Tradición centenaria: la particular historia del traje de la Virgen de Luján, que cambia todos los años
Victoria Rueda y Gustavo Castro forman el matrimonio que se encarga de confeccionar todos los años el manto que lleva la imagen de la Basílica de la Virgen de Luján, la auténtica, la que todos los argentinos llevan en el corazón como una devoción popular. Desde hace tres años, son los dueños del emprendimiento que no solo realiza el traje de la estatua original -que se dona-, sino que además cose y borda los vestidos y mantos que lucen las réplicas de todos los tamaños que se venden en el local del santuario.
Todos los años, la imagen de la Virgen de Luján cambia de vestido y de manto. Es un trabajo que se hace para mantener el traje limpio y pulcro como un acto de amor a María, la supuesta madre de Jesús y de todos los católicos. Se trata de una antigua tradición relacionada con la devoción mariana. En el marco de una ceremonia especial, un sacerdote oficia el ritual: le quita el traje anterior a la imagen para colocarle uno nuevo.
La celebración suele hacerse unas semanas antes del día de la virgen -8 de mayo-, pero este año la crisis del COVID-19 provocó que todas las misas se oficien en una sola. A las siete de la tarde se transmitió por el canal de YouTube de la basílica la ceremonia que incluyó el tradicional cambio de manto. El viejo se corta en pedacitos mínimos que se convierten en reliquias para repartir con alrededor de setenta mil estampitas.
La confección
"Yo trabajo de sacristán en la basílica y Victoria, mi esposa, es secretaria allí también. Hace unos años, nos enteramos de que Ricardo Burella, el dueño del emprendimiento de los mantos de la virgen, lo había puesto en venta. Él trabajaba con su hermana Imelda, a quien le decían Cuqui. Ella cosía el traje todos los años", cuenta Gustavo.
Con un pequeño esfuerzo económico, Victoria y Gustavo -que tienen dos hijos, uno de doce y otro de nueve años- lograron comprar el negocio textil y se convirtieron en los herederos de una tradición centenaria. "Para nosotros esto es providencia divina. Nunca nos imaginamos que íbamos a tener el honor de coser el manto de la Virgen de Luján, de la que está en la basílica. Somos muy devotos de María. Es algo que hacemos con mucho amor", confiesa Gustavo.
Si bien la imagen original mide solo 38 centímetros de altura, el vestido que se le confecciona es mucho más largo para darle una mayor presencia e importancia en medio de la impresionante arquitectura del templo. La moldería requiere de un ancho de 1,50 metros y un largo de uno. Gustavo cuenta que el traje está compuesto por un vestido blanco y un manto celeste con forma de poncho. "Usamos crepe, un género muy suave y de buena calidad. Primero cortamos las partes. Luego, las bordamos a mano con hilos, piedras y canutillos dorados que forman pequeñas flores además del motivo propio del año correspondiente. Este 2020, usamos el logo del año mariano. Los motivos los eligen los sacerdotes de la basílica y nosotros después los diseñamos para aplicarlos en el traje."
Una colección
Para evitar posibles errores y ajustar detalles, unas semanas antes de la ceremonia oficial, se realiza una prueba de vestuario para verificar que todo esté en orden y que el traje le siente de maravilla a la pequeña imagen de terracota.
El matrimonio también se ocupa de la confección de vestidos para las réplicas en todos sus tamaños. "El trabajo es el mismo. Bordamos a mano incluso los que van en las imágenes que miden diez centímetros. En la santería, además, se vende el traje por separado para quienes ya tienen la imagen pero quieren renovar el manto. Las ventas aumentan en mayo y en octubre. La verdad es que nos sentimos muy bendecidos por tener la posibilidad de hacer este trabajo", concluye Gustavo.
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