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Llegó con una mezcla de sensaciones. Era todo nuevo y nada de lo que había vivido en sus 26 años lo había preparado para la experiencia que estaba a punto de comenzar. Oriundo de la localidad de Castelar, en la provincia de Buenos Aires, fue en un viaje por el sur del país cuando se le presentó la oportunidad de desarrollarse profesionalmente fuera del país.
“Estaba de viaje por Ushuaia con una amiga y en el hotel conocimos a dos catalanes. Pegamos buena onda, hicimos una excursión juntos, seguimos en contacto, y a los dos años me dijeron que estaban buscando un abogado en su empresa”. Por ese entonces, en la mente de Ezequiel Nerone aparecía una y otra vez la idea de probar suerte en otro lugar, quizás incluso dentro de Argentina. Pero cuando surgió esa posibilidad decidió aceptarla. “En cierta forma fue una transición fácil de llevar a cabo. Iba a llegar a Europa con trabajo y un lugar donde vivir. Suelo ser bastante formal y creo que si no hubiera tenido esas condiciones me hubiese costado mucho más tomar la decisión de emigrar”.
Su familia siempre aceptó con agrado la noticia. “Uno sabe cuándo se va, pero no cuándo va a volver y en ese momento no había la comunicación y las redes a las que estamos acostumbrados hoy en día. Facebook, Whatsapp e Instagram, no existían, por lo que mantenerse en contacto era mucho más difícil. Recuerdo que mandaba correos electrónicos una vez cada quince días para informar lo que iba sucediendo y cómo me sentía”.
Ezequiel nunca había vivido solo. De hecho, viajar implicaba también dejar la casa de sus padres y la seguridad con la que allí vivía. No se trataba solamente de emigrar a otro continente, sino que también iba a conocer de primera mano la experiencia de ser verdaderamente independiente. “Uno deja atrás la familia, amigos, costumbres, con miedo a lo desconocido, pero con ganas también de emprender una vida nueva, de nuevas vivencias”.
“Vivir solo en Barcelona es un privilegio”
Cuando llegó a Barcelona tuvo que compartir un departamento con otras personas. Eran completos desconocidos que estaban en una situación similar a la suya y a los que esa situación hermanaba. En la ciudad que lo había recibido se estila compartir piso, es decir, se tiene la propia habitación pero son de uso común los espacios comunes, como cocina, baños y comedor.
“Compartir techo con personas de diferentes lugares del mundo, hizo que la adaptación fuera mucho más fácil. Uno llega solo, sin conocer a nadie y esos roomies se convierten en las personas en quien apoyarse, con quienes divertirse. Organizábamos viajes, cenas y hoy en día muchos de ellos siguen siendo mis amigos. Además claramente que al compartir, los gastos son muchos menores, y al principio uno debe cuidarse. Vivir solo en Barcelona es un privilegio, y por eso es tan normal esta práctica”.
Al principio lo más duro fue apagar la radio mental que lo llevaba a preguntarse constantemente si había hecho lo correcto, si había valido la pena emigrar. “Todo el tiempo se tiene ese pensamiento en la cabeza hasta que te vas acomodando. Es lo que pasa cuando uno sale de la zona de confort, ya que tiene que estar preparado para todo lo nuevo que está por llegar. Una vez que el tiempo va pasando, vas conociendo amigos, sumando experiencias positivas, eso deja de aparecer, aunque en el fondo siempre está presente. No estar en casamientos, cumpleaños o cosas importantes del día a día de Argentina, hace que tengas días con poco ánimo y de análisis constante”.
La distancia también le permitió poner en perspectiva sus asuntos personales y laborales. A la pregunta sobre haber tomado la decisión correcta al dejar su país se le sumaba otra que ponía en tela de juicio su profesión. “Siempre dudé si toda mi vida quería trabajar de abogado. Me encanta la carrera, la disfruté muchísimo pero no me hacía feliz. Y siempre me convencía a mi mismo de que lo correcto era seguir, porque era lo que me daba de comer. Me iba bien. Y por el solo hecho de no ser plenamente feliz, corría el riesgo de cambiar y que me fuera peor”.
