Terror en la oscuridad: los 30 segundos fatales y el último deseo de los cosmonautas que llegaron muertos a la Tierra
En 1971, la Unión Soviética se preparaba para una hazaña espacial; el Soyuz 11 buscaba remontar la competencia por la conquista del universo, en la que Estados Unidos llevaba ventaja
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Estados Unidos y la extinta Unión Soviética lucharon férreamente por conquistar distintos territorios en la Tierra y en el espacio exterior. Aunque su incansable carrera espacial trajo consigo innumerables logros para el mundo, también dejó algunas trágicas muertes y diversos misterios sin resolver. Soyuz 11 sería tan solo una de las grandes misiones ideadas para la hazaña que terminó en desastre.
Los tres cosmonautas que fueron en busca de una aventura espacial aquel 6 de junio de 1971 terminaron ante la muerte en circunstancias aún inexplicables. Lo que prometía ser una gran proeza en materia espacial se convirtió en uno de los mayores fracasos de la historia del imperio soviético. Azar, triunfo y desgracia serían los ingredientes claves de este relato que tuvo lugar hace poco más de medio siglo.
Vladislav Vólkov, Gueorgui Dobrovolski y Viktor Patsáyev esperaban llevar la revolución en alto al espacio y eclipsar cada uno de los libros de historia a lo largo y ancho del globo. Sin duda lo hicieron, pero no de la manera que ellos esperaban. Los cosmonautas se fueron con vida, felices y a la expectativa; sin embargo, volvieron sin signos vitales y con el peso de una derrota a sus espaldas. Esta vez no era Estados Unidos quien los había despojado del triunfo, era nada más y nada menos que el profundo, indescifrable y temeroso espacio exterior.
Una tragedia anunciada
Si bien para 1971 la Unión Soviética aún no lograba anteponerse a la indiscutible ventaja de Estados Unidos en la carrera espacial, sí había logrado cosechar triunfos como Luna 16, conocida como la primera sonda robótica que regresó con muestras de suelo lunar a la Tierra, y Luna 17, depositado en Lunojod, el primer vehículo rodante que se desplazó por nuestro satélite.
Aunque la Unión Soviética obtuvo grandes avances como los mencionados anteriormente, no quiso quedarse atrás y trató de adelantarse a su competidor espacial, Estados Unidos. El resultado fue la creación de estaciones orbitales en las que los cosmonautas podían permanecer semanas e incluso meses.
Soyuz 10 fue la antecesora de la misteriosa cápsula que dejó tres cosmonautas muertos. No obstante, al igual que con su sucesora, los planes tampoco resultaron como estaban previstos.
En esta oportunidad, el sistema de amarre fue el responsable de que la tripulación de Soyuz 10 no lograra ingresar a la estación espacial. Con un sistema de acoplamiento equivalente a 130 kilos, las maniobras de unión debían soportar entre 30 y 70 kilos más, por lo que cuando llegó el momento del amarre, la nave solo consiguió un enganche parcial que, además, inmovilizó el dispositivo. Tras desesperados intentos, la cápsula pudo ser desenganchada.
Los recientes acontecimientos no desalentaron a los expertos soviéticos, sino que, por el contrario, los impulsaron a realizar mejoras en su mecanismo de amarre. Para junio de ese mismo año, una nueva misión espacial habría sido programada bajo el mando del carismático veterano Alexei Leonov, el primer hombre en realizar un paseo espacial en 1965.
Lo que ocurrió después sería tan solo el ligero presagio de lo que tendría lugar días posteriores. Un acontecimiento que aún resulta paradójico de la historia es que los tres navegantes cósmicos iniciales que asistirían en este segundo vuelo eran totalmente diferentes a los que terminaron protagonizando esta historia, que bien podría haberle servido de inspiración a Alfonso Cuarón para su exitosa película Gravedad (2013).
Faltaba poco tiempo para el lanzamiento y los doctores descubrieron una mancha negra en el tórax del ingeniero de vuelo Valeri Kuvasov, quien, al parecer, tenía una enfermedad potencialmente infecciosa. Tuberculosis o no, el gobierno ruso decidió sustituir no solamente al cosmonauta afectado, sino a todo su equipo.
