Tequeños venezolanos: el cruel engaño que dio pie a un exitoso emprendimiento gastronómico
Pese a ser engañada, el esfuerzo de una familia no decayó y ahora triunfan en las fiestas locales
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La gastronomía zuliana se tomó Barranquilla y ahora conquista paladares en todos los eventos de esta ciudad colombiana, a través del proyecto de emprendimiento Los Chiquinquireños, que nació por un engaño del que fueron víctimas Giomary Perozo y su familia.
Desde su vivienda, en el barrio Ciudad Jardín, norte de la capital del Atlántico, la mujer abre las puertas para contar su historia y para que otras personas no confíen en esas promesas “color de rosa”. Mientras busca asiento, un aroma a tequeños (deditos de queso) en preparación proviene de la cocina de Perozo.
El café está listo y ella también para empezar su relato: “No puedo decir que estaba pasando hambre en Venezuela”. La emprendedora tiene 33 años y, al igual que su pareja e hija, es de Maracaibo, en el estado Zulia, del vecino país, el cual debió abandonar hace cuatro años por un caso de vida o muerte, según expresa.
La angustia por conseguir unos medicamentos para su hija
“Nos vinimos por un tema de salud. Mi hija (12 años) es epiléptica y asmática. Mi esposo era diabético e hipertenso. Y pese a los trabajos, no era posible encontrar los medicamentos de mi hija, no los podíamos conseguir allá”, explica.
Giomary asegura que esa angustia por dar con los escasos medicamentos en Venezuela le generaba estrés, además de la impotencia por la indisponibilidad de anticonvulsivos y que de eso dependiera la vida de la menor. Hasta que su esposo le dio un golpe a la mesa y decidió marcharse junto con su familia de su tierra natal.
Lo primero que pensaron fue asegurar una actividad laboral que les permitiera sobrevivir en el próximo destino permanente. Y lo encontraron, supuestamente, por medio de un familiar de Perozo, que los ilusionó con una vacante que les iba a cambiar la vida para bien y con mejores condiciones, en comparación con el país de origen.
La ilusión que se desvaneció por aquel engaño
Por ende, hicieron maletas cargadas de sueños y emprendieron el viaje a Barranquilla, donde llegaron el 2 de enero de 2018. “Venía con planes de trabajar como vendedora de pólizas funerarias, pero eso no se dio. O sea, fue un engaño”, sostiene Giomary con la voz entrecortada.
Señala que fue como si el mundo se les viniera encima. Atrás dejaron años de trabajo, propiedades, padres y hermanos por algo que era apenas una ilusión que nunca llegó a concretarse. Aunque volver no era una opción para ellos, ya que allí sí encontraron los medicamentos que allá escaseaban y garantizaba mantener en buen estado la salud de su primogénita.
En ese sentido, se dieron a la tarea de buscar trabajo. ”Yo soy trabajadora social y mi esposo es metalúrgico. Vimos qué podíamos hacer en Barranquilla para salir adelante y caímos en cuenta que la gente comía mucho en la calle. Entonces vimos la oportunidad de hacer algo distinto con fritos de nuestra región”, manifiesta Perozo.
Proyecto, entre tequeños y tequeyoyos
Fue así como surgió en el barrio Las Nieves, de la localidad Suroriente, un proyecto que a esas alturas aún era un negocio informal o rebusque. La pareja de Giomary prepara las picadas y ella salía a venderlas.
Esta mujer no tuvo problema en recorrer a pie, además de Las Nieves, los barrios de Rebolo, Simón Bolívar y Los Trupillos para llevar la gastronomía zuliana a los hogares de estos sectores populares. ¿La recompensa? La acogida de los barranquilleros.
”Al principio comenzamos a vender trufas, tinto, jugos naturales, bolis y fritos. Hicimos una mezcla entre lo que teníamos para vender y lo que aquí la gente comúnmente consumía”, expresa la emprendedora. Fue tal el gusto de la ciudadanía por las preparaciones que Giomary ya no tenía la necesidad de caminar tantas distancias, sino hacerse con un puesto fijo en el parque del barrio Las Nieves.
La tragedia que volvió a golpear a la familia
En medio de los buenos momentos, esta familia sufrió un nuevo golpe: Giomary Perozo perdió el bebé que venía en camino. El dolor los invadió, pero siguieron luchando por la salud de su hija, que a esas alturas no superaba los 10 años.
Con el propósito de afianzar el proyecto y formalizarlo, buscaron contactos hasta que encontraron respaldo con la Fundación De Pana que sí y el Centro de Oportunidades del Distrito de Barranquilla.
”Nos convertimos en voluntarios y nos dieron la oportunidad de vender nuestros productos en cada uno de sus eventos. Empezamos a capacitarnos y en el primer pedido grande lo vendimos todo, la gente se volvió loca cuando probaron nuestros productos”, dice entre risas.
Gracias a ese proceso dejaron las ventas callejeras en 2019 y se trasladaron a Ciudad Jardín, donde alquilaron un local y empezaron a producir picadas, fritos, pasabocas y congelados para distribuirlos recién hechos, según los pedidos programados.
Ahí funciona ahora Los Chiquinquireños, que debe su nombre y su logo por ser devotos de la Virgen de Chiquinquirá. De acuerdo con Giomary, les hizo el milagro de traer con vida a su única hija, tras un embarazo de alto riesgo.
”En el área de fritos, trabajamos con tequeños y con pastelitos. Hacemos empanadas de carne esmechada, caraota negra, queso, tajadas de plátano maduro y se reemplaza el arroz por la harina. Este plato típico venezolano, dependiendo de la región, se le puede agregar algo distinto, como huevo o aguacate”, explica.
Agrega que también disponen de “tequeyoyos, hayacas, pan de jamón, la ensalada de pollo o de gallina, el ponche crema, platos que manejamos principalmente en temporada navideña. Son productos que están preparados con materia prima de alta calidad”.
Avanzan con generación de empleo
En esa época, que les significa una alta demanda, pueden alcanzar ventas a domicilio de hasta 1.500 pasapalos (cajas de picadas) en un promedio diario. Estos van dirigidos a instituciones educativas, reuniones familiares, bodas, bautizos y fiestas de cumpleaños.
“Estamos creando interculturalidad a la gastronomía. Por eso invito a los barranquilleros a que se den la oportunidad de conocer cosas nuevas, a que prueben y se apropien de la cultura zuliana”, apunta Perozo.
Pese al mal momento que le trajo, la familia no supera ese engaño, ya que gracias a él surgió un proyecto que le permitió velar por la salud de su hija y convivir en buenas condiciones.
*Por Deivis Jhoan López Ortega
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