Televisión: la máquina de repetir
Copiarse parece la regla de oro. Cuando alguien tiene una idea que funciona, todos la imitan hasta agotarla. ¿Crear algo distinto? ¡Jamás! Pocos toman el riesgo de ser diferentes. El rating manda y hay que ir siempre sobre seguro.
Hace 45 años, el 17 de octubre de 1951, la televisión abierta sentaba sus reales en la Argentina con un discurso del general Perón transmitido desde la Casa Rosada. Desde entonces y hasta ahora, ha pasado casi medio siglo. Durante todos estos años la magia de la televisión ha colonizado los hogares argentinos. Ha bombardeado el desayuno, el almuerzo, la cena y la merienda con las caras de los famosos, las noticias, los melodramas, las telecomedias, las películas y los programas de entretenimientos. Ha catapultado éxitos como Los Campanelli , Viendo a Biondi , La familia Falcón , Rolando Rivas taxista , Grande, Pa y Hola Susana . Pero una pregunta ronda como mosca de mal gusto la oferta pomposa de la programación de los cinco canales de aire: ¿eso es todo? En casi medio siglo de historia, ¿no hay nada nuevo bajo el sol de la televisión abierta?
En una década agitada por la revolución de las imágenes, los canales criollos (ATC, América 2, Telefé, 13 y 9) repiten éxitos probados, cambian los envases para presentar las mismas telecomedias, teleteatros, programas de entretenimientos y chismes de siempre. La tele, dicen, es por definición una máquina de repetir. Sólo que a veces repite demasiado. Rodolfo Hermida, director de programas como El monitor argentino y El galpón de la memoria , apenas cabe en sí de gloriosa indignación.
- Acá no hay una televisión de autor . En plena revolución de las imágenes, los programas periodísticos salvo el de Lanata ( Día D , los domingos, por América 2), siguen siendo sentar cuatro o cinco tipos a opinar, con plantas de Noralí de fondo. El ingreso a la televisión es muy difícil. Y si estás adentro, la tele se comporta como un organismo inmunológico: rechaza lo que viene de afuera. Y lo que esta adentro no importa si es bueno o malo o peor. Está adentro. Es de la familia.
Hermida dibuja una sonrisa irónica. El alguna vez ofreció su programa La cápsula del tiempo en Canal 13. Fue rechazado por ser "hermético, inentendible y cultural". El programa, finalmente, ganó un Martín Fierro.
Yo digo que no hay lugar para la gente con propuestas distintas. Yo quiero sumar, no restar. Tiene que haber también programas de entretenimientos y telenovelas, no digo que hagamos toda una televisión modernosa y culta. Pero lo que pido es que no nos resten a nosotros. Que sumemos. Nuestra televisión, salvo excepciones, es primitiva. Es vergonzoso que en un canal como ATC, que podría ser un espacio para cosas nuevas, no sólo no lo sea, sino que además intente ser comercial y que intentando ser comercial, sea deficitario.
Con ustedes el gigante blanco. ATC. Goteras en el hall de entrada. No hay computadoras ni televisores, ni tecnología de última generación. Ovidio García, el mismo que trajera en pleno boom a Rafaella Carrá al país y que acompañara en sus primeros pasos televisivos a Susana Giménez, es director de programación desde julio de este año.
- En ATC tenemos que tener entre ocho y doce horas de programación comercial, y después servicios educativos financiados con esos programas que son comerciales. El canal no puede ser un medio donde todos vienen a hacer pruebas, donde todos vienen a ser amigos de y cobrar un sueldo. Acá, los programas que entre comillas dicen que son educativos, como El arte de los argentinos , o Pretextos , tienen 0.8, 0.6 , de rating. Y los que más rating tienen son las Trillizas de Oro, Hora clavo , el programa de Mauro Viale. Para eso está el cable. En el cable hay programas informativos y educativos las 24 horas. Si alguien viene con una propuesta y me garantiza cierta facturación, no dudo en hacerlo. Si no, no me interesa. Paso una serie o invento algo que no implique costos.
