Tiempo de calidad. La clave para dejar en los chicos reservas de un vínculo seguro
Los adultos podemos encontrarnos muy seguido en la situación que describí en la última columna: respondiendo impulsivamente, sin pensar, como "reactores", es decir corrigiendo de mala manera, gritando, sometiendo, humillando, castigando a nuestros hijos. O quizás respondemos como padres excesivamente "racionales", hablando y explicando nuestras buenas razones; todos estamos convencidos de que el camino que usamos es el mejor para que aprendan y se comporten. Y ¡cómo nos frustramos! cuando percibimos que no entienden ni aprenden, que por mucho que hagamos o digamos nuestros chicos no frenan la escalada de conductas y reacciones inadecuadas.
Somos sus referentes: para estar bien y crecer ellos necesitan nuestros sostén, presencia y validación y a menudo no saben cómo pedirlos. Ya vimos que incluso insisten en caminos que no hacen más que apartarlos de satisfacer esa necesidad.
Como en infinidad temas de crianza, no se trata de abordar directamente la situación sino de -a partir de la comprensión del motivo profundo y real pero seguramente no visible a simple vista- cambiar nuestra respuesta adulta ante las conductas y respuestas de los chicos que queremos desactivar. Por otro lado tendríamos que aumentar el acercamiento y la disponiblidad que ofrecemos, de modo que no necesiten acudir a portarse mal, pelear, hacer berrinches, etc. para convocarnos.
Pasemos ratos de calidad con ellos, y no hablo de mega programas sino de encuentros cortos cada día de intimidad y disfrute mutuo. Mientras son chiquitos serán varios, cuando crecen probablemente alcance con un rato de encuentro por día, la clave es que dejemos de lado teléfono y agenda y nos entreguemos a estar ahí y a pasarla bien con ellos durante ese rato. Y que durante el resto del día tengamos otros instantes de encuentro: una mirada, un gesto, una sonrisa, un guiño de ojo, un masaje, un beso a la pasada, que les permita saber -sin lugar a dudas- que permanecen en nuestra mente más allá de que estemos ocupados y no podamos estar jugando con ellos o mirando lo que hacen.
Ese encuentro diario de calidad (de unos quince minutos a media hora) es la mejor vitamina para su autoestima, los ayuda a confirmar que son tan importantes para sus padres que ellos deciden detener su multi-tarea en algún momento del día para acercarse a pasar un rato juntos. Los encuentros más cortitos reconfirman varias veces a lo largo del día la seguridad de la presencia, interés y disponibilidad de sus padres.
Cuanto peor se porten más tendremos que acercarnos a ellos cuando están tranquilos y bien, para dejar en ellos reservas de ese vínculo seguro con nosotros y así no van a necesitar convocarnos "por las malas". Nos cuesta hacerlo porque no queremos interrumpir ese rato en el que nuestro chiquito está dibujando concetrado y entusiasmado, pero al acercanos a mirar, reconocer y celebrar reforzamos positivamente esa modalidad de conducta en nuestro hijo.
Aprendamos a también a responder -lo más que podamos- a sus llamados de "mirá, mamá" o "mirá, papá", los hacen cuando necesitan refuerzo de disponibilidad, de revaloración de sus personitas o de sus acciones, o un empujoncito de mirada valoradora para mejorar su autoestima. No hacen falta grandes movilizaciones, la mayoría de las veces alcanza con una sonrisa de reconocimiento, levantar la cabeza de lo que nos tiene ocupados para celebrar con un gesto o una palabra lo que ellos quieren compartir con nosotros. Esos instantes invertidos en mirar, celebrar y reconocer los reafirman en nuestra disponibilidad y en su valor para nosotros y así no necesiten convocarnos con ese portarse mal -infalible para lograrlo- que tanto daño nos hace a todos. Y con el recuerdo y la internalización de esas experiencias positivas de encuentro con nosotros sí van a poder pasar ratos cada vez más largos sin reclamar nuestra atención.
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