El jeque Mohammed, es el principal responsable de que Dubai sea la ciudad más exclusiva del mundo, pero hasta él se ha visto limitado, especialmente por un proyecto que nunca pudo terminar
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Ante los ojos de su pueblo, el jeque Mohammed bin Rashid Al Maktoum puede hacer cualquier cosa que se proponga. Desde su coronación como Emir de Dubai, en 1995, se volcó a cumplir sus aspiraciones faraónicas. Movilizó millones de dólares para convertir a su emirato en una de las grandes capitales del mundo. Para llamar la atención internacional, ordenó la construcción de un centro de esquí indoor, jardines selváticos en el desierto, algunos de los rascacielos más altos del mundo, hoteles submarinos y, por si todo aquello fuera poco, se propuso levantar un archipiélago artificial con forma de mapamundi gigante en el Golfo Pérsico. Con una desmedida combinación de poder y dinero, parecía que el jeque Mohammed podría hacer cualquier cosa. Sin embargo, se equivocó.
Mohammed estudió en la Bell English School de Cambridge y allí presenció la opulenta arquitectura europea. “Cuando regresé a mi país yo quería hacer ciudades con caminos como en Europa, eso no lo teníamos antes”, confesó hace ocho años en una entrevista para la BBC. Pero el jeque no solo quería construir caminos.
Él buscaba que su ciudad fuese evidencia del renacer árabe, uno que, con la explosión del petróleo en la región, lo dotó de una riqueza descomunal. Tanto que incluso la revista Forbes calcula que la fortuna personal del jeque ronda los 6000 millones de dólares. Y con tal poder, Mohammed decidió comenzar con la metamorfosis de su ciudad. Cada día que pasaba, aparecía un edificio nuevo. Y cada edificio que surgía era más alto, más extravagante y, más lujoso que el anterior.
Lo que había planteado con la BBC como una aspiración de desarrollo justo, era en realidad un delirio arquitectónico. El jeque parecía no tener límites. Un día se planteó hacer el edificio más alto del mundo. Unos años más tarde tenía en Dubai una torre de poco más de 800 metros que se bautizó Burj Khalifa (la torre del Khalifa) en honor a su amigo, Jalifa bin Zayed Al Nahayan, expresidente de los Emiratos Árabes Unidos. La atención del público internacional comenzó a llegar. Las cadenas inmobiliarias luchaban, con garras, las zonas más exclusivas de la ciudad. Y la vista al mar era lo más codiciado. Por lo mismo fue que la costa llegó más rápido al sold out. Entonces Mohammed se propuso extender sus kilómetros de costa fabricando islas y penínsulas sobre el Golfo Pérsico.
Había algunos ejemplos de islas artificiales antes del 2000. Eran aventuras arquitectónicas instaladas en Canadá, Estados Unidos o Alemania, pero para el jeque Mohammed, las de Dubai superarían cualquier construcción preexistente. Contrató a la empresa Nakheel Properties para diseñar un proyecto y le propusieron ampliar la costa 320 kilómetros más, pero no de manera burda. Los planos mostraban una secuencia de bancos de arena que se organizaban en forma de palma envuelta en una especie de anillo que la protegería de la marea.
El proyecto se bautizó “Palm Islands” porque eran tres construcciones con la misma forma: Jumeirah, Jebel Ali, Deira. Pero entre los bocetos que Nakheel Properties mostró al jeque había un proyecto más, probablemente, el más ambicioso.
300 islas artificiales, 14 mil millones de dólares
“El Mundo”, como lo llamó la empresa, era otra cosa. Se puede ver desde el avión al aterrizar y se distingue por su forma de mapamundi. Son 300 islas, de una a cuatro hectáreas cada una, hechas con 326 millones de metros cúbicos de arena. Cada isla lleva el nombre de un país. Según el diario el Economista de España, la construcción costó 14 mil millones de dólares y cada isla rondaba entre 6,2 y 36,7 millones. En “pozo”, se vendieron más de la mitad de las propiedades (70%). Prometían hoteles submarinos, shoppings y los lujos más exclusivos.
El anuncio del proyecto provocó euforia. En 2006, Sir Richard Branson hizo una famosa promoción de la isla Británica. La fotografía muestra al millonario, dueño del emporio Virgin, posando frente a una clásica cabina telefónica londinense vestido con los colores patrios sobre un montículo de arena. Unos años después, trascendió que Brad Pitt y Angelina Jolie compraron la isla de Etiopía (país en el que adoptaron a su hija Zahara) y Lindsay Lohan adelantaba el diseño de su propia isla que se llamaría “The Lohan Island”. La prensa amarilla armó una extensa lista con magnates, celebridades e ídolos del deporte que habrían pagado millones de dólares por alguna de estas islas.
