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“Hoy puedo ver cosas que pasan alrededor porque mi cuerpo está en el momento presente, pero si no tengo consciencia no lo puedo ver”, así describe Agustina Echegoyen el estado en el que vive hoy y trata de vivir cada día; ser consciente del aquí, el ahora, de ella misma, de su cuerpo y trasladar esa consciencia a todos sus ámbitos: trabajo, familia, amigos, pareja, alimentación y consumo.
Pero la vida de Agustina distaba mucho de ser lo que es ahora. Creció en Mar del Plata en una familia donde todos surfean. De hecho, ir a surfear todos los fines de semana era lo habitual en ellos. “El surf me dio muchas herramientas no solo para enfrentar un deporte y poder sentirme bien sino que es algo que llevo todos los días, el hecho de poder sentirte cómoda y poder enfrentar olas, poder animarte, desafiarte en el mar es algo que no solo me ayudó para estar en el mar sino en etapas que tuve en mi vida”, analiza Agustina que además competía en el Circuito Argentino de Surf.
Cuando terminó el colegio su papá le ofreció seguir compitiendo o pagarle una carrera en una buena universidad. Optó por irse a vivir sola a Buenos Aires y estudiar Comunicación Social en la Universidad de San Andrés. Hizo su tesis de moda y junto a unas amigas se fue a vivir a Londres para hacer un posgrado.
Una vida de película
Su vida empezó a ser de película: trabajó en la embajada de Argentina y después en grandes marcas como Ralph Lauren y Tom Ford. Eso no fue todo. Tuvo la oportunidad de armar un perchero para Kate Middleton y el Príncipe Williams. Su vida social también se había modificado radicalmente. La invitaban a las mejores fiestas, se compraba la mejor ropa, se codeaba con los círculos más top y los fines de semana viajaba con sus amigas por Europa.
“Yo sentía que mi vida era perfecta. Estaba en la cresta de la ola a nivel laboral trabajando en la capital donde todo pasa”, recuerda Agustina. Pasaron cinco años hasta que la llamó su papá para decirle que tenía que volver, su madre estaba enferma.
El duelo por la pérdida más grande
No perdió tiempo. Organizó como pudo su cargada agenda y tomó el primer vuelo a Sierra de los Padres. Allí su madre tenía un centro de retiros espirituales. Cuando llegó, el panorama la dejó devastada. Su mamá estaba perdiendo la batalla contra la enfermedad. Agustina no se separaba de ella, su mamá lo era todo. A la noche se quedaba en vela junto a ella y mientras aprovechaba para trabajar a distancia tratando de coordinar la diferencia horaria. El cansancio era tal que empezó a replantearse el modo en que quería seguir encarando su vida.
“Maestra de reiki, terapeuta transpersonal, coordinadora de constelaciones familiares y un ser único, esa era mi mamá. ¿Por qué a ella?, pensé. No me imaginaba la vida sin sus consejos, sin su presencia. Con las últimas fuerzas que le quedaban me dijo: Sé una mujer adulta, desenvolvete”. Agustina atesora en su corazón esas últimas palabras y se las repite casi a diario.
“Me limpié de energías que me cargaban”
Volvió a Londres para seguir con su vida. Pero ya no era la misma. En el día de su cumpleaños -y sin contarle a nadie- sacó un pasaje para embarcarse en un viaje interior. Haría el profesorado de yoga en Bali, Indonesia, un destino que había quedado pendiente por conocer y al que siempre había soñado viajar con su mamá. A partir de ahí comenzó su viaje de limpieza y la decisión de empezar a vivir de una manera más consciente.
Si bien su mamá era un ser espiritual, Agustina nunca se había sentido atraída por ese enfoque. Pero en Bali comenzó su proceso con la misma “curandera espiritual” de Elisabeth Gilbert, la escritora de “Comer, rezar, amar”. El trabajo implicaba realizar rituales. Como era una experiencia costosa, como medio de pago, Agustina ofreció ayudarle con la ubicación en Google Maps y en diferentes páginas web y redes sociales de turismo y viajes, para que la gente pudiera encontrarla.
“Fue un viaje transformador. Empecé a desprenderme de mis miedos, de mis sombras, a animarme a ser yo, a dejar de lado el darle importancia a la opinión de los otros. Empecé a vivir y sentir el momento. Bali me cambió la cabeza”.
Juntas hicieron un trabajo muy intenso de limpieza. “En Londres yo fumaba, tomaba alcohol casi todos los días y tenía algunos desórdenes alimenticios. Aprendí todo de nuevo. Me limpié de energías que me cargaban, que me hacían mal. Cambié mi alimentación, dejé de comer carne. La última empresa en la que trabajé era fast fashion, producían a escalas enormes y me afectó mucho ver lo que explotaban, por eso me metí a fondo en todo lo que es la sustentabilidad. El mar contaminado me afecta muchísimo”, incluso recuerda la impresión que le dio una vez que surfeando se encontró rodeada de basura.
“La mariposa me conecta con la transformación”
En ese trabajo de consciencia hizo el duelo por la muerte de su mamá. Empezó a estar conectada consigo misma y a ver las cosas que pasaban a su alrededor. Aprendió que su mamá sigue presente, aunque de otra forma: en los sueños y en las pequeñas señales, como por ejemplo las mariposas.
“Capaz estoy medio para abajo y me aparece una mariposa en medio de la nada. Recuerdo una vez, surfeando en medio del mar, me apareció una mariposa blanca y me puse a llorar. Un día con mi hermana entramos al cuarto del estudio de retiros que tenía mi mamá y encontramos que había muchísimos cuadros de mariposas. La mariposa es transformación, evolución y me conecta con ella”, confiesa emocionada. Es que asegura que desde que su cuerpo está ubicado en tiempo y espacio ella puede ver y asombrarse con las pequeñas sintonías como por ejemplo cuando el teléfono marca 11:11.
Al regresar a Buenos Aires sintió que su camino iba por ese lado. Ella tenía que poder comunicar esto que estaba viviendo y la hacía sentirse plena. Estudió coaching ontológico y comenzó a dar retiros para mujeres que quieran tener consciencia de ellas mismas. Los retiros son en Sierra de los Padres, en Uruguay, en Costa Rica y en Bali, donde todo empezó. La fuerza femenina se une en un ambiente de surf, yoga y coaching donde se trata que todas las mujeres hagan un cambio y puedan llegar a la plenitud por medio de diez movimientos. Allí, y en el libro que publicó, “Mujeres conscientes” (que se reeditó en España), transmite lo que aprendió.
“Mujeres conscientes” es estar en el aquí y el ahora. Es conectar con tu propio cuerpo, cuidarlo, respetarlo, ser consciente de los alimentos y del consumo de ropa. Ser mujeres conscientes nos permite disfrutar del espacio laboral, de la pareja y de estar solas con nosotras mismas. “Trato de ayudar a la gente a que se ubique en tiempo y espacio, a no pensar en lo que pasó antes o pasará después”. De esta forma Agustina encontró el secreto de la felicidad y así lo trasmite.
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