¿Todos somos expertos en temas científicos?
La Web democratizó el acceso a la información compleja y los legos opinan sobre contaminación, medicamentos o minería
Cuestionan los efectos colaterales de los medicamentos, denuncian la contaminación ambiental, se oponen a la minería a cielo abierto o sospechan públicamente de la producción de alimentos transgénicos. La tendencia es internacional y tiene distintos nombres: ciencia ciudadana, abierta, popular, de la calle, ciberciencia, e-ciencia ? Los movimientos se multiplican mientras tejen un nuevo paradigma científico: el de la ciencia en red. La comunicación circula por complejos entretejidos, con códigos más emparentados con la lucha política que con el debate académico. En muchos casos logran redireccionar la agenda científica. Y política.
La historia del involucramiento de legos en cuestiones de ciencia no es nueva. "Uno de los registros más antiguos sobre ciencia ciudadana se remonta a comienzos del siglo XIX", escriben la investigadora del Conicet Susana Finquelevich y la asistente del Instituto de Investigaciones Gino Germani Celina Fischnaller, en un trabajo reciente realizado para la Unesco. "En 1835, el científico inglés William Wheewell se abocó a la tarea colosal de mapear el océano Atlántico y sus costas para conseguir predecir las mareas. Organizó a miles de personas en nueva naciones y colonias a ambos lados del Atlántico para la medición sincronizada de las mareas. En más de 650 localizaciones, los voluntarios siguieron las instrucciones de Wheewell para medir las mareas cada 15 minutos, las 24 horas, durante el mismo período de dos semanas. El proyecto fue un éxito. Debido al compromiso de la ciudadanía, las predicciones sobre las mareas pudieron realizarse con la suficiente exactitud como para prevenir las tragedias marítimas."
Días atrás, el portal Scidev.net publicó una información sobre mapas generados por usuarios como instrumentos capaces de salvar vidas durante desastres naturales. "Inspirado en el éxito de contenidos generados por los usuarios de Wikipedia, el Mapa Open Street (OSM por sus siglas en inglés) se creó en 2004 en respuesta a los limitados mapas de datos en línea para muchas partes del mundo. Tras el terremoto ocurrido en Haití, "la comunidad OSM comenzó espontáneamente a elaborar mapas, que incluían las ubicaciones de la gente desplazada, instalaciones de salud e infraestructura básica, que fueron usados por los equipos de búsqueda y rescate así como por las Naciones Unidas y el Banco Mundial.
Sin embargo, el involucramiento de los ciudadanos en cuestiones científicas no siempre ha sido tan amable. Cuando la puerta está cerrada sólo se la puede abrir forzando la cerradura. Así lo entendieron los conmovidos por la explosión de VIH, que en 1988 invadieron las calles de San Francisco acusando de Federal Death Administration (Administración Federal de Muerte) a la Federal Health Administration (Administración Federal de Salud) por no acelerar los permisos para aprobar medicamentos antisida.
"La masiva movilización inauguró los nuevos movimientos sociales de ciudadanos dispuestos a ganar un lugar en la mesa de las decisiones científicas que comprometían su salud", dice la titular de la Red Argentina de Periodismo Científico, Ana María Vara. Y analiza conflictos encendidos en todo el planeta que se inscriben dentro de lo que el mundo académico define como controversia tecnológica. "El concepto fue introducido en los tempranos 70 -inicios del ambientalismo- para dar cuenta de procesos sociales en que actores no expertos cuestionaron y afectaron con sus acciones públicas la decisión de actores expertos en relación con la construcción de instalaciones, la incorporación de tecnologías que implican riesgos de salud o ambientales, la aplicación de normativas técnicas que suponen avanzar sobre valores tradicionales o sobre la libertad de elección de los ciudadanos", comenta Vara, quien es profesora de la Universidad Nacional de San Martín.
La multiplicación del fenómeno llegó con las herramientas tecnológicas de la era digital, que infectaron con clics todas las áreas de la producción científica. Internet democratizó el saber. La ciencia ya no es dueña de la verdad develada. Las redes construyen puentes y conexiones que se expanden como una infección viral, denunciando la cara hasta hace poco oculta de la cocina científica. En la sociedad del riesgo, como denunció en su libro el sociólogo alemán Ulrich Beck, ya no hay lugar para el sueño del progreso sin efectos colaterales. Y un público cada vez más informado y menos pasivo e inocente empuja con la fuerza de un tsunami planetario su derecho a discutir implicancias que conmocionan su calidad de vida.
"El empoderamiento es un proceso a través del cual la gente gana un mayor control sobre decisiones y acciones que afectan su salud", define la Organización Mundial de la Salud (OMS). En un artículo publicado por el organismo internacional, la consultora Helena E. Restrepo avanza sobre el concepto: "El empoderamiento individual se refiere principalmente a la habilidad del individuo para tomar decisiones y tener control sobre su vida personal. El empoderamiento comunitario involucra a los individuos que actúan colectivamente para ganar una mayor influencia y control sobre los determinantes de la salud y la calidad de vida en su comunidad, y es una meta importante en la acción de la comunidad para la salud". El empoderamiento convierte a individuos pasivos y dependientes de las decisiones de otros en sujetos activos, con decisión y poder sobre aquello que influye sobre sus vidas.
Del hecho al dicho
Los movimientos sociales avanzan sobre los resortes de la ciencia y un sector del mundo académico comenzó a conceptualizar los caminos que, en los hechos, están conduciendo a la apropiación pública de la ciencia.
Recientemente, científicos, autoridades sanitarias, profesores universitarios, periodistas científicos y un mosaico de voces heterogéneas se reunieron a discutir experiencias y teorías sobre este movimiento en plena expansión, durante el tercer Congreso Internacional de Comunicación Pública de la Ciencia, organizado por el Conicet Sede Rosario y la Universidad Nacional de Rosario (UNR). La directora de Comunicación de la Ciencia de la universidad convocante, la licenciada Elena Gasparri, considera que "si bien hay un crecimiento en las actividades de ONG relacionadas a temas de controversia científica, el público en general tiene poca participación e injerencia en la ciencia producida localmente". Sin embargo hay ejemplos aislados y no sistemáticos de movimientos de la sociedad civil, como la asamblea de vecinos de Gualeguaychú. "La controversia devela lo que no estaba iluminado, pone en jaque la neutralidad de la ciencia. La sacralización de la ciencia como única verdad cae y aparecen muchas verdades", concluye. Es decir que los movimientos sociales desnudan los costados científicos, políticos o económicos que se mantenían ocultos.