Uno de los primeros y más entusiastas compradores fue John O’Dolan, un excéntrico irlandés que había logrado una fortuna en bienes raíces. En 2007 compró la isla de Irlanda en Dubai. Con tres colegas más habían invertido millones para desarrollar el emprendimiento hotelero “Ireland in the Sun”.
La firma del contrato fue una alegoría. El magnate irlandés le entregó al director del Mundo, Hamza Mustafa, un cuenco de tréboles para celebrar la compra, hubo bailes y bebida. Pero nunca pudieron construir el dichoso hotel. Un año después de la transacción, por la noche, la policía irlandesa encontró al magnate muerto en su mansión en Galway.
Cinco días después, el diario, Arabian Business titulaba: “Dueño de Ireland on The World ‘se quita la vida’”. Se especula que su muerte estuvo relacionada con la recesión económica del 2008. El diario árabe dijo que O’Dolan estaba “deprimido y abatido por sus finanzas tambaleantes”. Entre los cuatro socios habían invertido 28 millones de dólares en la isla, y todavía tenían que agregar 38,6 para desarrollar “Ireland in the Sun”.
Por su parte, en la cadena de noticias local, Emirates 24/7, Ali Rashid Lootah, presidente de Nakheel se defendió: “Hemos vendido un pedazo de tierra en el mar, bien protegida... No asumimos ningún otro compromiso salvo ese”.
A partir de la declaración de la constructora, comenzaron a llover denuncias. Unos años más tarde, en 2011, un despacho de abogados comenzó a alegar que las islas se hundían. “Se calcula que, cada año, la superficie de estas formaciones artificiales se está reduciendo entre 10 y 40 centímetros, y el perímetro que asemejaba la geografía de cada país está totalmente desdibujado”, escribió el Economista de España en 2016. Y lo más triste es que para ese año no había más que dos proyectos inmobiliarios activos.
Los titulares de varios medios internacionales comenzaron a enfocar al poderoso Mohammed bin Rashid Al Maktoum como un sujeto en problemas. No había desarrollo, tampoco inversión y la deuda, ahora de la ciudad, también crecía. “Mohammed bin Rashid Al Maktoum, quiso hacer de su emirato el centro del mundo y hoy debe 60.000 millones de dólares”, criticó Ángeles Espinosa, del diario El País. En la página del Mundo se dejaron de publicar las fotografías que actualizaban periódicamente su estatus. Hace unos años, varios dueños adelantaban el inicio de sus desarrollos en las noticias, pero hoy solo se conocen cuatro emprendimientos consolidados en nueve islas.
El más emblemático es el Corazón de Europa y el nombre no es retórico. Este proyecto comprende uno de los hoteles más exclusivos del mundo que consiste en cinco islas: España, Suecia, Francia, Holanda, e Italia, que tiene la singular forma de un corazón. Después de eso, hay un par de islas privadas edificadas, como la que pertenece a Madonna y de la cual solo se conocen fotografías apócrifas.
Hasta 2022, el resto de “El Mundo” se encuentra casi desierto. Hace unos meses se inauguró un nuevo hotel: Anantara, que cuesta entre 200 y 1500 dólares por noche. En los anuncios se muestran familias alegres en hamacas sobre el mar sin oleaje, piletas cristalinas y escenas de “masajes japoneses”. Las islas remanentes continúan a la venta.
Aún con los problemas que han llegado con “El Mundo”, dentro la región, las aspiraciones arquitectónicas del jeque Mohammed se convirtieron en fuente de iluminación y envidia entre los demás emires, jeques y sultanes de la península. Incluso aparecieron nuevas y aventuradas propuestas para competir, como la Línea de Arabia Saudita, impulsada por el príncipe Mohammad bin Salmán, uno de los hombres más poderosos del mundo, y amigo cercano de la nobleza en Dubai.
Hasta ahora, de los proyectos de islas en la costa de Dubai, la palma Jumeirah es la única que se edificó. El logro ingenieril es, hasta ahora, incomparable. Hay hoteles cuyos cuartos tienen vista submarina, edificios de más de 20 pisos instalados en dunas de roca y arena, y los más exclusivos restaurantes con vista al mar. Incluso Maradona terminó rentando una mansión dentro de esa península artificial mientras vivió en el emirato. En ese entonces, el campeón del mundo gastaba más o menos 1600 euros por noche, tenía seis dormitorios, siete baños y acceso privado a la playa.
Los demás proyectos -Jebel Ali, Deira y The World- permanecen inconclusos; Jebel Ali y The World están deshabitados y Deira no está construido. No obstante, ni el jeque, ni los desarrolladores se darán por vencidos. Hace un tiempo, llegó un anuncio de Nakheel Properties en el que preveían no solo la urbanización de aquellas dunas, sino que se extenderían para crear el Universo, la versión ampliada del Mundo.
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