Torcer el timón
Hizo todo lo que estuvo a su alcance para recuperar a sus hijos, secuestrados por su ex marido, en 1997. A su modo, lo logró. Gabriela Arias Uriburu es hoy una madre muy particular, que además alcanzó otro objetivo: recuperar en el mundo su lugar de mujer
Es la historia de una mujer a la que la vida le torció el rumbo. Nunca imaginó Gabriela Arias Uriburu que cuando se casó en 1991 con Imad Shaban, en Guatemala, y después de tener a sus hijos, las cosas se iban a complicar tanto. Nunca imaginó que su problema se iba a convertir en un tema internacional. Que sus hijos iban a ser los rehenes de dos culturas.
Gabriela no es sólo su historia, es un símbolo. Sus hijos Karim, (20), Zahira (19) y Sharif (16) hoy pueden encontrarse con su mamá. Pero en 1997, cuando eran bebes fueron secuestrados por su padre y llevados a Jordania a escondidas de su madre. Tras pelear, ella los vio un año después.
Karim, el mayor, hoy vive en Lugano (Suiza), y estudia marketing internacional. Zahira estudia diseño gráfico en Glasgow, Escocia, y Sharif está terminando el colegio y vive en Jordania. Imad Shaban es un hombre económica y políticamente muy poderoso, que usó todas sus influencias para apropiarse de sus hijos.
Gabriela (48) vive mitad en su departamento de Palermo, mitad en la casa de su novio en Lomas de Zamora. Está en pareja hace un año con el abogado y escritor Axel Nacher. Y trata de arreglárselas como puede para sobrevivir, ya que no es una mujer de grandes recursos económicos. Acaba de publicar dos libros: Después de todo... (Kier) y Vínculos (Ed. Tetraedros).
Los argentinos fuimos testigos de tu lucha. ¿Qué sentís que ganaste y qué sentís que perdiste?
Qué linda pregunta. Hay algo irrecuperable que es el no haber estado en lo cotidiano con mis hijos. Eso es así, y no se puede pasar factura, ni a los hijos, ni a la vida, ni a nadie.
En una frase muy sabia de tu libro Después de todo... escribís: "Los hijos reflejan las heridas que los padres no tienen resueltas".
Sí, porque el crecimiento de un hijo es en espiral. La vida es espiral. No es ni circular, ni rectangular. La vida no es lineal, y menos en las cuestiones afectivas, porque son viajes eternos. Cuando los chicos van atravesando por determinadas edades, van reflejando defectos tuyos, como padre. Si vos no hacés un trabajo terapéutico para resolverlas podés enfermar el vínculo.
Eso es lo que perdiste. ¿Y qué ganaste?
Bueno, gané muchísimo más de lo que perdí. Para mí, una de las cosas más maravillosas y que le agradezco a mis hijos es haberme enseñado lo que es un vínculo. Un vínculo no se establece sólo desde la presencia. Las almas viajan, se encuentran, se hablan.
¿En qué lugar del cuerpo sentías ese dolor?
En las entrañas. En el útero. Recién hace un año, te diría, que el útero volvió a estar en paz. Mi útero lloraba independientemente de mi dolor. De hecho la gente me dice ahora qué flaca que estás, pero en realidad es porque el útero volvió a su lugar.
A ver si podés precisar qué ganaste.
Gané muchas cosas. En la forma en que me presenté frente a mis hijos. En la forma en que se presentó esta mamá occidental, que no era solamente argentina. Era una mamá que estaba frente a un muro instalado por ese patriarca musulmán. Tuve que aprender a observar otra cultura, que era la que estaba criando a mis hijos. Yo me sentía David frente a Goliat. Era un ser diminuto frente a todo lo que ocurría.
¿En qué momento decidiste convertir tu caso en un caso testigo?
En el momento en que los chicos estaban desaparecidos mi dolor superó el límite humano. Yo no podía más. Y le pedí a mi papá que saliéramos a la prensa. Desde algún lugar yo entendí que tenía que recorrer un camino. La madre vida te va susurrando cosas que van saliendo. Ese susurro de la vida me decía: Seguí, caminá.
¿Cómo sentías la mirada de las mujeres, de la gente?
Los primero años, me miraban mal. Seguramente pensaban: "Esta chica no quiere a sus hijos". Se piensa que los hijos tienen que estar con la madre, y yo empecé de a poco a mostrarles cómo era la cultura musulmana. Y mis hijos me enseñaban que el tema no era con quién.
¿Por qué no seguiste casada y chau? ¿No hubiese sido más cómodo, menos doloroso?
Muchas mujeres occidentales han sido secuestradas por las familias musulmanas, por lo tanto era imposible. Si sos occidental estás perdida.
La otra era vivir en situación de esclavitud hasta que fueran mayores de edad.
Sí, esclavitud entre comillas, porque nunca se sabe. La muerte por honor existe en Jordania y no la resuelve el Estado.
¿Quién te ayudó?
La ONG de Hipólito Solari Irigoyen, porque necesitaba de una ONG a nivel internacional que tuviera lugar en las Naciones Unidas para hacer mi exposición. Internacionalmente, me ayudó Leandro Despouy.
Te encontraste con Hillary Clinton. ¿Te ayudó?
