamiento que lo llevó a dejar la oficina, las largas horas tras una computadora y el mundo de la economía, para descubrir los paisajes más increíbles, enaltecer los sentidos y conectarse con esas mareas de personas que, como él, en el fondo siempre están tras la búsqueda de la felicidad, tan difícil de conquistar en un mundo alienante, reproductor de sistemas.
Su año de “prueba” para recuperarse de los efectos asfixiantes del coronavirus, se transformó en años de trabajo, donde el joven nunca dejó de estudiar y nutrirse. Hoy, Australia, es el lugar elegido para vivir, pero el mundo, para Cristian, lo espera siempre con las puertas abiertas.
“Esta experiencia se ha convertido en un camino de crecimiento personal difícil de explicar con palabras”, dice. ”Viajar es descubrir los miles de sabores nuevos en la comida callejera y los colores más brillantes en paredes de templos y edificios que nunca pensaste conocer. Viajar es saber que uno es más fuerte de lo que pensaba al llevar ese bolso de mochilero día y noche por muchos países. Viajar te hace caminar, cargar objetos y esforzarte físicamente como no lo habías hecho en años. Tu cuerpo se vuelve más fuerte, al llegar a casa sentís una necesidad de seguir usándolo. Con ese llamado, uno sale a correr, caminar, o incluso ir al gimnasio”.
“Haberme atrevido a salir de mi zona de confort ha sido la mejor decisión de mi vida. Conocer nuevas culturas, idiomas, costumbres y personas de todos los lugares del mundo, tiene un precio incalculable. Y si bien no todo es color de rosa y hay momentos de querer correr por un abrazo de tu familia, tras un respiro profundo, vuelve la sensación de satisfacción por estar haciendo lo que realmente te llena el alma. Si sentís que algo le falta a tu vida, que algo le sobra, si querés hacer un cambio, si querés sentirte pleno, satisfecho, atrevete, vas a tener temores, miedos y dudas. ¿Quién sabe si las oportunidades para uno están al otro lado del mundo? Hay que ir a buscar la respuesta”.
“Otra cosa importante es estar motivado, tanto para buscar trabajo como para cuando ya tenés un empleo. Perder el miedo a aprender y equivocarse, y enfrentarse a un nuevo idioma. Todo se aprende y no hay que tener temor a nuevos desafíos. Por otro lado, viajar solo (sin acompañantes) te permite ser libre de planificar tu itinerario según tus intereses y preferencias, sin tener que preocuparte por complacer a nadie más. Además, viajar solo te obliga a salir de tu zona de comodidad y a enfrentar tus miedos, lo cual te ayuda a crecer como persona. No solo se trata de viajar, es descubrir tus pasiones a través de un viaje. Al regresar de cualquier viaje, la cabeza y el corazón se llenan de curiosidad por intentar cosas nuevas: aprender a bailar, cocinar o emprender un nuevo negocio. Te das cuenta de que lo material no importa tanto. Viajar es la increíble propuesta de sentir la libertad entre tus manos y no dejar que escape nunca. Es una experiencia que recomendaría que todos viviesen al menos una vez en la vida”.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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