“Aunque te mirés en la calle no sabés si gustás” La app de citas que cumple una década y anticipa cómo serán las relaciones
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En septiembre de 2012 ya existían Match y Okupid, entre otros tantos portales para solteros que desafiaban el miedo de salir con desconocidos. Las noticias de policiales de aquella época incluían cada tanto algún que otro crimen truculento surgido de una cita a ciegas pactada virtualmente; no obstante ese panorama Sean Rad, Justin Mateen y Jonathan Badeen se lanzaron a desarrollar una aplicación novedosa que contribuiría a cambiar de manera radical el mundo de las citas románticas online. Sin dudas el invento fue punta de lanza, y el comienzo de una forma de conquista que de a poco pulverizó la seducción tal y como la conocíamos para llevarnos sin escalas al sexo casual y a las relaciones líquidas, pues la verdad hay que decirla. No es que antes era todo mejor, sino que sufríamos distinto los asuntos del corazón... Como en la góndola del supermercado en la que hay varias marcas de fideos para elegir, la irrupción de la app vino a multiplicar las oportunidades de encontrar pareja: quienes estaban solos y tenían timideces vieron ahí una herramienta para salir a la superficie, y los que buscaban diversificar su agenda dieron con un medio ideal para canalizar esos apetitos eróticos. En ese cojinche de intenciones también cayeron los desprevenidos que buscaban amor del bueno. “Las apps han crecido en respuesta a una cultura en la que las personas están solteras por más tiempo y también donde hay una moralidad sexual cambiante que está abierta a diferentes tipos de relaciones” escribía la periodista Emily Witt en su libro Future Sex: A New Kind of Free Love,en el que examina la plataforma.
No debe quedar en el mundo individuo sexualmente activo quien no haya tenido alguna vez en su vida un perfil en Tinder. Y no debe quedar adulto que no haya atravesado el desierto que supone la conquista de un match. Con más de 57 millones de usuarios, aunque la cifra no ha sido oficializada, sigue siendo la más popular del mercado pese a que su fuerte ahora es el segmento de entre 18 y 25 años, según reza un informe elaborado por la empresa en su décimo aniversario. Al decir de la investigación, en su universo se producen cerca de 4000 millones de swipes al día (marcar fotos con el dedo hacia la derecha o la izquierda, según guste o no el perfil), a la fecha se contabilizan 500 millones de descargas y desde el lanzamiento se produjeron más de 70.000 millones de matches (parejas virtuales formadas), de las cuales muchas habrán prosperado. Cuando la competencia empezó a disputar el terreno, Tinder supo adaptarse rápido mediante estrategias clave para mejorar su reputación, como la verificación de los perfiles mediante el DNI y luego la opción de activar el chat de vídeo para tener encuentros en línea, recurso que la mitad de los usuarios registrados aprovechó cuando el confinamiento obligó a suspender la actividad presencial: “El 40% seguirá utilizando esta vía para conocer gente nueva incluso cuando la pandemia haya terminado”, aseguran desde Tinder.
Más expectativas para sus vidas
“Menos tabúes, sin barreras preestablecidas, la generación Z se ha vuelto fluida. Tienen más expectativas para sus vidas, muestran más sus emociones, se arriesgan a vivir experiencias y apuestan por ser naturales y transparentes” así es la fauna de solteros o solos disponibles que hoy busca “ninguna relación en particular”, y cuyo comportamiento en redes es claramente menos tóxico que el de las generaciones anteriores. A lo largo de una década, el sentido de las plataformas se fue minando de perfiles falsos y fotos obscenas, de gente indeseable y vicios como el ghosting y tantas otras patologías asociadas, o generadas, por la nueva modalidad. El sexo por el sexo, los estafadores (que llegaron a tener documental propio en Netflix) y la acusación constante de haber convertido a las personas en mercancía y a los vínculos en transacciones, siguen siendo las principales piedras que pesan sobre todas aplicaciones de citas, cuyo enemigo máximo hoy es Instagram: la red preferida por los menores de veinte. Menos rebuscados, se dan like, se siguen y quedan para verse por mensaje directo. La cerveza o la copa de vino en un bar cambió por un paseo en bicicleta, una visita al museo o cualquier otra actividad espontánea y que alivie la tensión del primer cara a cara.
“A todos nos han dicho que puedes conocer a alguien en la biblioteca, pero no todo el mundo tiene esa predisposición que sí está implícita en Tinder. Hay gente que lo pasa muy mal en los bares y tampoco es que sean lugares idóneos para conocerse bien y hablar. En Internet te evitas el ‘contigo no, bicho’. La frustración es más suave. Pero al no vernos físicamente y tener únicamente contacto por texto y una imagen, no detectamos a quien está detrás de la pantalla y eso genera muchas complicaciones: el famoso ghosting o dejar de contactar con alguien de la noche a la mañana sin explicación, el una de cal y otra de arena... No empatizamos como en una relación tradicional. Hay gente que se ha lanzado a las apps en la pandemia porque no les quedaba otra para conocer a alguien y ahora tienen miedo a relacionarse de tú a tú por miedo al rechazo. En Tinder hay tantas posibilidades y refuerzos positivos en forma de ‘me gustas’ que te sube mucho la autoestima y resulta más fácil evaluar el éxito. Pero tú vas por la calle y, más allá de que te miren, no sabes si gustas o no” explicaba en un artículo Ana Sierra, psicóloga, sexóloga y terapeuta de pareja.
¿Hacia dónde vamos?
El futuro ya sabemos, es lotería, pero según Tinder vamos hacia una “amorosidad” más sincera y auténtica. Los límites serán más transparentes, de hecho, el uso del término “consentimiento” aumentó un 11%, lo que hará que las conversaciones sobre el consentimiento sean más habituales y cómodas, asegura el informe. Las relaciones serán cada vez más abiertas. En una encuesta reciente entre los miembros de la app el número de personas que buscan “ningún tipo de relación en particular” aumentó casi un 50%. Las citas digitales serán lo normal: quienes las probaron lo ven como una forma sencilla de hacerse una idea de alguien. Mientras tanto, el contacto físico tendrá un impacto significativo. Incluso cuando los encuentros se conviertan en algo habitual, los pequeños gestos desempeñarán un papel importante en la anatomía de los encuentros reales. Y, por último, tendemos a que todo quede en el barrio, en lo posible. La geolocalización, o la capacidad de encontrar a alguien cerca, será relevante para quienes, gracias a la tecnología, pueden trabajar desde cualquier lugar.
En fin, a seguir participando….
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