
Tesorera, mujer y escribana. "Todavía hay gente que cree que heredamos nuestros títulos"

Llegó a la política institucional del Colegio de Escribanos de la Ciudad de Buenos Aires por una suerte de malentendido. En 2011 le ofrecieron sumarse en elúltimo lugar de la lista de candidatos para poder completar el número, aceptó creyendo que jamás iba a tener que asumir la función, pero los votos fueron tantos que le tocó ocupar el cargo de vocal suplente. Una misión para la que no se sentía preparada por entonces, pero que inmediatamente le fascinó.
Nueve años después, María Eugenia Diez ejerce el cargo de Tesorera y es la primera mujer que llega a manejar los fondos de la Institución fundada en 1866. Por entonces la profesión de escribano era solo ejercida por hombres y los cargos se transmitían de generación en generación. Nadie que no tuviera un padre que le cediera el título podía llegar a ejercer el trabajo de testimoniar los actos de los ciudadanos.
"Yo quiero ser escribana"
De hecho, todavía existe el mito de que solo pueden llegar a ser escribanos aquellos que "vienen de familia". Sin embargo hoy solo pueden ejercer la profesión quienes rinden un concurso público y obtienen altas calificaciones. El mito existe porque antes de implementarse el concurso se accedía a la función notarial a través de la adscripción, es decir, había un escribano titular del registro notarial y otro que era su adscrito. Como habitualmente los padres adscribían a sus propios hijos al recibirse de abogados, luego estos se quedaban con el registro del padre a su fallecimiento o jubilación.

En 2001, con la sanción de la Ley 404 que regula la función de los escribanos en la Ciudad, los exámenes de idoneidad para adscripción o titularidad ganaron prestigio por su rigurosidad. Dos veces al año, un promedio de 500 abogados se presenta a rendir exámenes, luego de haber superado un curso de práctica notarial
"Hoy se necesita pasar dos pruebas, una escrita y otra oral. Y una vez que se accede a la función, todos los escribanos tienen que cumplir obligatoriamente con cursos de actualización anuales", remarca Eugenia quien además del orgullo por ser primera generación de escribanos en su familia -la siguiente es su hermana y mano derecha- también destaca el crecimiento del número de escribanas.
Un relevamiento del Colegio de Escribanos de la Ciudad de Buenos Aires registró que mientras en 1980 de 2 cada 10 escribanos eran mujeres, 40 años después el 60% de la totalidad de escribanos en CABA pertenecen a este género. Es decir, hubo un crecimiento del 200% durante este período.
Además, la Ley 24.012 de cupo femenino sancionada en 1991 fue una puerta importante que se abrió para que las mujeres pudieran ocupar puestos dirigenciales.
Ser mujer y ser escribana, un sueño posible
Al mismo tiempo, además de facilitar el ingreso de profesionales más jóvenes y descontracturados, la implementación de los exámenes también impactó en la equidad de género en una profesión tradicionalmente masculina. Y se proyecta una tendencia que aumentará la porción de la torta a favor de las escribanas: en los dos últimos años, las mujeres duplican a los hombres en la totalidad de las juras que se celebran en el Colegio.

