Su vida fue una sucesión de éxitos y fracasos. Fue olvidada tanto por sus pares como por el público.
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La primera filmación de la historia dura apenas un minuto y -si la miramos con criterios actuales- es mortalmente aburrida. Muestra la llegada de un tren y su locomotora a vapor a la estación de La Ciotat, un balneario cercano a Marsella, en el sur de Francia. La escena fue filmada en 1895 por los hermanos Auguste y Louis Lumière en persona, los mismos que inventaron el procedimiento del cinematógrafo. La banalidad de la escena era ampliamente compensada por la novedad que la proyección de imágenes en movimiento representaba a fines del siglo XIX. El cine nació como una atracción que se mostraba en salones de hoteles y en ferias, pero una mujer vio enseguida el gigantesco potencial que tenía para contar historias.
Se llamaba Alice Guy y tenía solo 22 años al momento de filmar su primera obra, en 1896. “La fée aux choux” (El hada de los repollos) es una ficción breve de la que nos llegaron apenas 50 segundos. Muestra a una elegante mujer bailando con gestos y expresiones exagerados y anticuados en medio de un jardín plantado con enormes repollos, de los cuales saca unos bebés... La escena presta a la sonrisa a un siglo y cuarto de distancia. Pero los historiadores del cine consideran que es el verdadero punto de partida de la industria, el primer paso hacia Hollywood, los Oscar, Cannes y todo lo que construyó el mito del Séptimo Arte.
“Soy una mujer”
A pesar de haber filmado cientos de películas y de haber sido la primera cineasta de ficción de la historia, el nombre de Alice Guy suele ser escamoteado y la mayoría de los escritos sobre los primeros años del cine pasan directamente de los hermanos Lumière al ilusionista Georges Meliés, además de los hombres de negocios Léon Gaumont y Charles Pathé. Con mucha amargura, ella escribió en sus memorias, publicadas póstumamente: “Si hubiera nacido en 1873. Si hubiese trabajado en la Gaumont durante once años. Si hubiese sido la única mujer cineasta del mundo durante 17 años. ¿Quién sería? Sería conocida, sería famosa, sería celebrada, sería reconocida. ¿Quién soy yo? ¿Méliès, Lumière, Gaumont? No. Soy una mujer”.
94 años de vida y una reivindicación tardía
Este triste balance de su vida es el epílogo de casi un siglo de una existencia (falleció en 1968 a la edad de 94 años), que empieza a ser rescatada del olvido y reivindicada en estos tiempos de empoderamiento femenino. Una historieta sobre su vida se prepara en Francia, donde un premio creado en 2018 lleva su nombre. Varios documentales recientes le fueron dedicados o la mencionan. El más reciente, “Be Natural : The Untold Story of Alice Guy- Blaché”, salió en 2019 en Estados Unidos; Jodie Foster se encarga de contar la vida de la pionera. Algunos cineastas no la habían olvidado, sin embargo, como Alfred Hitchcock o Serguéi Eisenstein, o más recientemente Martin Scorsese, quien comentó un día que “Alice Guy fue una realizadora excepcional y sin embargo fue olvidada por la industria que ella mismo contribuyó a crear”.
Es cierto que fue mucho más que una pionera. Sentó las bases de la industria del cine y creó las profesiones de guionista, cineasta y productor. Fue la primera en filmar en exteriores y en desarrollar personajes complejos. Filmó argumentos feministas mucho antes de las reivindicaciones por la igualdad de género.
Inventó géneros como el péplum y hasta el making-of (al filmar una de sus filmaciones...). Creó los primeros clips de la historia con algunas estrellas del music-hall parisino de la época, tres décadas antes de la invención del cine sonoro… Hasta se adelantó a Hollywood y armó el primer gran estudio de Estados Unidos.
La parisina que convenció a Gaumont que la dejará filmar
Parece imposible haber reducido a silencio tal vida y tal obra, pero es lo que ocurrió, a ambos lados del Atlántico. Es el final digno de un dramón como solo el cine sabe contar. Y de hecho la vida de Alice Guy también es digna de un guion. Nació en un suburbio de París, en el seno de una familia burguesa acaudalada. El padre tenía una cadena de librerías en Santiago de Chile, donde ella pasó algunos de sus primeros años. El negocio quebró luego de un terremoto e incendios, de modo que la familia Guy volvió a París en 1879. Luego de aprender estenografía, consiguió un empleo como asistente del apoderado de una empresa fotográfica.
Ese encuentro fue la suerte de su vida. El hombre se llamaba Léon Gaumont y muy pronto pasó a ser el dueño de la compañía, así como uno de los primeros en interesarse en el invento de los hermanos Lumière. De hecho Alice Guy estará presente también en una de las primeras proyecciones, en marzo de 1895, meses antes de la primera función pública. Si bien su empleador captó enseguida el potencial comercial del nuevo aparato y se convirtió en uno de sus principales revendedores, fue ella quien vislumbró antes que nadie todo el campo artístico que este medio tenía por delante.
Gaumont y los Lumière no habían pasado todavía de la rutina de filmar escenas de la vida diaria, apelando más que nada a la hazaña tecnológica del cinematógrafo y las sorpresas que producía entre los espectadores. Se recuerdan crónicas de la época que cuentan cómo los espectadores salían corriendo de la sala al ver aparecer el tren sobre la pantalla. Las otras filmaciones que solían figurar en la programación de aquellas primeras funciones mostraban la salida de los obreros de la fábrica de los hermanos Lumière en Lyon, a un herrero trabajando en su taller, a una pareja dando de comer a su bebé y la muy famosa secuencia del “regador regado”, el primer gag de la historia del cine.
