Ya en la cuenta regresiva para el nuevo show de Metallica en Argentina, el 18 de abril en el Campo de Polo, una enorme mayoría de fanáticos de Lars Ulrich podrían responder cualquier cuestionario sobre uno de los fundadores y líderes de la icónica banda de thrash metal. Lo notable, en cambio, es cómo el deporte suele olvidar a la figura del padre de Lars, Torben Ulrich, uno de los tenistas más contraculturales que le dieron color a un circuito mundial que, si algún día muere, será de corrección política y de aburrimiento.
Como su hijo, Torben Ulrich también es danés –y hay que decirlo en presente porque, a sus 91 años, todavía vive–. Basta rastrearlo en películas de Metallica, como Some Kind of Monster, o en videos de YouTube para encontrarse con una figura que barre el prototipo de tenista: con su barba bíblica podría pasar como un ZZ Top. Siempre bohemio, Torben también fue músico, poeta, director de cine y, durante muchos años, parte activa del circuito de tenis, justo en la frontera entre el amateurismo y el profesionalismo.
Además de poeta, músico y cineasta, el padre de Lars - líder de Metallica - fue un tenista contracultural que enfrentó a Guillermo Vilas y a Tito Vázquez.
Aunque raspando, Ulrich llegó a meterse entre los 100 mejores del mundo –fue 96 en 1973– y todavía se mantiene como uno de los tenistas de mayor presencia en la historia de la Copa Davis: entre su debut en 1948 y su despedida en 1977, cuando ya había cumplido 49 años, representó a Dinamarca en 102 partidos. En el medio participó en 20 ediciones de Wimbledon, donde llegó hasta los octavos de final, y también se infiltró entre los 16 mejores de Roland Garros, pero básicamente perdió más partidos de los que ganó (terminó el circuito con un récord negativo 97-145) y nunca ganó un título, aunque hay derecho a suponer que tal vez no le interesaba. De sus fotos de atleta, un tipo con trencita y pelo largo, se percibe más a un vikingo o a un maestro de yoga de los Himalayas que a un tenista, o mucho más a un artista que a un competidor.
En épocas en que al tenis se jugaba con raquetas de madera y pelotitas blancas, algunos argentinos muy reconocidos lo enfrentaron. Uno de ellos fue Guillermo Vilas, quien le ganó 6-4 y 7-5 en Louisville, en 1973. Ulrich viajaba por el circuito con Lars, el futuro baterista de Metallica –que había nacido en 1963–, y solía entrenarse junto al marplatense: Vilas recordó más de una vez que Lars les hacía de alcanzapelotas. Otro compatriota que lo trató con cotidianidad fue Modesto Tito Vázquez, quien luego sería el entrenador de Argentina en la Copa Davis. A finales de los 60, en épocas del flower power y de raquetas pintadas por artistas callejeros, se conocieron en un torneo de exhibición en el norte de Brasil. Eran partidos que se definían a nueve games, pero Torben se negó a dejar la cancha a pesar de que Tito le había ganado 9-6. "Yo quiero seguir jugando, un partido tiene que terminar cuando los dos ya no quieren jugar más", dijo Ulrich, y obligó a seguir a Tito Vázquez, que no entendía quién era ese tipo extraño, hasta que se aburrió y le comunicó "ahora sí, basta".
Para mí, el deporte no siempre trata de cumplir un objetivo, sino que tiene mucho más que ver con avanzar uno mismo.
Torben hablaba muy lento, tomándose su tiempo y pensando cada palabra que iba a responder. Era un budista, un gurú que había estudiado en India y en el Tíbet antes de la ocupación china, en 1950. Son muchos los testigos de aquella época del circuito que dicen que Torben jugaba al tenis como si estuviese haciendo yoga. En esa línea de alguien que admiraba el todo, el universo completo –incluidos sus rivales–, se suele contar una respuesta suya después de un partido contra el australiano John Newcombe, un exnúmero 1 del mundo, en el Abierto de Estados Unidos. Una mariposa entró a la cancha en medio del juego y, al parecer, habría perjudicado a Ulrich. Pero cuando el periodismo le preguntó por esa incidencia, su respuesta fue la de un filósofo taoísta, Chuang Tzu: "¿Yo era un hombre soñando que era una mariposa? ¿O ahora soy una mariposa soñando que soy un hombre?".
Torben Ulrich iba por el circuito con el saxo, también hacía yoga, a Vázquez le regaló una edición de Zen en el arte del tiro con arco y, mientras tanto, jugaba al tenis. Algunas derrotas habrían sido crueles –6-1 y 6-1 contra Roscoe Tanner, 6-0 y 6-0 con el propio Newcombe y 6-1 y 6-2 con Arthur Ashe– si no fuera que nada parecía alterarlo. Alguna vez le preguntaron qué era el deporte y respondió como un sabio:"Para mí, el deporte no siempre trata de cumplir un objetivo, sino que tiene mucho más que ver con avanzar uno mismo".
Esta nota debería terminar con "Nothing else matters".
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