Tiene 10 años, es emprendedora y recaudó más de 15.000 dólares
Allison Avendaño se destaca por su trabajo empresarial; cambió su vida y la de toda su familia
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Allison Avendaño tiene 10 años, unos 140 centímetros de estatura, habla con la seguridad de una mujer experimentada en los negocios y tiene claro su propósito en la vida: unir la educación con el emprendimiento. Hace más de un año y medio decidió, junto con su familia, incursionar en el mundo del marketing digital, y desde entonces, su vida, la de sus papás y su hermano, cambió radicalmente.
Se puede decir que desde pequeña es emprendedora. Su primer ‘negocio’ lo creó cuando tenía 4 años y apenas hablaba fluidamente. Aprendió a hacer pulseras con papel y se las vendía a sus papás. Incluso, llegó a grabar videos mientras explicaba cómo se hacían y dice que ahí comenzó su pasión por enseñar.
Años más tarde, cuando ya tenía 8, se le ocurrió que podía vender buñuelos a sus conocidos. “Estábamos cerca de Navidad, es una receta muy tradicional en Colombia y a mí me gustan mucho”, explica al preguntarle por qué eligió ese producto.
Ahora no recuerda con exactitud cuántos vendió, pudieron ser 300 o 500. Pero sí resalta que tenía una lista con los pedidos que le hacían los papás de sus compañeros y los amigos de la Iglesia, y que, junto con su padre, salía a repartirlos en moto.
A pesar de su éxito, cuando se acabó la época navideña, dejaron de ser rentables y ya no funcionaban, así que le tocó dejarlos. Luego llegó la pandemia y con ella, al igual que millones de colombianos, los problemas económicos, pero al mismo tiempo, una oportunidad.
La quiebra
Desde que Alejandro y Mónica están juntos, hace 12 años, la familia Avendaño Cruz rocrrió el país en busca de oportunidades y de un lugar donde echar raíces para criar a sus dos hijos: Allison y Emanuel.
Son de Bogotá, pero pasaron por Villavicencio y Santa Marta antes de llegar a Medellín. “Siempre fuimos emprendedores”, señaló Mónica. Antes de la pandemia, trabajaron como comisionistas inmobiliarios en la capital de Magdalena. En 2019 el negocio no iba bien y entró en una recesión que se selló con el covid-19 y los confinamientos.
“Empezamos a vender frutas y verduras. Íbamos a la plaza, las comprábamos y luego las llevábamos a domicilio en una van que teníamos, en plena pandemia. Nos fue bien unos meses, pero ya después todo el mundo lo hacía y no había mercado”, explicó Cruz.
Fue en febrero de 2021 cuando la situación económica de la familia tocó fondo. “Esto comenzó con una quiebra de mis papás. Un momento muy difícil donde yo por dentro sabía lo que estaba pasando, pero por fuera quería animarlos y motivarlos”, contó Allison.
“Busqué ideas de empresas visionarias en Internet y encontré un patrón. Los emprendimientos con mayor crecimiento están con lo digital y se impulsan a través del marketing. En ese momento yo estaba en el colegio virtual y sabía manejar las herramientas digitales, así que les enseñé a mis papás para que también se pudieran conectar y buscar opciones”, dijo la menor.
En ese momento, surgió la oportunidad de que Allison aprendiera en línea. “Oramos, se lo consultamos a Dios. Para nosotros era muy importante porque él es el mejor socio”. La familia se reunió al día siguiente —como si se hubieran puesto de acuerdo— y decidieron ingresar a las clases.
“Teníamos un auto, lo vendimos por nueve millones de pesos y con esa plata se capacitó Allison. También dejamos dos meses de arriendo para sostenernos y, de resto, que Dios provea”, recordó la madre.
Los primeros mil dólares
Tres semanas después de haber comenzado la formación en línea, Allison ganó sus primeros 18 dólares con la venta de contenido para un producto del sector salud.
La plataforma ofrece la posibilidad de conectar productos y servicios de todo el mundo con personas que aprendían del marketing digital y que se encargaban de las estrategias de ventas y generación de contenido. “Uno escoge el producto, se contacta con el emprendedor y empieza a comercializarlo. Con eso se gana una comisión por vender”, explicó Cruz.
A finales de marzo de ese año facturaron los primeros mil dólares. Buscaron nuevos productos para vender, por ejemplo, de ciclismo, pero lo que más funcionó fue el sector salud. “Era un producto de masajes. La comercialización se hace a través de redes sociales, principalmente en Instagram, y haciendo una página de ventas digitales. También se creaban videos para llamar la atención”.
Allison recuerda los inicios de su emprendimiento y habla como toda una experta. De no ser por su estatura y su voz de niña, cualquiera podría creer que está hablando con una negociante de larga trayectoria que conoce, como la palma de su mano, a su cliente ideal y su embudo de ventas.
A Medellín, la familia Avendaño Cruz llegó hace poco más de un año. A la pequeña emprendedora la empezaron a invitar a eventos y conferencias en la ciudad y su familia vio en la capital de Antioquia una oportunidad. “Allá están los grandes referentes del marketing digital. Allá es —pensó en ese momento—. Hoy en día nos damos cuenta de que Dios nos abrió las puertas”, asegura.