Ya sabe: si no encuentra en el aire, vaya al cable. Ahí hay. Y mucho. 65 señales que han logrado algo que la televisión abierta no supo o no pudo prever: llevarse el público infantil a canales como Cartoon Network, Magic Kids, y Cablín; acaparar la audiencia de cine; quedarse con las mejores transmisiones de fútbol. Si bien las señales de cable más vistas no superan el punto de rating, sumándolas a todas se obtiene el rating de otro canal de aire.
La realidad entonces, es que el cable en su conjunto funciona como otro canal de aire en competencia. Ante esto la tele abierta responde con sus siete programas de concursos, sus once telenovelas, sus once programas de fútbol, sus cuatro de chismes y sus cinco o seis programas periodísticos.
Diego Guebel, al frente de Cuatro Cabezas -productora de Caiga quien Caiga y El rayo , se acomoda en un sillón negrísimo en su oficina del barrio de Belgrano.
La edición de El Rayo se copió muchísimo, Caiga quien caiga también. Ofrecimos esto en el 11 y el 13 y les parecía muy rápido, muy fragmentado. Al fin fueron productos que la gente aceptó. Y a partir de ciertos programas innovadores, otros tuvieron que subir el nivel, cambiar algunas cosas. Si eso sirve para subir el nivel, bienvenido. Pero la copia burda me parece triste.
Basta con que un programa marque una tendencia para que tres o cuatro le sigan el rastro como sabuesos malacostumbrados.
- En algún momento vamos a hacer un fracaso - dice Carlos Márquez, productor ejecutivo de Pol-ka, la productora de Adrián Suar y responsable de los programas Poliladron y Verdad Consecuencia - Pero la idea es que no. Lo tenemos asumido, en algún momento la tele nos va a fagocitar. Algo vamos a errar. Nosotros innovamos un poco en la realizacion, en lo que se ve, y arriesgamos con Poliladron cuando nadie hacía policiales.
Dicen que la idea de Poliladron no gustó en Canal 13. Que cuando a los dos meses Suar, tozudo, apareció con el piloto bajo el brazo, decidieron ponerlo en el aire. Hoy, el programa ronda los 22 puntos de rating con picos de 28. Como Poliladron anduvo bien, la tele aplicó su principio infalible de la multiplicación de los panes: le dio a Suar otro programa, Verdad Consecuencia .
- Típico de la televisión - dice el periodista de la revista Noticias, Pablo Sirvén- vamos a abrir la gallina de los huevos de oro, cosa que el tipo va a terminar reventado y le va a salir todo con la misma estética. La tele es miope, lo mejor que se le ocurre cuando a alguien le va bien es duplicarlo. La televisión abierta si pudiera no cambiaría nunca nada. Romay entre el 84 y el 90 fue líder absoluto. Cuando algún canal por milagro le competía, contrataba ese programa para el año siguiente. A partir del 90, cambia la estrategia, porque se le van encima el trece y el once.
Mirtha, entonces, mostrando rosas rococó rosadas desde hace décadas. Aggiornada, claro. Nuevediario , ensañado con el mismo padecer conurbano de siempre. Mujercitas , una versión moderna de los melodramas de siempre. Y en medio el señor Alejandro Romay, destronado pero en carrera ofreciendo más de lo mismo, que siempre funciona.
Cuando hay liderazgo los cambios son mínimos. Los tipos saben que las telecomedias, las telenovelas, los programas de humor y los periodísticos funcionan. Y ya está. Se acabó la magia de la televisión. La tevé de los 90 incorpora diversidad visual, hay mejores equipos, edición. Pero esa es una innovación técnica. No hay nuevos rubros, nuevos formatos, nuevos horarios. En los últimos años surgieron cuatro o cinco perlas interesantes que se pierden en un océano de programas iguales. Si me preguntás qué se puede esperar de la tele abierta, tengo que hablar a la luz de lo que ha pasado en 45 años. Que ha sido poco. Entonces yo creo que no hay mucho que esperar.
