Testigo del Más Allá: la extraña y sobrenatural historia de Víctor Sueiro
Para muchos, la muerte es el final del viaje. Para Víctor Sueiro, fue el comienzo de un nuevo recorrido.
Nacido en Buenos Aires en febrero 1943, Sueiro se inició periodísticamente a los 16 años en el diario El Mundo. En televisión, fue recordado por su trabajo en Teleshow y como acompañante de Tita Merello en Todo Tita.
Pero el 20 de junio de 1990 su carrera dio un vuelco luego de sufrir un paro cardíaco que lo tuvo clínicamente muerto por 40 segundos. Lo que dijo presenciar durante ese período no sólo lo afectó profundamente a él, sino a las decenas de miles de personas que más adelante lo convertirían en un autor de best-sellers y fenómeno de rating.
"Vi una luz blanca que se acercaba y yo me iba acercando a ella al mismo tiempo. Todo era bello, puro, sano. Y sentía una inmensa paz -describió años después-. Quería quedarme allí, pero me trajeron de vuelta. Volví a mi cuerpo, a sentir lo que se siente cuando uno tiene cuerpo".
Ese tópico, el del paso de la vida a la muerte, lo impulsó a profundizar su fe -era un católico ferviente- y a escribir una serie de libros de gran éxito: los dos tomos de Más allá de la vida, Poderes, Curas sanadores, La gran esperanza, El ángel: un amigo del alma, La Virgen: milagros y secretos y Los siete poderes fueron algunos de los textos que ahondaron en sus visiones sobrenaturales.
Aunque se enfocó casi exclusivamente en sus compromisos editoriales, eventualmente logró trasladar su interés por el más allá a la televisión. En 2003, luego de una ausencia de 13 años de la pantalla chica, volvió para presentar Misterios y milagros, un programa enfocado en los fenómenos místicos. La emisión en la que contó detalladamente su experiencia paranormal superó los 16 puntos de rating.
Aunque había rechazado en siete oportunidades las ofertas para participar de publicidades, en 2006 venció esa resistencia y protagonizó una recordada campaña de Edenor para promover el ahorro energético bajo el slogan "Que Sueiro apague la luz". Pero era su propia luz la que se estaba apagando.
Ese mismo año debió someterse a dos angioplastias, una en abril y otra en octubre. En 2007, volvió a ser intervenido quirúrgicamente en una clínica céntrica en julio y nuevamente en diciembre. Sería la última. Desde aquel -casi- fatal infarto de 1990, llevaba 11 angioplastias y 15 cateterismos.
Dos días antes de su último procedimiento, fue hasta Rivadavia 415 a ver a su amigo personal, el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio. Mientras su esposa lo esperaba en el auto, se confesó, comulgó y recibió la unción de los enfermos.
Al día siguiente, llamó al futuro Papa y le comentó: "Si viene el ángel a buscarme, le voy a decir que tengo el bolso preparado. Y que espere un momento, para que busque el cepillo de dientes".
El 13 de diciembre de 2007 falleció a los 64 años mientras era intervenido en el Sanatorio Otamendi. No era su primera vez, pero sería la última.
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