Vivir en pocos metros cuadrados de forma confortable es posible. Eso nos enseñan estas parientes cercanas de las casas rodantes: las "tiny homes", capaces de circular, pero que se instalan con más frecuencia y convidan una muy fiel sensación de hogar.
"Esto es un movimiento social que se está transformando en una industria", dice David Latimer, fundador de New Frontier. "O un negocio impulsado por una tendencia". Habla de una oleada que no es del todo nueva, pero cuyo perfil actual tiene nombre propio: son las casas pequeñas o "tiny homes", como se las encuentra en internet y, sobre todo y en su versión más idílica y fotogénica, en las redes sociales.
Si hay quienes identifican sus raíces en la serie de libros de la arquitecta Sarah Susanka –el primero, The not so big house, de 1998– otros hablan de la cada vez mayor conciencia ambiental, de la crisis inmobiliaria de 2008, del deseo muy concreto de los millennials de vivir como realmente aman, de una voluntad general de andar ligeros de equipaje, de estar siempre en marcha, en contacto con la naturaleza y de apostar por la libertad frente a las convenciones sociales.
Así como en esta breve estructura hay lugar para todas las funciones de la vida, también caben, cómodas, todas esas razones de ser.
En cada centímetro se intuyen las horas dedicadas a aprovechar el espacio y a multiplicar las funciones de lo que entrará en esta estricta Arca de Noé. Una idea transportable.
La ventana del dormitorio se pensó con la expresa intención de que la "planta alta" no se sintiera claustrofóbica, dado lo bajo del cielo raso. Y también para despertarse con el sol: gozar el día es la idea.
"En el uso del espacio, los artefactos y las terminaciones, ‘Alpha’ demuestra que se pueden tener todas las comodidades convencionales en formato chico. Incluso, como en este caso, esa reducción implica mejor calidad artesanal y de materiales".
"Me inspiro en los países escandinavos, donde desde hace mucho se vive en pocos metros. Y en los japoneses, que practican un diseño mínimo, pero de enorme riqueza en las texturas, algo que me llevó a colocar madera cruda en el techo, para equilibrar tanto vidrio, por ejemplo".
Se tomaron todos los recaudos para hacer que la casa sea acogedora cuando se detiene, y segura cuando sale a la ruta: todos los vidrios son templados (lo que además la hace cálida en invierno y fresca en verano) y cada cajón tiene traba, para impedir que se abran con el traqueteo.
El concepto fue que, aun en un espacio integrado y reducido, se sintiera que cada sector es independiente. En el dormitorio se logró con los textiles, la biblioteca y la iluminación, que también controla la de la "planta baja".
El revestimiento de tablones de ciprés tiene como detalle la parte oscura. Se trata del tratamiento shou sugi ban, método japonés para preservar la madera que exige quemarla superficialmente, cepillarla, lavarla y aplicarle aceites naturales para sellarla.
LA NACION