Los almuerzos de Mirtha Legrand son un clásico de los mediodías desde hace ya varias décadas; Andrea del Boca, por su parte, conocedora del género de la telenovela como pocos, repite una y otra vez el viejo esquema que parece inagotable
Y hay quienes, como Mariano Grondona, clásico de clásicos, dicen que esta televisión no es tan mala. Que podría ser peor. - La tele cubre 12 horas de programación todos los dias- piensa en voz alta Grondona, conductor de Hora clave -. En los programas periodísticos tenemos suerte porque la realidad nos nutre. Pero en los programas de humor, por ejemplo, cuando todas las semanas hay que crear algo distinto, es muy difícil ser bueno y muy creativo todo el tiempo. Yo creo que es un milagro que tengamos lo que tenemos.
Canal 13 surge como un hongo gigante a los pies de una autopista, luchando por encabezar el promedio de ratings de canales. Hace poco el canal cambió su slogan, apropiándose ostentosamente de la palabra "la tele" para hablar de sí mismo. El director de programación, Hugo Di Guglielmo, asegura que la televisión de los noventa es buena.
- El equipamiento es nuevo y los tiempos de grabación se duplicaron. Se graba en ámbitos que se parecen a los ámbitos reales, en casas donde hay electrodomésticos y portarretratos con fotos de familias. La gente se ha acostumbrado a eso, y ya no podemos volver atrás.
En su oficina hay cuatro televisores, todos encendidos y sin volumen. Mientras habla, Di Guglielmo espía por el rabillo las pantallas de la competencia. Dice que canal 13 no está interesado en basar su programación en grandes estrellas. Que apunta más bien a pisar fuerte con el conjunto de programas. Sin embargo por estos días se habló hasta el hartazgo del pase del año de Susana Giménez al canal del solcito, que, finalmente, no se concretó.
- Otros canales están asentados sobre dos o tres figuras- asegura Di Guglielmo-. Y el nuestro ofrece multitud de figuras y programas. La tendencia actual se está volcando más al entretenimiento, pero es que el público tiene un comportamiento mucho más conservador del que uno supone. La telecomedia familiar es exitosa. Y eso va a ser así toda la historia. Van a variar los protagonistas, pero la gente siempre va a querer verse reflejada en la pantalla.
No hay excusa mejor: a la gente siempre le gustó. ¿Por qué razón no le seguiría gustando? Si algo es éxito, los demás salen a copiar, tentar al exitoso para llevárselo a casa o producir algo parecido. Si los policiales estuvieron bien en un canal, los demás saldrán a buscar policiales. Si son festejadas con muchos puntos de rating las telenovelas realistas, la pantalla se inunda de telenovelas en las que hay jubiladas con poco dinero, mujeres golpeadas y enfermos de sida. La tele, un largo pasillo sin sorpresas. Un largo pasillo de espejos agotados.
- En general, los productores no miden las demandas potenciales sino la reacción a la oferta - dice el sociólogo Eliseo Verón -. El líder no tiene el más mínimo interés en innovar. El interés es seguir fabricando con la fórmula que vende, las mismas telenovelas, las mismas telecomedias.Y lo que le preguntan a la gente no es qué cosa quieren, sino qué le parece lo que le están dando.
La televisión abierta en la Argentina es un boxeador golpeado, exitoso hasta ahora, pero al que le cuesta reaccionar. Un boxeador que conserva la soberbia del campeón al que nadie le disputaba la corona , que no pensaba que sus días de gloria podían terminar. Ciertos privilegios de masividad que tiene la televisión abierta no va a tenerlos mucho tiempo más - dice Verón- . Ahora el receptor está ante la televisión. Y la televisión son 70 canales que cada uno organiza a su manera a través del zapping. Todo el problema es adivinar mercados potenciales, con productos diferentes. Pero en principio, cuando uno está haciendo algo y le va bien, no tiene por qué cambiar.
