Torcer el rumbo
Nuestras historias de vida nos marcan y van dejando huellas a veces indelebles. Pero el determinismo que pesa sobre cada uno de nosotros no es un guión inamovible
Un bigote, un bastón, un bombín y un par de zapatos viejos y desacordonados dibujan su silueta. Hizo reír y llorar. Denunció las miserias humanas, el horror de la guerra y el flagelo del hambre, entre otros, haciendo llamamientos profundos a la humanidad. Fue todos los personajes: barbero, agitador, madre, amante, operario, boxeador. Encarnó con un don de mimo excepcional el dolor social. No son muchos los hombres que sobreviven a su época manteniendo su encanto, su frescura y, sobre todo, su actualidad. Menos aún, los que además de esto nos siguen haciendo reír.
"No hay día más perdido en la vida que aquél en el que no hemos sonreído." Y a Chaplin le creemos, no solamente porque él nos alegró –y mucho–, con su genio cinematográfico, sino porque dio a su infancia, atravesada por la adversidad y el sufrimiento, un destino inusitado. Cuando tenía cinco años, su madre, artista y cantante sufrió una descompensación psiquiátrica mientras actuaba y Carlitos, que la acompañaba detrás del telón, fue empujado al escenario para suplantarla. Cantó imitando tanto la voz de su mamá como su desfallecimiento. Con aquel penoso tropiezo sobre las tablas comenzó su vida de artista.
El alcoholismo de su padre y la esquizofrenia de la madre lo dejaron errando desamparado entre orfanatos, actuaciones ocasionales y cierto vagabundeo. La misteriosa potencialidad de transformar una historia tan desdichada en creación artística es quizá aquello que más atrapa del fenómeno Chaplin. "Mirada de cerca –decía–, la vida es una tragedia; pero vista de lejos, parece una comedia."
"La alegría de estar en la vida –escribe Arnoldo Liberman– no ignora los males del mundo (ni los propios, agregaría yo), pero no se somete a ellos." La Sinfonía N°9 de Beethoven lo prueba fehacientemente. Siempre me resultó extraño imaginarme la vida de un músico y compositor excepcional afectado por una sordera profunda. Pero más difícil aún es conciliar su imposibilidad de escuchar con la fuerza vital de su obra musical, que culmina nada menos que con la Oda a la Alegría, de Schiller. Sublime su creación y contagiosa la intensidad que irradia. Sus acordes nos impactan emocionalmente cada vez que se hacen oír.
Nuestras historias de vida nos marcan y van dejando huellas a veces indelebles. Pero el determinismo que pesa sobre cada uno de nosotros no es un guión inamovible. Su fijeza y suficiencia son relativas.
Por un lado, la continuidad suele verse interrumpida por hechos novedosos, impensables hasta que acontecen, produciéndose a partir de ellos una verdadera ruptura con lo anterior. La irrupción de la novedad disloca un orden alterando sensiblemente el rumbo de lo previsible. Otras veces, nuevos encuentros significativos arman lazos transformadores. Vínculos inéditos que cambian el rumbo vital de quienes allí se relacionan.
Ni los caprichos de la vida –si los hubiera– frenan la posibilidad de hacer algo distinto de aquello que la historia hizo con uno. Este pensamiento sartreano, tan tranquilizador como desafiante, ayuda a repensar las circunstancias y limitaciones que nos constituyen.
Los pensadores que estudiaron estos fenómenos desde múltiples perspectivas, como el psicoanálisis y la filosofía, buscaron conceptos que dieran cuenta de esta aparente paradoja. Sublimación, reparación y capacidad resiliente son algunos de ellos. Más allá de las diferencias sustanciales entre sus planteos, todos coincidirían en que incluso a los sacudones extremos de la vida –como la imposibilidad de escuchar de Beethoven– se les puede oponer resistencia. También la presunta invalidez puede combatirse. O, al menos, intentar buscarle algún nuevo sentido. La resignación pasiva y el escepticismo como refugio nos hubieran privado de muchas sinfonías y otras tantas aventuras creadoras.
Al buscar sobreponerse a la desgracia como destino irreversible, el hombre, aún golpeado recobra alguna esperanza y recupera cierto optimismo.