Luego de dos años y medio de estar cerrado, la emblemática sala volvió a ofrecer funciones con su edificio puesto en valor y las historias de Federico García Lorca y Lola Membrives sobrevolando su escenario
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Volvió a iluminarse, luego de más de dos años de telones bajos como consecuencia de la pandemia del Covid. Puesto en valor y con sus oropeles resplandecientes, el Teatro Avenida luce tan bello como en aquella noche del 3 de octubre de 1908, cuando se inauguró con una función de la pieza El castigo sin venganza de Lope de Vega, interpretado por la compañía que encabezaban los actores españoles María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza.
“Es un potencial de cultura, cualquier producción se puede llevar a cabo acá”, reconoce Tomás Aldrey, a cargo de la gerencia de la sala que pertenece a su abuelo, el empresario Florencio Aldrey Iglesias, nacido en España y de reconocida trayectoria en las ciudades de Buenos Aires y Mar del Plata.
El Teatro Avenida es uno de los mojones ineludibles de la Avenida de Mayo, no podía anclarse en otro lugar. La arteria más española de la Ciudad de Buenos Aires cobija a la sala que se levantó en honor a la comunidad de inmigrantes llegados de cada punto de gran parte de la Península Ibérica.
Nació poco después que el Teatro Colón, luego de dos años de obras, con el propósito de irradiar la cultura española en tiempos de aceleración de la llegada de miles de migrantes proveniente de ese país. “Es un ícono de la Ciudad de Buenos Aires”, sostiene Adrián Maldonado, subgerente de la sala que fue declarada como sitio de interés cultural y de valor patrimonial.
El 1° de noviembre de 1906 se iniciaron las obras con un ágape y, al día siguiente, LA NACIÓN decía: “El nuevo teatro de la Avenida. Ayer a las 3 de la tarde se efectuó la ceremonia de colocación de la piedra fundamental del teatro que Don Faustino Da Rosa va a construir en la Avenida de Mayo y Salta. Invitados por el propietario del futuro coliseo concurrieron numerosas personas de su relación y varios periodistas y críticos teatrales, bebiéndose una copa de champaña y brindándose por la prosperidad del nuevo teatro”.
Hoy, el Avenida está más vivo que nunca. A las funciones de Juventus Lyrica, que ya comenzaron a ofrecerse, la sala contará con un espectáculo para niños durante las vacaciones de invierno. Además, en agosto llegará el concierto de Antonio Tarragó Ros y un mes después subirá a escena la operita María de Buenos Aires, de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer, con producción de Héctor Cavallero, y es muy probable que antes de que termine el año la sala vuelva a sus raíces con la reposición de la zarzuela El barberillo de Lavapiés.
Por este escenario desfilaron próceres del arte español como Lola Flores, Miguel de Molina, Sara Montiel y Nati Mistral, y también cobijó a celebridades argentinas como Florencio Parravicini, Tita Merello y Hugo del Carril. La Compañía Romerías, perteneciente a la familia Pericet, también jugó de local en la sala.
Obra de los ingenieros Fernández Poblet y Alejandro Ortúzar, el edificio da cuenta de las ideas del academicismo francés, pese a estar orientado a la cultura española.
Puesta en valor
Cuando en marzo del 2020 la pandemia de Covid-19 impuso los confinamientos, sería el comienzo de un letargo de más de dos años para la coqueta y lujosa sala de la Avenida de Mayo que, junto con el Liceo, son las únicas que quedan en pie en esa zona donde también estaban el Mayo, Gloria, Victoria o Maravillas y el antiguo De la comedia.
La reapertura implicó un costoso trabajo de acondicionamiento. Se pintó el hall y las balconadas que dan a la sala y se levantaron las butacas de la platea para cambiar el alfombrado. Hoy, ingresar a la sala es enfrentarse a un sitio donde los brillos encandilan.
A pesar de las modificaciones, se preservó la impactante pendiente de la platea que hace que quienes se ubican en las filas más alejadas del escenario no se pierdan detalle alguno. El Avenida, con capacidad para 1100 espectadores, cuenta con tres niveles de palcos y se corona en el paraíso como las grandes salas líricas. Sobre el último sector de butacas hay una zona para poder observar los espectáculos de pie, popularmente llamada “gallinero” o “cazuela”.
“Las tortugas ubicadas debajo de las butacas hacen circular el frío y el calor”, explica Maldonado. Esos dispositivos que se alternan sobre el alfombrado permiten la temperatura ideal, tanto en invierno como en verano.