Para Luis Alberto Quevedo, director de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA, no hay nada más difícil que cambiar los gustos del público.
- Nuestro público está teleformado con cosas de fácil digestión y es muy conservador. Poliladron , por ejemplo, es innovador en la técnica. Está muy bien hecho, pero es una innovación dentro de un estilo trillado. Creo que en la tele hay una repetición de fórmulas que fueron concebidas en la década del 60. El gran género que inventó la televisión fue el programa ómnibus, y paremos de contar.
La televisión abre sus brazos regocijada ante el tintineo de la frase éxito seguro . Por estos días está probado que el público recibe bien las producciones nacionales. Caras argentinas. Historias con nuestros queridos actores de siempre. Entonces, adivinen qué: todos los canales tienen entre un 60 y un 75 por ciento de producciones propias que además exportan y siguen ampliando la magnitud de su negocio.
- Los ratings altos pasan por la producción local - dice Quevedo-. Ni Dallas ni Dinastía tuvieron los ratings que tuvieron Rosa de Lejos o Rolando Rivas, taxista . Y la tele copia y se aferra a lo que funciona. Si lo que funciona es el under hay que llevar el under a la tele. No es verdad que sea selectiva. Lo que quiere es éxito, si el éxito es lo under pone eso. No tiene patrones estéticos, artísticos, o de actuación. El único problema es si va a tener rating. No quiere educar al público con cosas distintas. No es ese el objetivo. No está realizando una gloriosa cruzada de creación de nuevos géneros. Lo que quieren es el negocio seguro.
Este ojo gratuito y ciego, que llega tanto a las villas de emergencia como al departamento mejor puesto de cualquier ciudad capital, nos ha engañado. Nosotros de este lado, reclamándole calidad. Y él del otro lado, diciendo que todo se reduce a una cuestión de cifras. Que si repetir es lo que funciona, está dispuesto a repetir. Que si no innovar es la consigna, está dispuesto a no innovar. En el extremo de una gran mesa de roble, Sebastián Mocorrea, presidente de la Asociación de Teleradiodifusoras Argentinas, descarta la ceniza de un cigarro en un cenicero de cristal del bueno.
- Lo que produce la televisión es audiencia -explica didáctico y amable- y lo que se vende al mercado publicitario es audiencia. Todo empresario de televisión está pendiente del rating, porque eso es lo que vende. No es que los empresarios dijeron Bueno, vamos a hacer ahora programas de concursos , sino que esto es lo que la gente quiere. Está en la responsabilidad del empresario ver hasta dónde lo juega y hasta donde no. Acá, lo que manda es la audiencia. La televisión privada es una televisión comercial y no es que los anunciantes exigen que haya programas de concursos. Lo que exigen los anunciantes es que haya gente del otro lado de la pantalla. Si eso se logra con un concierto, un programa de concursos o un partido de fútbol, bueno... va variando según las épocas.
La audiencia infiel. La competencia feroz. Y un negocio millonario en el que los fracasos no se perdonan. Los canales abiertos están cada vez más cautelosos. Después del año pasado, en el que por el efecto Tequila redujeron costos y cachets, prefieren deslizar el riesgo en productoras independientes. Para audacias de paracaidista está el cable, dicen. O el canal estatal. Tomála vos, dámela a mi... La tele es un potrerito de barrio, y los chicos se pasan la pelota.
- El problema es que la televisión pública- sigue Mocorrea- no hace televisión pública. Las cosas que no tienen que estar atadas al rating...esa es la función del canal público. No tiene sentido que el canal estatal quiera competir con juegos o concursos con los canales privados. Para eso que se privatice y que no haya canal público.
