Siempre estuvo ligada al movimiento, pero una serie de lesiones la dejaban una y otra vez fuera de la práctica; hasta que descubrió una disciplina que lo cambió todo
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Natación, vóley, handball, gimnasia y patín artístico son algunos de los deportes que cuenta en su haber. Siempre inquieta, desde pequeña, sintió que su bienestar iba a estar ligado al movimiento. Pero no fue luego de varias lesiones que comprendió que los caminos que hasta entonces había transitado no eran los adecuados para ella y, pandemia mediante, se reinventó.
Criada en la localidad de San Justo, La Matanza, provincia de Buenos Aires, luego de haberse rehabilitado de innumerables lesiones -especialmente de tobillo y de haber atravesado hasta una cirugía de muñeca- frustrada, Guadalupe Cabral (23) decidió probar suerte en el gimnasio y acompañar a su pareja que estaba dando sus primeros pasos en el powerlifting.
- Ni loca compito en esa disciplina, le repetía a su novio cada vez que la animaba a sumarse a los entrenamientos.
Un cumpleaños para recordar
Hasta que un fin de semana de 2017 lo acompañó a su primer campeonato nacional y todo cambió. “Me enamoré, del ambiente, de las personas, de la garra que le ponían los competidores y de cómo me insistían para que compitiera personas que no conocía. Así que decidí comenzar a prepararme para competir. Y en ese torbellino de emociones de pronto recordé que, de chica, mis papás nos habían regalado a mi hermano mellizo y a mí un pasamanos para nuestro cumpleaños. Yo vivía colgada de ahí las 24 horas. Creo que por eso tengo una estructura bastante importante en la espalda, y fuerza en los brazos. Supongo que, de alguna manera, el cuerpo tenía ese registro en su memoria”.
El levantamiento de Potencia, mejor conocido en su traducción en inglés como Powerlifting es una disciplina en la que se realizan tres ejercicios: sentadilla, banco plano y despegue/peso muerto. En cada ejercicio hay tres intentos y se van incrementando los pesos. El mejor intento de cada ejercicio cuenta para el total. Así los atletas demuestran su fortaleza. Guadalupe comenzó a competir en 2018, cuando estaba en el segundo año de la carrera de técnica en instrumentación quirúrgica y trabajando en un negocio familiar.
“Desde que empecé a hacer fuerza gané mucha seguridad para el resto de las áreas de mi vida, además de una mejoría corporal y de energía”. Y ya nunca paró: fue campeona en dos torneos nacionales, obtuvo el mejor coeficiente junior (es decir, logró el puesto de mejor levantadora), fue campeona en un torneo Sudamericano y subcampeona en un Panamericano. Los logros le permitieron clasificar al mundial que iba a llevarse a cabo en Bielorrusia en el 2020, pero el evento fue suspendido por la pandemia.
Puertas adentro, la fuerza se entrena
Sin embargo, ni el confinamiento pudo frenar su entusiasmo. “Por suerte, desde antes de la pandemia en mi caso estaba presente la idea de comenzar lentamente a armar un gimnasio enfocado en los deportes de fuerza. Días antes de que se decretara la cuarentena me había llegado algo de equipamiento. Eso me permitió tener una continuidad con mi entrenamiento. En ese momento me encontraba en plena preparación para participar del mundial que se pospuso y finalmente se canceló. Lamentablemente, este distanciamiento y cierre, llevó a perder el ambiente y compañía que me habían resultado tan necesarias para entrenar. De modo que durante el año pasado pasé a compartir la barra solo con mi pareja Luciano y mi perra Atenea”.
De todos modos, Guadalupe reconoce que si bien la pandemia trajo aspectos negativos, también la llevó a darse cuenta de que todo empezaba a depender de ella misma. Y esa convicción la llevó a ganar autoconfianza, estabilidad mental y automotivación para no rendirse ante la primera barrera que se cruzaba. “Decidí abocarme completamente en cuerpo y alma al deporte a pesar de ese enorme obstáculo que tenía, y a comenzar otra vez desde cero para ir por nuevos y más grandes objetivos. Cambié muchos hábitos, mejoré mi alimentación, trabajé mentalmente, me enfoqué en cada entrenamiento y puse el 110% en cada uno de ellos”.
Entrena de lunes a sábado entre tres y cuatro horas diarias, duerme ocho horas por la noche y durante el resto del día se mantiene activa. Trabaja por la mañana para un equipo de cirugía plástica y por la tarde en una librería. Como todo atleta tiene sus días buenos y sus días malos. “Lo más difícil del deporte son esas jornadas en las que uno no encuentra de dónde sacar motivación e igual intenta dar su 100%. O que tiene ganas de que los entrenamientos terminen o cuando, a pesar de dar todo, no sale lo mejor en una competencia. Pero sé que son todas instancias de crecimiento. Lo más gratificante sin duda alguna es el crecimiento diario, la superación de obstáculos, cuando ve que mejora la técnica y los kilos en la barra”.
De todo lo aprendido hasta el momento, asegura que la verdadera competencia es con uno mismo. “El deporte te enseña que cada granito de arena que uno ponga para mejorar, va a valer en el resultado final, que si uno lo logra fue por la garra que puso día a día”.
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