Mucho. Y muchísimo también una ministra y embajadora de los Clinton, Nancy Rubin. Porque ella amaba mi forma de luchar y decía que yo no tenía un gramo de odio. Estados Unidos tenía un caso como el mío en cada Estado y nunca supo cómo resolverlo por vía pacífica.
Sé que te ofrecieron un operativo comando. ¿Cómo es eso de contratar a un comando para raptar a tus hijos?
Se acercan todos los ex servicios de inteligencia. Te explican que van entrando en la vida de la familia. Hacen inteligencia en la vida de los chicos, del padre, y en el momento en que encuentran la debilidad cotidiana, ahí lo hacen. Mis hijos ya habían pasado una situación de violencia y no iba a provocarles otro trauma.
¿Quién te enseñó a ser mamá?
Surge en el momento en que das a luz al chico. Yo dejé mi carrera en Ciencias de la Educación para ser mamá. Fue una de las mejores elecciones que hice en mi vida. Trabajé mucho con el tema de las constelaciones familiares, entendiendo que hay que ser respetuoso de los lugares de cada uno, de las funciones de cada uno. Uno no puede ser el padre. Uno no puede tomar el lugar del padre, y el padre no puede tomar el lugar de la madre.
¿En qué momento tuviste un poco de paz? ¿Cuándo se arregló la situación para vos?
Y bueno, a ver, arreglar, entre comillas, para mí, hay un momento clave que es cuando yo renuncio a todos mis derechos, llegamos a un acuerdo y empiezo a viajar.
Al principio no pudiste viajar. Luego viajabas dos veces por año. ¿De qué vivías?
A ver... Fue un milagro. Hay viajes en que todos hacían una vaquita.
¿Hoy hay un lugar en donde estén juntos? ¿Cómo son los mimos, el contacto físico ahora que son grandes?
Con Zahira somos pegotes, yo la estoy jorobando todo el tiempo, haciéndole mimos. Dormimos juntas. Con los varones es diferente. Karim es cariñoso, nos damos abracitos. Como tuvo un neumotorax muy grave nos tiene un poco más preocupados. Por ahí lo veo una hora nada más, porque bueno, él ya tiene novia, tiene sus amigos, su facultad.
¿Cómo sería si tus hijos se pusieran de novios con musulmanes?
Bueno, Zahira estuvo de novia hasta 2010 con un musulmán, divino. Y bueno, el novio ideal para casarse.
¡Uy, qué pensamiento raro! ¿Te gusta un musulmán para tu hija con lo que padeciste vos?
Sí, ella es muy fuerte. Y las mujeres musulmanas son muy poderosas dentro del hogar.
En un punto parecería que se la hiciste fácil a tu ex marido. Al padre de tus hijos.
Yo creo que al padre de los chicos le costó muchísimo todo esto. Tenía miedos. No la pasó bien.
Nunca peor que vos.
Así como la pasaron mal los chicos, él tuvo lo suyo. Los dolores no se comparan. Se casó por segunda vez y después tuvo un divorcio. Ahora está de novio. No quiere tener más hijos.
¿Alguno de tus hijos estuvo en Buenos Aires?
Karim. Ahora estamos esperando que venga Zahira. Voy aprendiendo a que las cosas se den naturalmente, más que por una exigencia. Zahira tendría que haber venido cuando cumplió los 18, y todavía no vino. Me dice que está en eso.
En esta historia vos aparecés como célibe, ¿es así?
Estás tocando uno de los temas más difíciles para mí. Desde el año 1997 yo dormí con la muerte. A mí todo el mundo me ve madre, no mujer. Un día mi terapeuta me dijo: "No podemos seguir trabajando mucho más, porque no hay mujer. Tuve que recoger mis huesos y hacer un trabajo delicado.
Siempre fuiste muy linda. Siempre tenías un aspecto cuidado.
Todo mi trabajo vincular también estaba puesto ahí. Era tan importante la valija de ellos como la mía. Tenía que ser una mamá a la que dieran ganas de tocar, de mirar.
¿Quién fue tu primera pareja importante?
Axel Naher. Nos conocimos cuando hice el programa Travesías, él era el guionista. Axel empezaba ahí su divorcio, así que compartimos muchas cosas. Él tiene sus hijos. Hoy, mi desafío es caminar al lado de mi pareja. No sola.
¿Cómo será el rollo de culturas que tienen tus hijos en su cabeza?
No creo que lo tengan. A mí me ayudó mucho escuchar a los musulmanes, a los judíos, a los budistas, a los católicos. Y entrar al Vaticano. Juan Pablo II me alivió muchísimo. Hoy no me siento frente a una mujer musulmana para desafiarla; entiendo, comprendo que el sometimiento tiene que ver más con un ritual religioso que con otra cosa.
¿En algún momento tuviste miedo de volverte loca?
Yo creo que estuve loca. Estaba tan al filo de la navaja que volaba sin ver.
Perfil
Gabriela Arias Uriburu nació en San Pablo,Brasil, el 14 de marzo de 1965, junto a su hermano mellizo, José. Su padre, Juan Arias Uriburu, es diplomático y está divorciado de la madre de Gabriela. Tiene siete hermanos, que la acompañaron en la lucha para recuperar el vínculo con sus hijos. Axel Nacher, separado y con hijos, su pareja hace un año, es defensor general en Lomas de Zamora y guionista. Trabaja en Pol-ka, en el equipo que escribe la ficción Farsantes. Gabriela es autora de los libros Después de todo... y Vínculos.