Casi medio siglo ha pasado y la tele aterrizó de pronto en los ´90. Un poco gastada. Trae en la cara polvos de otra época mezclados con fuegos de artificio muy cibernéticos y finiseculares. Hoy la pantalla está dividida con alambre de púas. Se ha establecido que los programas para niños y señoras van al mediodía y a la tarde, que los noticieros van a la noche porque el señor llega del trabajo y quiere enterarse de cómo anda el mundo y por la noche van los programas para toda la familia, que está completa frente a la tele. ¿Que suena a viejo? Si, es viejo. ¿Que los hombres desocupados también están en casa al mediodía, que las mujeres también llegan tarde del trabajo, que las familias ya no se sientan completas a cenar? Si, es cierto. Pero así funciona desde hace años. Y para qué cambiar algo que funciona.
" La combinación entre falta de originalidad y pocas ganas de correr riesgos arroja como resultado esta fórmula de tomar programas viejos y adaptarlos, a veces mínimamente, a este fin de siglo de cambios vertiginosos" escribió el 8 de septiembre de 1996 en La Nación el periodista Marcelo Stiletano. En la misma nota, se hacía una reseña sobres los éxitos reflotados de otra época: Mi cuñado (1976), La nena (1965), La peluquería de Don Mateo (1982), Reporter Esso (1965). Viejas fórmulas con caras remozadas. El rating se aferra con dientes afilados a los mismos rubros. Repasemos: 49 puntos de rating para Viendo a Biondi en 1965; 32 para Los Campanelli en 1970; 30 para Pobre Diabla y 27 para Rolando Rivas, taxista en 1973; 59 puntos para Operación ja ja en 1981 y 55 para Polémica en el bar ; 43 para Las mil y una de Sapag en 1984, y 31 para Amo y Señor ; 38 para Finalísima en 1985; 40 para Amigos son los amigos en 1990; 31 para Hola Susana , 49 para Grande, Pa en 1991. Hasta llegar a los grandes acorazados de hoy, los mismos de ayer y de siempre.
Hay que vender - dice Silvina Walger bajo la claraboya que inunda su casa de luz de mediodía - y vende lo que quiere el público. Yo no culpo totalmente a la televisión. Culpo a la sociedad, porque si Caras es una revista que vende tanto... por qué no van a tener tanto rating ese tipo de programas. Parece que si algo es masivo tiene que ser vulgar. La televisión está hecha para analfabetos, para gente que no puede entender nada demasiado a fondo.
Pero hay algunos casos extraños. Algunos casos de creatividad en estado puro. Alfredo Casero por ejemplo. El hace un programa por América 2 llamado Cha cha cha (El gabinete del doctor Vaporeso) que tiene alrededor de 4.5 de rating. Dice que "le va la vida en eso". Eso es hacer un buen producto, digno, nuevo, distinto. Un programa que revolucionó el humor de estos malgastados años 90 y al que los demás programas de humor copian con descaro. Sin embargo, ningún canal hasta ahora le ha hecho otra oferta. Y en América 2, dicen las malas lenguas, las cosas no están tan bien. Porque si hasta ahora Casero se ha manejado con total libertad y hasta contento en su canal, la máquina- tele, que nada respeta, que todo lo alcanza, parece a punto de fagocitarlo. Hay ciertos lineamientos empresarios que marcan que el programa de Casero es - sí, cómo no, una vez más- raro, inentendible. Le falta rating, bah.
- Nosotros fuimos punta de lanza en un medio en el que nadie experimentaba - dice Casero-. No creo que haya muchos espacios para probar cosas nuevas en la televisión. No sé hasta qué punto hay posibilidad de ser creativo en un medio que tiene que ser principalmente comercial. Hay pocos lugares, y menos en el aire, donde puedas probar con nuevas tendencias. Yo creo que el público también es muy conservador. Si les das cosas nuevas, te ignoran. Les cuesta. Nosotros hacemos un programa absolutamente argentino, nadie puede decir Esto lo están copiando de tal lado . Y en cuanto a que nos copien, ojalá los yeites que nosotros usamos sirvan para que otros tipos hagan reir de otra manera y no con la misma fórmula berreta de hace treinta años pero bastardeada, usando los ´90 simplemente para mostrar la desnudez de una mujer al punto de denigrarla.
