Se entregó a una relación de 15 años, y un día tuvo que enfrentar a la soledad y a un mundo extraño de citas
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Martín conoció a la mamá de sus hijos en el año 2007. Fueron dos años de noviazgo que recuerda con cariño y respeto, a pesar de las tormentas que aún no sabía que iban a atravesar. Fue así que en el 2009 dieron el sí cargados de sueños e ilusiones, con la idea que ambos traían del amor eterno y el “felices y comieron perdices”.
Sus batallas, sin embargo, comenzaron pronto, cuando decidieron agrandar la familia: “Una dura lucha”, rememora Martín. “Tratamientos, inyecciones y amarguras”. Pero ellos estaban armados de amor, lo que les permitió sobrevivir las desilusiones hasta ese tan ansiado día en el que llegó el positivo tan deseado: “Nació Cata y llegaron los años de crecimiento”, continúa Martín. “El día a día donde uno vive la rutina”.
Cierto día, ambos decidieron que era tiempo de traer un hermanito al mundo. La odisea que emprendieron fue otra vez dura, pero la diferencia era que ahora conocían el camino. Una vez más los tratamientos dieron paso a los negativos: “Aunque ya no tan amargos”, rememora.
Y así, a la vida del matrimonio llegó Benja. Dos niños que crecieron sanos y felices en un seno familiar colmado de cariño, pero donde sus padres, poco a poco, se habían comenzado a distanciar.
Volver a foja cero: “Me fui a vivir al lugar donde nací”
El amor que construyeron juntos duró quince años hasta que una mañana, Martín despertó en otra vida. La brecha se había ensanchado de manera paulatina, pero el final fue drástico y, como en casi toda separación, aquellos tiempos no fueron lindos, y él sintió de manera drástica que había retrocedido mil casilleros, en especial cuando tuvo que hacer las valijas y, veinte años después de irse, volver a vivir a lo de sus padres: “Me fui a vivir al lugar donde nací”, cuenta. “Fue difícil, porque la vida sigue, uno intenta acomodarse a la situación actual y sigue viviendo”.
Durante los siguientes ocho meses, los hijos de Martín vivieron con él y sus abuelos los días asignados, hasta que pudo, finalmente, rearmarse en su situación económica y encontrar un techo para vivir. Hubiese querido irse antes, a pesar del amor y la buena voluntad de sus padres: “Pero yo no pertenecía ahí. Es la casa de ellos, no era mi casa”.
Fueron tiempos de discusiones, enojos, llantos y tanto más, una época que Martín atravesó como pudo y acompañado por un gran amigo, su sostén, que había vivido una situación similar y que a cada instante le recordaba la clave para sobrevivir la tormenta: tiempo y paciencia, un combo difícil para Martín.
Volver a las citas y un hola inesperado: “Elegir por fotos y lanzarse al futuro match es frío”
Cierto día de aguas más calmas, Martín comenzó a explorar las aplicaciones de citas. A partir de entonces, se embarcó en una seguidilla de salidas en las cuales conoció a muchas mujeres. Sin embargo, aquel mundo pronto lo desilusionó: “El mundo app es tan distinto. Elegir por fotos y lanzarse al futuro match es frío”, reflexiona.
Aburrido de mensajes vacíos y salidas sin sentido, Martín eliminó las aplicaciones de su teléfono. De pronto, comprendió que debía aprender a estar solo, algo que nunca había sido de su agrado.
Y un día, justo ahí, cuando creyó que debía resignarse, le llegó un mensaje que decía: “Hola, soy yo”. Lo que siguió al mensaje traía consigo tanta simpleza y profundidad al mismo tiempo, que Martín sintió ese clic que indicaba que estaba ante algo diferente a lo que había vivido con anterioridad.
“Empezamos a hablar y no paramos por tres días, y nos vimos por cámara hasta que fuimos al cine. Mis encuentros siempre eran ir a comer y dije: debo cambiar. Tuvimos muy buena onda de entrada”, asegura.
Volver a creer en uno y en el amor: “Lo más importante es que yo me reencontré internamente conmigo”
Las tormentas son inevitables, a veces un vínculo no sobrevive a ellas, y la idea de volver a creer en el amor parece imposible. Sin embargo, este es capaz de renacer de las cenizas con formas nuevas y devolverles las sonrisas a los corazones rotos. Al final, como decía su amigo, se trata de tiempo y paciencia.
El 5 de junio de 2024, Martín y su novia cumplirán un año juntos, un suceso inesperado un año antes: “Soy feliz y estoy profundamente enamorado de ella”, dice. “La vida te da revancha. Encontré una gran compañera, que me ayuda, está presente para mí. Tenemos respeto entre nosotros. Tiene hijas que son dos seres muy cariñosas, dulces. Mis hijos las conocen, cada tanto hacemos algún encuentro todos”.
“Pero lo más importante es que yo me reencontré internamente conmigo y ella es todo para mí. Agradezco a la vida que en el momento menos pensado apareció. Y el amor se construye día a día. La plantita hay que regarla siempre”.
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