Solo el papá de Allison había estado en la ciudad, pero eso fue hace muchos años, cuentan. En todo caso, la familia compró los pasajes de avión y mandó sus muebles por tierra. Se demoró cuatro días en llegar, mientras buscaban dónde vivir. “Una señora me ofreció un apartamento por Internet. Los poquitos que respondían exigían muchos papeles. En cambio, ella no nos pidió depósito y era directamente. Fuimos a verlo y nos gustó”, dijo Mónica.
La escuela para niños
A la par, Allison entró al mundo de las redes sociales. Empezó a crear contenido en Instagram —hoy tiene más de 30 mil seguidores en esa plataforma— y YouTube. Desde entonces, Ally.emprende (así se llama su usuario) sube videos en los que explica su estrategia de negocios y da consejos a sus seguidores sobre cómo crecer en el ecosistema de la economía digital.
Para el final del año la emprendedora ya había facturado 15.000 dólares. Sin embargo, sabía que ya era hora de crear su propio producto. Su contenido se hizo famoso entre padres de familia que le escribieron para que les enseñara a otros niños a crear sus propios emprendimientos. “Lo empezamos a considerar y en noviembre de 2021 comenzamos los planes para poder crear un programa”, afirma la emprendedora.
Cuatro meses después, Allison lanzó Digitally School, un programa avanzado de formación en marketing digital, enfocado en niños de 6 a 14 años. “Mi propósito es cómo convertir una idea en un emprendimiento con propósito, es decir, con impacto social que esté apoyando a la sociedad, por ejemplo, algo que sea reciclable o ya sea ambiental”, comentó la niña.
La idea es que sus estudiantes puedan crear su propia marca, a través de herramientas digitales y las redes sociales. “Que sea de forma divertida y dinámica, con retos. En cada módulo, que la componen varias clases de un tema específico, los estudiantes tienen retos y acumulan puntos con los que pueden recibir premios. Además, tenemos clases en vivo los fines de semana. Yo lo llamo conexiones porque es en un formato diferente”, explica la CEO de Digitally School.
Su paso por Shark Tank
A medida que su proyecto creía, Allison se dio cuenta de que si quería hacer crecer su emprendimiento necesitaba del músculo financiero de un inversionista que le permitiese hacer un lanzamiento “en grande” para alcanzar a más niños y niñas, y mejorar los contenidos de su escuela.
Le dijo a su mamá que necesitaban conseguir uno y ella le sugirió que lo anotara en su tablero de actividades. Así lo hizo y al día siguiente —por cosas del destino, o de Dios, como cree ella— recibió un mensaje en su cuenta de Instagram. “Yo estaba en la computadora, ya iba a retomar mi rutina cuando vi un mensaje en las solicitudes. ‘Hola, somos de Shark Tank Colombia, contáctanos’. Grité, agarré el celular y fui a mostrárselo a mis papás”, recordó Allison.
Sin embargo, su mamá dudó de que eso fuera real. “Hay una ventaja que tienen los niños: ellos creen que todo es posible. Uno lastimosamente está más resabiado. Yo pensé ‘¿será una estafa?’ y luego dije ‘escribamos, pero si nos piden plata para la inscripción, es una estafa’”, relató su mamá.
Con un par de reuniones virtuales pudieron comprobar que el mensaje era cierto: invitaron a Allison Avendaño, de 10 años, a enfrentarse a los cinco tiburones del popular programa de emprendimiento e inversiones que produce el canal Sony.
Necesitaron cerca de 100 capítulos y más de un mes para afinar la preparación que incluyó un recorrido, casi real, por el ascensor y los pasillos del edificio donde vive en Medellín. “Veíamos dos capítulos por día, casi siempre después del almuerzo, en mi tiempo de descanso”, contó la emprendedora.
Sin embargo, no necesitó más de 10 minutos para convencer a los versados negociantes para que invirtieran en su empresa. Alcanzó un préstamo por 15.000 dólares que deberá pagar en dos años y la financiación para el lanzamiento de su plataforma.
Al final, Mauricio Hoyos, Samy Besudo, Álvaro Rodríguez, Andrea Arnau y Alexander Torrenegra le cedieron su puesto en la silla de los tiburones y se pararon al frente para que ella decidiera si aceptaba cerrar el negocio. “Somos demasiado afortunados de haber estado en esa silla hoy y que tengamos la oportunidad de acompañar el camino de esa niña que, de verdad, no sabemos cómo vamos a poder estar al nivel de ella”, dijo Arnau al final del pitch.
Este año, la emprendedora facturó 20.000 dólares y, por eso, aprende administración financiera para que “cuando tenga mis empresas, pueda ser muy inteligente financieramente”.
Hoy tiene 30 estudiantes en su escuela y en el corto plazo espera llegar a más de 600. Quiere tener su propia plataforma y hacer lanzamientos grandes, durante varios meses al año. También financia una fundación que apoya a niños con VIH y sueña con crear su propia organización para impulsar su movimiento con el que quiere impactar a un billón de personas.
Sobre su futuro, la pequeña emprendedora asegura que: “Quiero ir a la Universidad porque me encanta aprender. Mi sueño es unir educación y emprendimiento. Sería muy bonito llevarlo a los colegios y universidades, que sea un modelo muy diferente, por eso me gustaría estudiar algo relacionado con emprendimiento”.
Por Sebastián Caravajal Bolívar
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