Las estrellas, los grandes popes que llevan a la tele marcada en el orillo de la carne, dicen que el rating no les importa nada. Que ellos se deben a su público. Pero es mejor dudar.
- Yo pensé que la medición no era importante - dice Jorge Lanata, conductor de Día D en América 2-. Y no es importante: es vital. Es lo único que existe. Pasás de ser un genio a ser un idiota en las catorce horas posteriores a haber salido al aire. A mí lo que me tranquiliza es que me puedo ir. Si alguna vez me dicen Lanata, por qué no salta embolsado , voy a decir Gracias y me voy a ir.
A partir del éxito de Día D , otros programas periodísticos incluyeron recursos parecidos: edición, subtitulados, packs informativos. El virus de la copia contagia fuerte dentro de la tele. Por eso, a partir de las telenovelas de Enrique Torres, todas las telenovelas tienen un contenido real que queda tan bien. Por eso, a partir de El rayo , los cortes de edición son cada vez más cortos. Por eso, quizás, sólo quizás, Fernando Spiner pudo finalmente estrenar en canal 9 su policial Bajamar , rodado en 16 milímetros hace más de un año. Porque Poliladron le allanó el camino. Porque Romay necesitaba un policial. Porque ahora, el policial ya no es género prohibido para la tele. - Le tele labura con la repetición - sigue Lanata- , dicen Para qué lo vamos a cambiar si funciona . Yo hace un mes y medio que quiero cambiar la apertura porque hoy se me ocurriría una apertura mejor y nadie quiere cambiarla. " ¿Para qué, si así funciona?" me dicen. Otra cosa es que yo pienso en el programa como programa, no en mi que es mi programa. Pero en la tele las cosas se piensan al revés. Piensan en el que va a conducir, no en el producto. Y yo tendría que estar muy loco para pensar que sólo porque yo me voy a parar ahí la gente lo va a mirar.
Al sociólogo Heriberto Muraro no le extraña que la tele sea tierra yerma. Un sitio en el que todo se repite, en que las caras de éxito son siempre las mismas. - Lo más caro de la tele es la experimentación. Los gerentes de programación va a fórmulas consagradas y convencionales. Cuando un programa sale del aire, después vuelve. La televisión es un elefante que en vez de comer bocaditos come toneladas de programación. Un género desaparece, está en conserva y después retorna. Siempre hay un matiz básico, sobre el que se introducen innovaciones.
Se intoxica en su propia bodega. Telaraña y vino picado, entre algunas pocas perlas nuevas.
-La tele siempre se copió a sí misma - dice el periodista Carlos Ulanovsky-. Pero es parte de las reglas de la industria masiva. La gente se acostumbra. Ya saben que ahora va a venir tal cosa. Algo que interrumpa la habitualidad es peligroso.
Peligro de novedad. Los que quieren hacerlo diferente no encuentran demasiados espacios en la televisión que miramos todos. Eduardo Milewicsz, director de televisión, dice que en lo más novedoso de los programas novedosos es el envoltorio. - En la tele se puede cambiar más rápido el envase que el contenido. Incluir la realidad, por ejemplo, se sigue haciendo con una fórmula vieja. Incluir en un programa un porro, el sida, un cura homosexual, no cambia nada. Uno como autor no puede recostarse sobre eso. El rayo o Caiga... para mi gusto son más envase que otra cosa. Poliladron , Verdad consecuencia , innovaron. Pero la tele es el reino de lo repetido, vos lográs meter algo nuevo y la tele se lo morfa y lo transforma en monstruo. Para un productor de un canal, la idea de éxito es que algo se repita hasta el infinito. Si pudieran tener un éxito de acá al 2004, sin cambiar nada, lo seguirían haciendo igual.
