En su mesa de luz, junto a una botella de agua reutilizable y el cargador del celular, se puede ver el libro que lo atrapa por estos días: La mente del campeón, del psicólogo deportivo Jim Afremow. "Más allá del esquí, me encanta la competencia en cualquier deporte", dice Tiziano Gravier (18), que ya está en Suecia junto a la Federación Argentina de Ski y Alpinismo, entrenándose para las primeras competencias en el hemisferio norte.
El esquiador –que hasta hace un año y medio también jugaba al rugby en el SIC– nos recibe en su casa familiar, en Acasusso, donde vive aproximadamente cinco meses al año, cuando no está en la nieve. "Creo que nunca disfrutamos tanto de la casa como en esta cuarentena", revela el hijo de Valeria Mazza (48) y Alejandro Gravier (58), y hermano de Balthazar (21), Benicio (15), y Taína (12), que empezó a esquiar a los 3 años y fue forjando una carrera internacional: a los 12 –luego de haber clasificado primero en Sudamérica dentro de su categoría–, comenzó a representar internacionalmente a nuestro país. Ganó cinco copas del mundo: tres en Andorra (una en 2015 y dos en 2018), una en Canadá (2016) y otra en Croacia (2017). Y en enero de este año hizo historia al obtener el mejor resultado individual para un atleta nacional en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Invierno en Laussane, Suiza.
–¿Cómo cambiaron tus planes con la pandemia?
–En marzo estaba en Narvik, Noruega, a punto de competir en el Mundial Junior, que finalmente se suspendió. Fue un garrón, pero zafamos de quedarnos varados. Tuvimos que adelantar los pasajes, haciendo escala en Londres, y a los dos días de llegar a la Argentina el aeropuerto londinense cerró. Acá, a los cinco días de mi arribo arrancó la cuarentena obligatoria.
–¿Cómo viviste la cuarentena?
–La transité en tres etapas: al principio estar en casa era el mejor plan del mundo, después la incertidumbre de lo que iba a pasar me empezó a bajonear e incluso tuve unas semanas flojas de entrenamiento en las que perdí peso y ahí me agarró la culpa y volví a mi ritmo: entrenando de lunes a lunes entre una y tres horas diarias. La tercera etapa fue de aceptación, y me dejé llevar.
–¿Qué tal fue la convivencia?
–Fue raro estar las 24 horas en casa durante tanto tiempo, aunque todos ayudamos a que se hiciera agradable. Nos dividíamos las tareas de la casa, compartiendo momentos de limpieza general: de cuartos, baños, cocina. En eso mamá siempre se calza la diez, y el resto, con el correr de los días, fuimos aflojando y por eso nos comimos algún que otro reto… pero en general la convivencia fue buena. Siempre me llevé muy bien con mis hermanos, y la cuarentena nos hizo todavía más unidos. Con Balthazar y Beni compartimos la pasión por los deportes y con Taína me prendo mucho en sus juegos. Digo que soy su preferido, porque siempre quiere bailar conmigo y la ayudo con la tarea de francés. A Balthazar, que estudia Ingeniería Industrial (en el ITBA), le pide ayuda en matemática.
–¿Cómo te llevás con tus padres?
–Muy bien, ahora que estoy más grande tengo menos roces. Dicen que soy el que se manda más macanas, porque de colgado cuando salía no les contestaba el teléfono, o volvía tarde. Mamá es muy presente, y a veces discutimos un poco.
–¿Te gusta ser "el hijo de"?
–La verdad, nunca me gustó. Prefiero que me conozcan como Tiziano Gravier, pero tengo que reconocer que ser el hijo de Valeria Mazza me abrió muchas puertas.
–¿Te gustaría dedicarte al modelaje?
–No me gustaría dedicarme al modelaje al nivel de mamá. Sí me divertiría hacer algún trabajo de modelo y tal vez incursionar en la actuación, ¿por qué no?
–¿Cómo fue crecer con una madre famosa?
–De chico me molestaba mucho. No sé si era por celos o qué, pero me irritaba cuando le pedían fotos. Y no pasaba sólo acá, ¡lo peor era en Italia! Tampoco me gustaban los paparazzi. Después lo fui entendiendo, en eso papá me ayudó un montón. Él siempre nos explicó que estar expuestos tenía, como en varios aspectos de la vida, su parte positiva y negativa. Y como las desventajas igual las íbamos a tener, ¿por qué no aprovechar las ventajas? Y en eso estoy, dando a conocer el esquí argentino. Tenemos una Patagonia impresionante, pero los deportes de invierno aún no están muy desarrollados y promocionados.
–¿Te cuesta compatibilizar el estudio con tu carrera deportiva?
–En casa mamá siempre nos inculcó "primero el estudio y después el resto". Por eso si quería esquiar o hacer rugby, me tenía que ir bien en el colegio. Igual soy bastante autoexigente y me gusta que me vaya bien en todo. Los dos últimos años de colegio los cursé a distancia, y este año arranqué la carrera de Negocios Digitales en la universidad de San Andrés. Nunca llegué a ir a la facultad: las tres primeras semanas de cursada yo estaba en Noruega y después empezó la cuarentena. Pero la pandemia me vino bien con el estudio, porque se aceitó la modalidad online. Ahora todos los profesores naturalizan el hecho de tener que subir los contenidos al campus y las clases quedan grabadas para siempre, y me vino muy bien sobre todo cuando estuve entrenando en Bariloche.
Tener un noviazgo a la distancia en este momento sería casi imposible, por eso por ahora prefiero no estar en una relación
"FUI COPILOTO DE UN CAMIONERO PARA PODER LLEGAR A LAS PISTAS"
–¿Cómo te organizaste para viajar al sur en plena pandemia?
–Me dieron un permiso de libre circulación como los trabajadores esenciales, pero el problema era cómo llegar a Bariloche, porque no había ómnibus ni aviones. Finalmente me subí a un camión de carga de Vía Bariloche y fui copiloto de un camionero para poder llegar a las pistas. Fue toda una experiencia: viajamos 28 horas, con una escala en Neuquén para bajar la carga.
–¿Qué es lo más sacrificado y lo más gratificante de ser un deportista de alto rendimiento?
–Me encanta competir y representar a mi país y sufro las distancias. Extraño a mi familia, mis amigos y mi vida en Buenos Aires. El año pasado me perdí mi graduación, la fiesta y el viaje de egresados entrenando para los Juegos Olímpicos, pero no me arrepiento: yo lo elegí. No me gusta victimizarme.
–¿Estás de novio?
–No. El año pasado estuve en una relación y se cortó por los viajes. Tener un noviazgo a la distancia en este momento de mi vida sería casi imposible, por eso por ahora prefiero estar solo. Mis energías están enfocadas en mi próxima meta: el Mundial Junior, que será –si la pandemia lo permite– en marzo de 2021 en Bulgaria.
Agradecimientos: La Dolfina y Under Armour
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