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Una visita a los portales de las firmas de real state más poderosas del planeta alcanza para espiar por dentro la vida de muchos personajes de la farándula y la política norteamericana, gente de mudarse bastante seguido sea por trabajo, capricho o simplemente porque también “practica” el negocio de reciclar y vender propiedades de alta gama, como el empresario de la moda Tommy Hilfiger. Parece que las transacciones inmobiliarias son la segunda pasión del magnate cuya marca de ropa quedó envuelta en una acusación de racismo, dos décadas atrás, acusación que luego fue desmentida. En los últimos años ha liquidado varias joyitas de su patrimonio edilicio, entre ellas una mansión en Miami y un ático en el Hotel Plaza de Nueva York por el que llegó a pedir 75 millones de dólares en 2015 (finalmente, a falta de compradores, aceptó 33,25 millones en 2019).
Ahora es el turno de una antigua residencia ubicada en Greenwich, estado de Connecticut, una de las ciudades más ricas de los Estados Unidos. La localidad está a pocas estaciones de tren de Wall Street y está formada por siete pequeñas comunidades donde abundan mansiones históricas y jardines con vistas al perfil de Manhattan.
Un arquitecto con historia
Round Hill (así se llama la propiedad) fue proyectada por el arquitecto Greville Rickard y construida en 1939 por el célebre desarrollador Charles Vincent Paterno, inmigrante italiano conocido como “el Napoleón de los rascacielos de Manhattan” por levantar varios de los edificios icónicos de la isla. Nacido en la región de Basilicata, el hombre había estudiado medicina, pero terminó ocupándose del negocio familiar llegando a poseer en 1918 cerca de 75 edificios de lujo concentrados en Upper East Side, Morningside Heights y Washington Heights. También dejó en pie una serie de mansiones entre las que destaca esta suerte de castillo francés que él mismo habitó hasta que fue adquirido por el coleccionista de arte Joseph Hirshhorn.
6 dormitorios en suite y expendedoras de pochoclo
Anclada en la cima de Round Hill, el punto más alto de Greenwich, por dentro se mezclan los estilos europeos que sus últimos habitantes supieron conservar. Los Hilfiger la compraron por 37 millones de dólares e invirtieron una fortuna en rescatar rasgos distintivos de la construcción, entre ellos las boiseries, los pisos de piedra caliza, las vigas de los techos, seis chimeneas (una francesa del siglo XVIII) y la magnífica escalera caracol de estilo isabelino tallada a mano, profusamente. Si bien respetaron la planta original el matrimonio cambió el uso de algunas estancias. Junto a la enorme cocina crearon una la sala especial para desayunar, también se incluyó una sala de degustación en la bodega y un salón multimedia con grandes sofás, butacas de cine y las clásicas expendedoras de caramelos y pochoclo. En total cuenta con seis dormitorios en suite. El principal incluye dos baños todo en mármol de Carrara, una oficina y dos vestidores que parecen verdaderas tiendas.
El jardín merece un capítulo aparte ya que mezcla rasgos del paisajismo francés e inglés, con sus topiarias y la inmensa trepadora que cubre toda la fachada de la casa. Tiene un vergel con fuentes, jardines acuáticos con un estanque koi y alfombra de césped que desemboca frente al estrecho de Long Island, desde donde se ven los edificios de la gran manzana. Pileta, cancha de tenis, invernadero, garaje para cuatro autos y refugio para huéspedes, como si fuera poco.
Según los diarios locales, el magnate es fan del vecindario: es la octava propiedad de la zona que recicla y vende en los últimos 35 años. Incluso su ex esposa también decidió cambiar de aire y poner en el mercado la finca de Greenwich que compartieron cuando estuvieron casados. Entre las comodidades “customizadas” de aquella propiedad las notas rescatan una casa de juegos construida a escala de Mount Vernon (donde vivió George Washington), un frigorífico propio, una mesada de mármol que perteneció a la antigua casa de la familia Hermès en París, jardines ingleses y una habitación especial donde guardaban una gran colección de jarrones. Mientras planea instalarse en Palm Beach con su última esposa, el diseñador recibió tres ofertas y ya se decantó por el comprador que pagó los 45 millones de dólares que pedía.
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