Alejandro Doria logró lo que quería: que la tele tomara el ritmo que él necesitaba para producir programas dignos. Ahora hace un unitarioal mes, con 17 puntos de rating compitiendo cuerpo a cuerpo con el fútbol, adaptando cada vez un cuento de escritor argentino.
- Tenés que responder a una medida de rating para seguir en el aire. Hoy no hay muchos productos hechos noblemente, pensando en el espectador como Poliladron , o De poeta y de loco . El resto es una timba, es quien regala más para tener más rating. Pero no hay que echarle la culpa a los directivos de los canales sino a cada uno de los que hacemos. Hasta un programa de entretenimientos lo podés hacer con dignidad.
En fin, hay pésimas noticias: la televisión abierta no es buen lugar para experimentar. Sus dueños dicen que es un negocio de riesgo. Y cuando apuestan, intentan que la apuesta sea a ganador. La tele es entretenimiento, cultura, esparcimiento, diversión. Pero es, antes que nada, un gigantesco negocio, un monstruo que devora programación y la devuelve en forma de billetes ingresados por publicidad.
Nicolás Repetto ideó en 1995 un programa de entretenimientos que batió récords de audiencia. Hoy, alejado de las pantallas, es el productor de un ciclo que mantiene idéntica estructura, excepto por la cara visible, que es ahora Pablo Codevilla
Francisco Carrera, gerente comercial de Telefé, no mira a los ojos. Su mirada más bien se distrae zappeando entre la oferta de las cuatro pantallas de televisores encendidos que son casi el único adorno de la oficina. Cuatro pantallas que repiten obsesivamente la oferta de los demás canales de aire. Jorge González Roulet, gerente de programación del canal, se contorsiona de espaldas a los televisores, girando el cuello cada diez segundos para ver cómo salió al aire Susana esta noche.
- Que la publicidad es un principio básico de la televisión es algo que no sé si toda la gente entiende - explica Carrera-. La televisión es audiencia, y el zapping no perdona. La gente demanda una televisión más comprometida pero no siempre los programas que demandan son los más vistos. Si vos te guiás por las encuestas, La aventura del hombre tendría 50 puntos y a Susana Giménez o Marcelo Tinelli no los miraría nadie.
Pero Susana y Marcelo promedian los 30 puntos de rating. Entonces, todos los dedos apuntan a usted, espectador. A usted que miente en las encuestas, que dice que ve lo que no ve y que necesita ver lo que después no miraría ni siquiera obligado. Telefé, el sitio donde se aglomeran las caras de la televisión, es zona de gavilanes que vuelan bajo e intentan alzarse con todas sus estrellas.
- Me gustaría saber - ironiza González Roulet - por qué, si los demás canales dicen que no les interesa tener figuras, todos los años se quieren llevar a Nico , a Susana, a Marcelo.
Parece cansado. Por un minuto, distrae la atención de los zapatos de Susana.
- Sería bárbaro tener cinco Tinellis por año - dice-. A veces no te queda otra que encontrarlo, porque otro canal se llevó a tu estrella. Telefé apuesta constantemente a cosas nueva, pero esto es un negocio de riesgo. Nadie tiene la varita mágica que diga éxito . Hemos tenido fracasos, pero apostamos siempre a que no lo sean. Nosotros, que somos líderes, tenemos que cuidar mucho los pasos. Un fracaso de Telefé sale en los diarios. Hace seis años que estamos en la punta. Cuando vas liderando transpirás más. Cuando vas atrás y querés llegar, transpirás, pero cuando estás en la punta tenés que renovar constantemente para que no te alcancen.
Ellos dicen que arriesgan permanentemente. Que Cybersix ,, por ejemplo, el programa con Carolina Peleritti que duró apenas un par de meses en el aire, es un fracaso que los deja tranquilos. Con el orgullo de haber probado.
- Bueno, la gente dice Se copia - Carrera abre las manos sobre el escritorio, se pasa la lengua sobre los labios- . Okay. Tiene que ser así. Si nos copiamos entre nosotros es para levantar el nivel, y también así se beneficia la gente. Por otra parte, nosotros acompañamos a lo que le pasa al país. Si al país le va mal, a nosotros nos va mal.
