Tradición, innovación y nuevos desarrollos de anteojos
Puertas adentro del monasterio devenido Museo Nacional de la Ciencia y la Tecnología Leonardo da Vinci, cuatro expertos de la industria italiana de las gafas discuten sobre la tradición, la simbología, el consumo y las innovaciones alrededor de los anteojos, tanto para ver mejor como para ir de incógnito. Entre ellos, cautiva un hombre vestido con un traje azul que parece haberlo elegido entre su placard sartorial para combinarlo con sus anteojos al tono; se trata de Cirillo Marcolin, el presidente de la feria Mido. La elección de la locación para presentar los ejes de la 47 edición de la feria no fue arbitraria: en 1508, Da Vinci observó que al introducir la cabeza en un recipiente de cristal con agua se modificaba la visión y así sentó las bases de las primitivas lentes de contacto.
Las pulsiones de la Semana de la Moda que aconteció en Milán en la última semana de febrero se respiran en las tiendas de la Via della Spiga a la vía Montenapoleone, ingresan a la panadería deli de Prada y a los bares que veneran la hora del aperitivo con Ginrosa o spritz. Quienes asistimos a la feria Mido 2017 indagamos en la trastienda, la tradición, la innovación y los nuevos desarrollos de uno de los accesorios más codiciados y venerados por todo seguidor de la moda: los anteojos y las gafas que, en italiano, se denominan occhiali. Convocados por la oficina argentina de la Agenzia ICE –consagrada al comercio exterior– una comitiva que admite expertos en ópticas y compradores de la Argentina, Uruguay y Paraguay, entre ellos la óptica Silvia Watterman, el diseñador industrial del estudio Valecuatro y cronistas de moda, nos adentramos en los pabellones de la Fiera Milano Rho. La hoja de ruta nos dirige tanto al sector Fashion, el Club Lab como a un sector de Asia. De la pasarela sin pausa de los occhialis se desprenden las innovaciones en cristales – que en sus dictámenes predican el uso de una paleta que exalta tanto los tonos rosas, azulinos, arena, verdes–, los nuevos modos en marcos y en estructuras (ya en acetato, titanio y aluminio, pero también en madera, cuernos de búfalo y mármol) y no omite los ornamentos para los occhiali: de pétalos, hojas secas, plumas, bieses y cintas de cuero dispuestos por los saberes de los diseñadores y la paciencia de los artesanos italianos. Acerca de las morfologías, se imponen las gafas maximalistas, cual corazas para la mirada, que otorgan inmediata extravagancia a las y los usuarios; como contracara, un revival de las gafas hippies que popularizó John Lennon.
La muestra The Glasses Hype, que reúne 5000 imágenes de campañas de la industria de los occhiali fechadas entre 1930 a la actualidad, resulta un fabuloso ejercicio de estilo para alinear imaginarios del presente y del pasado y los nuevos modos del vintage de las campaña retro de FOCA, Calisto Fedon, Sbisa, Nilsol; los avisos de Ferrari o los picantes guiños entre gafas y sexo que denotaron portadas de la revista Playboy, y a las campañas de la Eyerworks protagonizadas por Andy Warhol. Del lado del mainstream, para quien ingresa a la feria, se impone visitar los showrooms de Luxottica –que cobijan sus desarrollos para Chanel, Dolce&Gabbana, Prada– o bien acercarse al sector que recrea el taller de trabajo de la exquisita firma Safilo. Entre una y otra categoría, un infinito catálogo de logos, materiales, texturas, formas: de los marcos con geometría multicolores cual candy de la firma alemana Wissing a las recreaciones avant garde de la firma Gamine, o los armazones con madera de Siberia de Brevno.
Del lado de la tradición italiana, se destaca la colección de Eclipse Eyewear. Diseñada por la experta Anna Affede, presentó 14 modelos para el sol y seis spectacles. En mi búsqueda de los occhiali perfectos, luego de una maratón improvisada de pruebas no puedo omitir mencionar la dicha ante el hallazgo de un par azul marino provisto de rosas y de corazones a contratono realizados con tecnologías 3D por Bijouets. Su cotización cuadra con mi presupuesto, pero la desdicha no tardará en llegar: según el protocolo imperante en las ferias, allí las gafas nunca están a la venta.
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