Teresa Anchorena
Marcada a medias por su apellido, trabaja, con espíritu democrático, para que la cultura sea la gran protagonista de la recuperación argentina
1. Supe pronto que mi apellido era sinónimo de oligarca. De chica, escuchaba eso de “es más rico que Anchorena” y no entendía nada. En 1983, cuando volví al país, esa carga aún existía. Ahora es parte del folklore; quizá, porque el dinero está claramente en otro lado. Pero entiendo a los que me miran raro: ¡yo también tendría prejuicios!
2. Siempre me importó tener ingresos propios. A los 17 años, fabricaba cinturones que vendía entre los conocidos, y después, objetos de cerámica. A los 21, puse un negocio de muebles contemporáneos; tan contemporáneos, todos de acrílico y metal, que muchos preguntaban si era una peluquería.
3. A los 25 años, pegué un golpe de timón. Estaba separada, con trabajo y un futuro encaminado. Pero sentía que, si la vida era una pizza, yo había probado una porción muy chica… Ahí conocí a mi segundo marido, Rolando Paiva, y elegí irme con él a París, en una situación más precaria, pero llena de posibilidades de aprendizaje.
4. Soñar y hacer. Ese es mi lema. Me gusta realizar, no sólo mis sueños, sino también los que vienen a contarme otros. Mis hijas me cargan, diciendo: Hablemos de proyectos, que es lo que le gusta a mamá… Y estando al frente del Centro Cultural Recoleta, donde trabajé con tanta gente, aprendí que para concretar algo lo primero es juntarse.
5. Creo que la cultura es un alimento básico. Y el desafío está en unir recursos para reconstruirnos. Hasta en lo literal: ya arrancamos con la reparación de cuatro ciudades históricas, la primera es Corrientes, con los beneficiarios de los planes sociales, aportes públicos y privados, y cooperación internacional.
6. Con mi pareja, Carlos Cullen, además de una hija de 16 años, tenemos muchos intereses en común. Pero hay otros que son personales, y en eso nos damos todo el aire. Yo quizá preferiría que fuese a jugar al fútbol con los muchachos, en vez de a bailar tango pero, ¿qué puedo hacer?
7. Sé –y mis tres hijos también: se los dije siempre– que no hubo nada en mi vida que tuviera que resignar por ellos. Lo que hice, o dejé de hacer, fue siempre por mí.
8. Como madre, mis primeros conocimientos los tomé de un libro, que decía cómo cambiar al bebe, cómo alimentarlo, todo. Cuando nacieron mis dos hijos mayores, yo estaba lejos de mi familia y sin ninguna otra guía.
9. Me di cuenta de que mis padres son unos conservadores muy abiertos... En los momentos más duros, siempre me apoyaron; como cuando los militares me señalaban en Europa co-mo sospechosa, sólo porque yo no estaba de acuerdo con su gobierno.
10. Siento que el concepto derechos humanos hoy amplió su significado. Una persona que no tiene casa es torturada cada noche que debe dormir en la calle