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Se había refugiado en un viejo y abandonado depósito. Allí no había ni agua ni comida, solo escombros, basura, silencio y soledad. Víctima de la violencia y el maltrato, buscaba protegerse de lo que parecía ser su triste destino mientras esperaba que la muerte al fin lo liberara de todo lo sufrido.
Corría junio de 2022, cuando alguien lo vio en una casilla dentro de Campo de Mayo. Era evidente que necesitaba ayuda. De modo que no dudó en contactar a la ONG Amparo Animal. Y allí se dirigieron las voluntarias. “El primer encuentro no fue fácil. En un ambiente sucio y maloliente, hallamos un perro muy asustado y a la defensiva. Con las pocas fuerzas que tenía, intentó defenderse de lo que suponía iban a ser más castigos y más sufrimientos. Pero con palabras amorosas y un poco de alimento, de a poco pudimos revertir esa idea y fue cediendo a nuestra ayuda”, recuerda Gladys.
“Se veía muy triste”
El perro, al que llamaron Toto, tenía signos de deshidratación, una infección en una pata trasera y una gusanera muy grande. Aparentemente, se encontraba con una grave enfermedad que le había provocado la parálisis de medio cuerpo. “Se veía tan triste y en una condición tan deplorable que enseguida activamos la ayuda. Se notaba que su historia escondía una vida plagada de malos tratos, violencia y desamor. Presumimos que había buscado refugio en ese depósito donde no había agua ni comida, solo se protegía esperando la muerte”.
Los primeros auxilios los recibió en el mismo lugar donde lo habían encontrado. Pasadas unas horas, en cuanto se fortaleció un poco y aceptó la ayuda de los voluntarios, fue trasladado al predio de Amparo Animal en la localidad de San Miguel. El Dr. Cristóbal Rusiñol lo revisó e indicó el tratamiento correspondiente. Sumado al problema que tenía, presentaba un déficit de nutrición por lo que tuvo que permanecer varios días internado y con asistencia. Lentamente, pero sin pausa comenzó su recuperación.
Sin embargo, la recuperación física no era el mayor de los problemas que el perro y sus rescatistas deberían enfrentar. Debido al maltrato sufrido, había generado un temor y rechazo hacia los humanos. Entonces se hizo necesario empezar un proceso de resocialización. “Estamos comprometidos con la educación para erradicar el maltrato y el abandono y propiciar la convivencia responsable con otros animales. Desde hace más de veinte años trabajamos la resocialización de los perros maltratados con la visita de grupos de Boy Scouts. Los chicos enseguida empatizan y saben cómo acercarse a los animales que no están acostumbrados a los afectos. El trabajo con Toto fue todo un éxito”, recuerda Marina Levaggi que también forma parte de la ONG.
“Aprendió a confiar en las personas”
Con el correr de los días, las heridas de Toto fueron desapareciendo, se cerraron las cicatrices y el perro jugaba como un cachorro. “La alegría fue inmensa cuando vimos por primera vez que sus ojos reflejaban las ganas de vivir. Aprendió a confiar en las personas, su peló volvió a crecer y se empezó a sentir más seguro. En este contexto, estaba listo para ingresar en la vida de una familia”, asegura Levaggi.
Sin embargo, Toto iba a sufrir un nuevo traspié. “Una noche de noviembre, un grupo de funcionarios de la Municipalidad de San Miguel ingresó al predio de Amparo Animal y secuestró a Toto y otros siete animales que esperaban ser adoptados. Los perros fueron trasladados a un destacamento municipal y enjaulados en recintos con pisos de cemento, techos de chapa y sin ventilación. De solo pensar en el miedo que habrán sentido, se me hace un nudo en el estómago”, dice Levaggi. Por orden de la secretaría de Control y Ordenamiento Urbano, el predio fue clausurado.
“Buscamos revertir el mal momento que pasó Toto”
A partir de ese momento comenzó la mediación entre la ONG y un representante de la municipalidad. Luego de mucho esfuerzo, lograron recuperar la guarda de los perros, pero el refugio había sido clausurado con los suministros y equipo necesario para rescates y atención de los animales en su interior: caniles y transportadoras, la farmacia con medicamentos, heladera, alimento balanceado donado por los vecinos, correas, bozales, cuchas de madera, etc.
“Desde esa noche triste no tuvimos ninguna otra respuesta de las autoridades de la intendencia, se niegan sistemáticamente a atendernos, como si no existiéramos. El refugio funciona hace 26 años en un espacio cedido por el intendente de ese entonces Aldo Rico, para tener un lugar de guarda, recuperación y posterior adopción de los animales en situación de calle de la ciudad”, explica Levaggi.
El grupo de voluntarios hizo la denuncia en la Comisaría de Bella Vista, que fue luego trasladada a la fiscalía. Allí se amplió con una descripción de otros delitos ocurridos en el mismo día: “abuso de autoridad, maltrato animal, usurpación, robo, etc. También denunciamos la sustracción de todas las cosas (materiales, alimento, medicamentos). A mi criterio, el despojo del predio fue una represalia a nuestra participación en las manifestaciones que se llevaron a cabo en San Miguel con el fin de suspender la jineteada que se estaban realizando en el predio de Los Indios, por el festejo de las fiestas patronales del municipio. Estos eventos invocan una supuesta tradición que solamente es un espectáculo circense maltratador de los animales. Desde la fiscalía se resolvió que no se trató de un delito. Más allá de lo material, el estrés y el daño que han sufrido los perritos es lo más triste. En este momento, permanecen en un hogar de tránsito, mientras buscamos revertir el mal momento sufrido y encontrarles un hogar permanente donde puedan tener una vida digna”, reflexiona con dolor Levaggi.
Mientras, Toto ha retomado su proceso de resocialización ya que el incidente lo estresó y asustó. Pero desde la ONG confían en que pronto podrá volver a jugar como un cachorro. “Es un perrito muy dulce, bueno y con ganas de vivir. Se merece una familia que lo cuide, lo respete y que tenga la paciencia necesaria para darle una nueva oportunidad. Sabemos que ese amor no tardará en llegar”.
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