María Eugenia, además de haber aprobado estos difíciles exámenes en su primer intento, a los 26, ya recibida de abogada y con una experiencia de trabajo en la escribanía de Juan Cruz Cerini Cernadas, a sus 44 años está casada y tiene dos hijas. No tuvo que preocupase porque el Código Civil de Vélez Sarsfield estableciera en 1869 que la mujer casada no podía ejercer el notariado ni ser testigo en actos notariales. Tuvo antecesoras que como ella estuvieron decididas a hacer camino y dejar huella. La primera mujer que logró obtener un título habilitante fue Isaura del Carmen Quiroga de Ponce en 1896 en San Luis, que lanzó el puntapié para una larga lucha de las mujeres por alcanzar el acceso al ejercicio del notariado. En 1926, con la sanción de la Ley de Derechos Civiles de la Mujer y luego de sucesivas presentaciones judiciales, una sentencia de la Corte Suprema de Justicia le permitió a María Eugenia Rosales de Gauna el acceso a un registro notarial en la provincia de Buenos Aires. Finalmente, la primera mujer escribana en Capital fue Zoe Bialet Laprida, en 1932 y la primera presidenta del Colegio de Escribanos en 2013, la escribana María Cecilia Herrero de Pratesi completan el marco de referencia que Eugenia destaca de su profesión.
Pero si le preguntan qué fue lo que la llevó a elegir esta profesión, hubo un momento marcado en su memoria. El día en que acompañó a su papá a una escribanía, cuando tenía 18 años y notó cómo un asunto complicado de patrimonios, papeles y leyes que lo tenía angustiado resultó muy sencillo de resolver con las explicaciones del experto. "Yo vi que mi papá al salir, se había calmado, estaba relajado, más tranquilo y le dije ¿por qué no viniste antes?". Ese día pensé: "A esto es a lo que me quiero dedicar".
Mas adelante con la carrera avanzada y ya habiendo aprobado la orientación en derecho civil y comercial, Eugenia recordó esa intención y se anotó en derecho notarial. Anticipando a lo difícil que resultaría el examen empezó a buscar trabajo en una escribanía para conseguir experiencia, pero no le resultó nada sencillo. Era el 2001, una de las más difíciles crisis económicas del país, entonces decidió entrar a una escribanía, aun sin sueldo.
Por recomendación de un amigo de su papá llegó a la escribanía de uno de los más renombrados y prestigiosos apellidos, Juan Cruz Ceriani Cernadas, quien fue su mentor y la alentó a aprender, crecer y amar la profesión.
El examen tendrá que esperar
Un par de años después, cuando definitivamente se había convertido en su "protegée" y la admiración era mutua, Ceriani Cernadas le prometió que cuando aprobara los exámenes comenzaría a ejercer como adscripta (la fecha de examen elegida no era la que habilitaba, aun con la aprobación, para ejercer directamente como escribana). La alegría, sin embargo tuvo un sabor agridulce. Ocurrió el sábado 19 de octubre de 2002, cuando Eugenia cumplía 25 años. Ella lo estaba pasando en la escribanía porque, a esa altura ya iba todos los días, era tanto el trabajo que había en ese momento y ella, pese a las agotadoras jornadas de trabajo pago, más las prácticas no rentadas, más la facultad, lo hacía con entusiasmo para aprender y formarse. Ese día recibe una de las noticias más duras de su vida: había muerto su mamá, de forma repentina, de un aneurisma.

Pero ese no iba a ser el único golpe. Tan solo una semana después, al sábado siguiente, otra mala noticia: Juan Cruz había tenido un infarto con consecuencias neurológicas por el tiempo que había pasado desvanecido sin oxígeno y sin atención médica (la ambulancia tardó 45 minutos en llegar y ese lapso fue letal para el cerebro). Eugenia no podía más del dolor, las pérdidas eran demasiadas, pero aun así estuvo a la altura de las circunstancias. Por ocho meses, todos los días, fue a la clínica en la que su mentor estaba internado, inconsciente sin posibilidades de recuperación. Las lágrimas brotan de sus ojos al recordar esos días, el rostro sin maquillaje, apenas un rímel y un brillo labial, la melena corta, prolija, el tono de voz seguro, profesional se transforman. Quien habla ahora es esa chica veinteañera hasta entonces llena de potencia y ganas de conquistar un lugar en ese mundo señorial de las escribanías, vuelta un ovillo, como una adolescente con el corazón hecho pedazos.
El año que transcurrió desde la muerte de su mamá y el accidente fatal de Juan Cruz, fue de puro trabajo, tuvo que posponer las fechas de exámenes, no estaba preparada. Pero finalmente en 2003 los pasó con buenas notas y desde allí no paró. Hoy es quien firma las decisiones económicas del Colegio, tiene una escribanía propia con su nombre, que maneja con su hermana - "Sin ella no podría hacer todo este trabajo en el Colegio", y muchos sueños.
Eugenia quiere que la comunidad conozca todo lo que puede ayudar un escribano, desde dejar asentadas sus decisiones de salud ante la eventualidad de un accidente que obligue a tomar alternativas difíciles a sus familiares, como ordenar el patrimonio y protegerlo adecuadamente, asesorar en estas cuestiones -"los escribanos también somo abogados, así que estamos preparados para eso"-, o hacer la escritura de una propiedad cuidando todos los detalles necesarios para que ese título resulte perfecto.
Desde hace diez años el Colegio lleva adelante una campaña llamada "Cuidá lo tuyo" que ofrece consultorías y trámites notariales gratuitos en distintos momentos del año en diversas localidades de la ciudad.
"Quiero que dejen de vernos como gente inaccesible y almidonada", concluye Eugenia. Tal vez no falte tanto.
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