Fue así como Vladislav Vólkov, Gueorgui Dobrovolski y Viktor Patsáyev tomaron el lugar de Aleksei Leónov, Valeri Kubásov y Piotr Kolodin en la que sería la misión más prometedora del imperio soviético hasta el momento, y la más desastrosa. Todos tenían los ojos puestos en el Soyuz 11, con la esperanza de que tras el intento fallido anterior, la misión saliera a la perfección. Y salió, al menos, durante la primera parte del viaje.
Tres cosmonautas víctimas del espacio exterior
Instantes de pánico e incertidumbre invadieron la cápsula espacial cuando los tres cosmonautas se percataron de que tal vez sería el último viaje interplanetario de sus vidas. La luz encendida de la escotilla de la cápsula de descenso anunciaba el inicio de una tragedia. Aunque a diferencia de la misión anterior la maniobra de enganche resultó todo un éxito, no se esperaban que las acciones de desacople mostraran tantas dificultades. Un tenso Vólkov preguntaba incesantemente a sus compañeros de la Tierra qué era lo que tenían que hacer ante la inesperada emergencia.
El sensor de cierre de la escotilla principal permanecía encendida. “Girar la manivela una vez a la izquierda y seis a la derecha”, fueron las instrucciones dadas por sus compañeros soviéticos. Un séptimo giro fue el que finalmente logró hacer que la alarma se apagara. Todo había vuelto a la calma, por el momento.
Luego de ese incidente, los cosmonautas se desengancharon del laboratorio espacial, en el que habían realizado más de 140 experimentos en diferentes disciplinas de investigación, para tomar su rumbo hacia la Tierra. Su siguiente paso fue detonar los bulones que sujetaban las secciones de la nave. No obstante, el problema fue que no lo hicieron secuencialmente, sino que los presionaron todos al mismo tiempo.
De acuerdo con los informes de la comisión estatal, el accidente se produjo por la violenta vibración que provocó la apertura de una válvula en la pared de la cabina, lo que generó que muchos sistemas a bordo se accionaran mediante pequeños explosivos.
En medio del caos y la desesperación, los navegantes cósmicos no debieron percibir el estallido de la válvula. Sería un insoportable dolor de oído el que los alertaría de una falla en el sistema. En menos de 30 segundos la cabina habría quedado vacía y los intentos de los tripulantes por encontrar una solución no habrían tardado en multiplicarse.
Desde intentar taponar la válvula dañada con el dedo hasta tratar de alcanzar el escape en la pared de la cápsula que se encontraba detrás de los paneles de mando, los esfuerzos de los cosmonautas resultaron insuficientes para salvar sus vidas. Con una macabra carga, la nave completó el deceso de manera automática y aterrizó ladeada en Kazajistán. Cuando llegaron a tierra firme, ya era demasiado tarde. Ni los intentos de respiración cardiopulmonar ni todos los esfuerzos conjuntos de los expertos pudieron anteponerse al hecho de que ya llevaban media hora sin vida.
Según RT, la cadena de televisión internacional financiada por el estado ruso, “la causa (de las muertes) fue la apertura prematura de una de las válvulas de ventilación, lo que provocó una descompresión explosiva: la presión en el vehículo de descenso disminuyó en dos minutos de 760 a 50 milímetros de mercurio. Debido a esto, la sangre de la tripulación comenzó a ‘hervir’, se llenó de burbujas de aire y sus tímpanos estallaron”.
Los últimos deseos de los cosmonautas del Soyuz 11
El 29 de junio de 1971, es decir, 24 días de su llegada a la estación espacial, la nave Soyuz-11 se desacopló del laboratorio orbital y se dirigió a la Tierra. En el momento en que la cápsula con los astronautas iba a separarse del módulo de servicio y orbital de la nave, a una altitud de 150 kilómetros, se interrumpió la comunicación.
Al parecer lo último que escucharon de los cosmonautas desde la Tierra fue un memorable y jocoso deseo de Vólkov, en el que ponía de manifiesto su gusto por el coñac. “Mañana nos reuniremos, preparen coñac”, afirmó antes de morir debido a la despresurización de la nave espacial.
Aunque aún existen más preguntas que respuestas en este controvertido caso, lo cierto aquí es que después de este incidente, nunca volvió a tener lugar una tragedia semejante. Héroes para unos y un misterio para otros, el grupo de cosmonautas rusos sentó un precedente inolvidable en los viajes espaciales.
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