Mire, entonces, de quién venía siendo la culpa.
Sebastián Arias Duval, director de programación de América 2, espera en su despacho. Usa tiradores, camisa a rayas. No para de toquetear un control remoto colorido. Detrás, como cuadros móviles, los televisores, el leit motiv de la obsesión con la competencia.
- América es un vehículo para propuestas alternativas - dice, convencido-. El hecho de estar cuartos tiene sus ventajas. No tenemos que pelear cada décima de rating para llegar a la cima. Pero tampoco podemos ser un centro de experimentación, porque si no no comemos.
Pero siempre, antes o después, las cuentas de un canal tienen que cerrar. Esa es toda la ciencia. Todo el secreto. Y es igual para todos: América 2 y su supuesto espacio alternativo, canal 13 y su propuesta de formar parte de la vida de uno, Telefé y su alegría permanente, canal 9 y su publicitada libertad.
- Si quiero hacer un éxito y no tengo en cuenta que los programas más vistos son las telecomedias o las telenovelas, no voy a hacer un éxito - explica, didáctico, Arias Duval- . América se juega a renovar sobre esas estructuras. Pero los que estamos en el medio sabemos que se puede contar con los dedos de una mano lo novedoso. Hay pocas cosas que vos digas Esto nunca fue hecho . En general se trabaja aggiornando algo, con ideas o estructuras que se probaron y funcionan. Las pegadas están en maneras distintas de hacer cosas probadas.
La maquinaria funciona, día tras día, aceitadamente. Las estrellas llegan y se van, los programas llegan y se van. Parecidos o iguales a sí mismos. La tele es una señora de faldas largas y pudorosas. Una señora torpe y pesada que espanta las novedades con pudor de virgen. He aquí toda su magia encerrada en una fórmula: lo que funcionó una vez, seguirá funcionando. Para siempre.
Números del elefante catódico
En el país hay un total 31 emisoras privadas, 11 emisoras provinciales, y 378 repetidoras de ATC, de las cuales 134 no están autorizadas.
De las 10.745.341 viviendas que hay en la Argentina, 10.208.073 tienen televisión, según datos de la Asociación Argentina de Televisión por Cable. Un 35 por ciento de esos hogares tienen más de un televisor y según ATA (Asociación de Radioteledifusoras Argentinas ) el 97,6 % de los hogares argentinos tienen un aparato de televisión, al menos.
De 3 horas con 28 minutos de encendido que se registraban en 1990, esta cifra aumentó, según mediciones de Ipsa Nielsen Argentina, a 3 horas 49 minutos en 1996.
Según datos de IBOPE, entre las 12 y las 24 horas un 50 por ciento de los televisores del país están encendidos. Según Ipsa, un 59,1 por ciento y según Mercados y Tendencias, 48,1 por ciento.
La televisión por aire facturó en 1994 más de 1.900 millones de pesos por publicidad. En 1995, más de 1600 millones, y en el primer trimestre de 1996, 275 millones, según datos de la Asociación Argentina de Agencias de Publicidad.
Solamente la televisión abierta de Capital Federal centraliza el 45,84 % del total de la torta publicitaria, las emisoras del interior el 6,07 % y el cable el 2,59 %. Claro que los precios también son distintos: un segundo de publicidad en el Cartoon Network o MTV se cotiza a 22 pesos. Un segundo en Hola Susana , según el tarifario oficial, a 700. Y en el Show de Videomatch , a 800.
Aunque estos números varían - las agencias de publicidad manejan otros precios y hay muchos segundos de canje- el Confer permite 12 minutos de publicidad por hora, de los cuales sólo 2 o 3 se utilizan para autopromoción de cada canal.
Hagan cuentas, señores.
Leila Guerriero
Ilustraciones: Carlos Nine
Fotos: Archivo