Alice Guy había estudiado fotografía, sabía realizar trucajes y era capaz de revelar ella misma sus tomas. Vio en el cine un método mucho más completo para contar historias y para crear emociones que con una imagen. Sin embargo, en aquellos años de fines del siglo XIX no era fácil para una mujer imponer su punto de vista y salir del estrecho marco laboral y papel social que se le imponía. Con insistencia logró convencer a su jefe para que le dejara usar las cámaras y las películas “siempre y cuando sea fuera de los horarios de trabajo”.
“Hada de los repollos”
Así nació “el Hada de los repollos”, la primera obra que filmó. La versión que circula en la web y que se ve en Youtube es desgraciadamente una remake de 1900 y el original, como la mayor parte de su abundante obra, se ha perdido. Una vez que tenía el correo de Léon Gaumont al día, Alice Guy se dedicaba a escribir pequeños guiones y buscar a actores entre sus amigos. En las pocas entrevistas que se le hicieron, cuando ya era muy mayor, calificó este primer film como “no muy bueno”. Es que el cine realizó progresos gigantescos en tan solo unos años y ella fue la mayor partícipe de esa aventura.
Gracias a ese primer ensayo y a los que le siguieron, terminó por convencer a Gaumont de que el cine era algo más que una atracción de ferias, El industrial la puso a la cabeza de lo que los especialistas en marketing llamarían ahora una nueva unidad de negocio. Fue la directora de producción de la empresa y puso su incipiente experiencia al servicio de cineastas novatos. Mientras seguía filmando sus propias obras, escribía para otros, supervisaba sus trabajos y hasta participaba en la dirección de los actores y el diseño de los trajes.
Alice Guy fue al mismo tiempo una pionera y una excepción en una profesión que iba a ser durante generaciones exclusivamente masculina. Gracias a ella, sin embargo, Gaumont pudo enfrentar a su gran rival de entonces. Charles Pathé fue el otro gran protagonista del desarrollo del cine de aquellos primeros tiempos. Y lo fue luego de un intento fallido de hacer fortuna en Buenos Aires, donde se contagió de fiebre amarilla y tuvo que repatriarse a Francia, el país donde sí sentaría las bases industriales del cine.
Gracias a Alice Guy el catálogo de la casa Gaumont tenía en 1906 un 80% de ficciones que iban desde lo fantástico hasta el western, desde el drama hasta la comedia. Entre ellas, figuró a partir de ese año lo que se considera como la primera obra maestra, diez años antes de “Intolerancia” de D.W. Griffiths. Filmó nada menos que “La vida y la muerte de Cristo”, una película de media hora con más de 300 extras, algo nunca visto hasta entonces. De la misma manera que Coco Chanel sería unas décadas más tarde la Mademoiselle de la moda, Alice Guy lo es para el cine.
236 películas y productora propia
Única mujer en un mundo de hombres, se enamoró del representante de la firma Gaumont en Berlín, un británico diez años menor que ella. Se casaron en 1907 y decidieron instalarse en Estados Unidos. En aquel momento ella ya había ganado medallas de oro en varias Exposiciones Universales y era una leyenda del cine. Al momento de subirse al transatlántico que la llevaría al Nuevo Mundo, dejaba en sus espaldas una obra compuesta por 236 películas.
Con su esposo fundaron Solax Films, una sociedad de producción basada en New Jersey, no tan lejos de Nueva York, donde estaban las oficinas de la Gaumont y de su eterno rival, la Pathé Frères. Hollywood no existía todavía y el estudio de la pareja fue el mayor productor de su tiempo, hasta la Primera Guerra Mundial. El ritmo de estrenos fue vertiginoso: en unos años se lanzaron 350 películas. Además de dramas y comedias, había argumentos más ambiciosos sobre la Guerra de Secesión y temas muy polémicos como la trata de blancas. Solax fue también la primera empresa que filmó con actores negros. La guerra, un incendio y la traición de Herbert, que la abandonó para irse con una joven actriz, pusieron un punto final a esta fulgurante aventura.
Alice Guy-Blaché se divorció y en 1922 volvió con sus dos hijos a Francia, donde la industria del cine había cambiado considerablemente. Nadie le ofreció un lugar para reinsertarse en ese mundo que le debía tanto. Se dedicó entonces a la escritura de cuentos infantiles e hizo varios viajes entre Europa y América del Norte, tratando de recuperar su obra y rescatar su papel ya olvidado -cuando no atribuido a otros como Louis Feuillade, uno de sus primeros asistentes. El propio Gaumont se olvidó de mencionarla en un libro sobre su empresa. Prometió remediar la omisión en una segunda edición, pero murió antes de poder concretarla.
En Estados Unidos, Alice Guy-Blaché solo pudo recuperar tres de sus películas, Tuvo que esperar hasta 1957 para obtener un primer reconocimiento, con un homenaje organizado por La Cinemateca Francesa a instancias de Louis Gaumont, el hijo de Léon. Fue un golpe de proyector fugaz sobre su obra y su carrera, pero suficiente para que pudiera dar algunas entrevistas y seguir luchando para que su nombre y su legado ocupen un merecido lugar, más importante.
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