SAN ANTONIO OESTE (Río Negro). Luis "Tony" Brochado lleva años buceando las profundidades de los mares; su vida de buzo incluye desde la búsqueda de supuestos barcos nazis en el litoral argentino hasta el hundimiento de buques para crear arrecifes artificiales hasta el rescate de viejos objetos para su museo personal. Uruguayo de nacimiento, dice que su origen "orillero" –creció en Salto ( Uruguay ), al lado del río- influyó en la elección de su profesión.
Su casa, en San Antonio Oeste ( Río Negro ), es una suerte de museo particular. Además de todas las herramientas que usa en su taller El Austral –dedicado a reparaciones bajo el agua- incluye trajes de buzos de distintas épocas, escafandras, un viejo baño de buque, botellas rescatadas del fondo del mar, cuerdas y un bote.
"Mi padre había buceado y sus relatos me rondaban por la cabeza; era adolescente cuando un equipo se hundió en el puerto de Salto y fueron a trabajar buzos correntinos –relata-. Uno subía siete metros a buscar tornillos y volvía a bajar. Entonces decidí ayudarlo haciendo buceo a apnea, sin equipo. Al otro día tenía traje y estaba con ellos".
En unas semanas más saldrá su libro "Vida de buzo", donde cuenta las historias que le generaron años bajo el agua. "Es una opción de vida. Es maravillosa la paz que se encuentra, es como ir a la profundidad de uno mismo, encontrarse con el silencio. Se liberan otros pensamientos; como dice Charly García es una ‘experiencia religiosa’".
Brochado es uno de los buzos profesionales con más experiencia de la Argentina y con certificaciones de alto nivel para emprender tareas complejas. Por esos antecedentes, participó en una búsqueda privada de un submarino alemán que a fines de la Segunda Guerra Mundial habría llegado a la zona de Caleta de los Loros.
Con la caída de Berlín y la suerte de Alemania nazi echada, los "lobos grises" –los submarinos de la Armada germana- recibieron el mandato de autohundirse, pero después hubo una contraorden. Sus comandantes no la creyeron y hubo dos centenares de naves hundidas.
Argentina, país neutral pro-alemán hasta fines de la contienda, era un buen destino a donde llegar, bajar a la tripulación y hundir el submarino. Por ejemplo, entre julio y setiembre de 1945, dos llegaron a la base de Mar del Plata y se rindieron.
¿Por qué buscar uno en el Golfo de San Matías? Porque una comunicación de la Armada Argentina de mayo de 1945 señaló que se había constatado la presencia de submarinos alemanes en el Atlántico Sur, que tratarían de llegar a "aguas japonesas". La orden fue atacarlos. En julio otro informe secreto avisaba del avistamiento en Claromecó; después se sucedieron otros lugares del sur. La presunción era que se trataba de submarinos alemanes dados por perdidos. LA NACION publicó en los ’90 la documentación en exclusiva.
Por años en la región de Viedma los pobladores hablaron del submarino. Brochado y su equipo –todos integrantes del Instituto de Biología Marina y Pesquera Almirante Storni- lo buscaron en el ’97. Estuvieron dos días tratando de dar con alguna señal de la nave; no encontraron nada. Brochado, de todos modos, dice que no haberlo hallado no quiere decir que no estén.
En Salto, en sus inicios como buzo, rescató objetos del vapor El Surubí que naufragó en 1932: "Buceábamos en apnea, a pulmón; ese fue el primer ejercicio; después en San Antonio Oeste seguí encontrando botellas alemanas, vestigios de barcos". Una parte de vida pasó rescatando cosas bajo el mar.
Esos rescates conviven con el soldar, armar y reconstruir bajo el agua y hasta con hacer procedimientos de hundimientos ordenados. En 2007 dirigió y realizó el de Don Félix, un buque abandonado que fue el primero, junto con una imagen de la virgen, del parque subacuático de Las Grutas . Ahora preparan otros cuatro que convertirán al parque de Las Grutas en el mayor de Sudamérica y en el único donde los buzos podrán penetrar los barcos bajo el agua.
Brochado asegura que su pasión por las profundidades crece con el tiempo: "Es una vida diferente, a veces nos encontramos hablando solos, riéndonos. De alguna manera es como ser niño, no se agota la capacidad de asombro y, abajo del agua, somos libres".
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