De todos modos tampoco tenía claro qué quería hacer o cuál era su pasión. Sabía que emprender era difícil y en otro país aún más, porque el apoyo del entorno más cercano era inexistente para él en España. “Estar fuera hace que solo dependas de vos y esa presión es muy buena pero muy traicionera a la vez. Por un lado sentía que dejar de trabajar de abogado era un fracaso personal. Por eso tuve que recurrir a la ayuda de profesionales para tomar la decisión de emprender y vencer el miedo”.
Quizás era esa la razón por la que cada mañana, cuando se levantaba, sentía una profunda tristeza, no tenía ganas de ir a trabajar. Finalmente renunció a su trabajo como abogado y logró darle forma a Donkey Tours, su empresa de tours gratuitos para recorrer Barcelona a pie o en bicicleta. Lo hizo junto a su amigo Facundo Falcón, un argentino que también se había asentado en la misma ciudad y a quien había conocido en la playa.
“Me levantaba sabiendo con quién me iba a pelear”
Siete años después asegura que tiene un trabajo fantástico y trata con gente que quiere pasarla bien. “Antes me levantaba sabiendo con quién me iba a pelear y hoy mi función es hacer que la gente se enamore de esta ciudad. Los comienzos no son fáciles, pero cuando uno hace un buen trabajo, el boca en boca te puede llevar lejos”.
Con varios premios al mejor tour de Europa y una permanencia fija entre las cinco mejores atracciones de Barcelona de un total de 1670, asegura que no todo es color de rosas para quien emigra. “Uno suele pensar que llega y va a trabajar de lo que estudió. Y al principio no es tan fácil. Hay que empezar de cero, de abajo, y a veces eso cuesta. También es común pensar que, como en Europa es tan fácil viajar, se vive de vacaciones. Es cierto que es más económico, pero hay que trabajar y mucho para lograr un equilibrio”.
“Nos creemos el ombligo del mundo”
La soledad de no estar en el lugar de origen también puede ser un obstáculo difícil de sortear. “A veces estás rodeado de mucha gente, pero cuesta establecer esos lazos de amistad tan fuertes como los que uno logra tener en Argentina”. De su trato cotidiano con turistas de todo el mundo, Ezequiel Nerone pudo entender mejor el carácter del argentino.
“Pensamos que todo el mundo sabe mucho sobre nosotros. Nos creemos el ombligo del mundo. Entendemos que pueden haber diferentes puntos de vista, sobre todo con temas políticos, y más en Cataluña, que durante mucho tiempo convivimos con temas delicados como la independencia o los reyes de España. Pero siempre tratamos de mantenernos neutrales y contar los datos de manera objetiva”.
Aunque tienen excelentes calificaciones en las plataformas donde promocionan sus servicios y muchas celebridades de Argentina han contratado sus servicios, no están exentos de los comentarios contra los extranjeros. De hecho, esta semana en guruwalk.com recibieron un comentario xenófobo, discriminatorio y con un discurso de odio que les fue muy difícil de digerir. “No hay que naturalizar estos discursos de odio que lamentablemente pasan y seguirán pasando. Hay que darles difusión para entender la gravedad que tienen y el daño que pueden provocar. Por suerte es un caso aislado, pero no por eso, menos importante. También queremos agradecer a la plataforma de reservas Guru, que ha borrado inmediatamente el comentario y nos ha brindado su apoyo y total repudio desde el principio”.
Asegura que, de todos modos, el argentino está muy bien visto en España. “Nos ven como trabajadores, buenas personas y charlatanes. De hecho, la mayoría de los mejores puestos comerciales de empresas suelen ser de argentinos. También tenemos la fama de ser engreídos, de que hablamos de todo y somos pasionales. Les gusta mucho nuestro acento, las películas de cine y cada vez más nuestros cantantes que suelen aparecer en los canales más importantes de televisión. Aquí en Barcelona ya hay casi 170 mil argentinos y, según he leído, es el lugar con más argentinos fuera de Argentina”.
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