En sus cinco niveles de palcos y galerías, se emplazan, de manera circular, las tulipas que son todo un símbolo de la sala. Cuando la iluminación es “a giorno” la imagen es impactante. La araña que pende del techo es la vedette de la sala. Se baja una vez por año para acondicionarla, cuenta con vitrales que forman figuras, con lo cual las partes deben ser colocadas siempre de la misma manera. “Las luces se cambian internamente ingresando, desde la azotea a la cúpula, y desde ahí se accede a la araña”, explica el subgerente. El mantenimiento del teatro lo realiza un staff de alrededor de diez personas.
Otra de las curiosidades del Avenida es el coqueto auditorio que se encuentra debajo de la platea y que pocos conocen. Tomás Aldrey aclara que ese sector del teatro “se está poniendo en valor para poder ofrecerlo tanto al público como a las producciones de las obras que necesitan ese espacio para organizar desde un cóctel hasta el recibimiento de los invitados de los artistas”. El auditorio es una sala de considerables dimensiones que bien podría albergar obras de cámara.
El día que se tiñó de gris
“Estábamos cenando luego de un ensayo de El diluvio que viene cuando nos avisan que el teatro se estaba quemando”, explica Adolfo Gómez a LA NACIÓN. Gómez era uno de los responsables técnicos de la obra que se sostenía en un complejo sistema de escenario giratorio.
“El diluvio que viene debía debutar la primera semana de abril de 1979 en el teatro Avenida, pero un incendio en el contiguo Banco Interamericano Regional contagió el fuego y acabó con casi todo el teatro. Por milagro se salvaron de la destrucción los masters musicales (ya que no había orquesta), el vestuario y toda la maquinaria escenográfica que presentaba innovadores decorados giratorios y transformables”, explica el periodista especializado y director Pablo Gorlero en un artículo de LA NACIÓN publicado en junio del año pasado.
“Cuando corrimos nos encontramos con llamaradas muy altas en la esquina, donde estaba el banco. No nos dejaban pasar y, rápidamente, nos pidieron que nos alejáramos”, recuerda Adolfo Gómez. El subgerente de la sala Adrián Maldonado, conocedor de la historia, aclara que “el fuego se inició en el banco que estaba ubicado al lado, así que afectó al hall y ciertos sectores superiores”. “El incendio duró seis horas, pero la sala quedó intacta”, rememora.
El responsable técnico Adolfo Gómez era amigo de Nati Mistral y mano derecha de su esposo Fernando Prado, quien junto con el actor Alberto Closas producían el musical: “Con Nati, Prado y Closas no podíamos creer lo que veíamos”. Al enterarse de la situación, Alejandro Romay ofreció su teatro El Nacional, donde, finalmente, se estrenó El diluvio que viene, y el Avenida ingresó en un letargo de quince años.
Sala tomada
“Lo tomó gente que habitaba en el lugar, viviendo precariamente en los palcos. Se dice que había un señor que había sido boxeador que administraba la ubicación de la gente”, recuerda Maldonado.
En esos quince años en los que estuvo cerrado, pasar por el 1222 de la Avenida de Mayo era toparse con una postal lúgubre. Aquel incendio en el banco ubicado en la esquina de la calle Salta se dijo que había tenido ribetes políticos. Las empalizadas que cubrían la fachada del Avenida también recordaban los años de plomo de las libertades anuladas.
Producto de los efectos del incendio, el posterior abandono y la usurpación de quienes lo utilizaron como vivienda, el estado del Avenida era calamitoso. Cuesta imaginar que ese “petit Colón” haya pasado por tales penurias.
“Florencio Aldrey Iglesias acondicionó y remodeló la sala para reabrirla en 1994 con todos sus brillos”, explica Tomás Aldrey, quien desde hace un año se desempeña en la sala. En 1992, cuando el empresario hotelero y de medios adquirió la sala, rápidamente impulsó una minuciosa puesta en valor que requirió de una gran inversión. Entre las obras se anexó el auditorio debajo de la platea, hasta entonces inexistente.
En 1994 fue reinaugurado con todos los honores, con un concierto a cargo del tenor Plácido Domingo, quien estuvo acompañado por la cantante española María José Montiel y las prestigiosas intérpretes locales Paula Almerares y Cecilia Díaz, junto al Coro Polifónico Nacional. Actualmente, en el foyer, una obra de arte recuerda el paso de Plácido Domingo en esa noche de reapertura.
Espectros
No existe sala que se precie de tal que no dé lugar a leyendas sobre la presencia de fantasmas. El Avenida no es la excepción. “Hay presencias, creo que se trata de alguien del sexo masculino y se manifiesta inesperadamente, cuando uno se desplaza por la sala y siente algo de manera no premeditada. Se siente que hay alguien más, a mí me sucedió varias veces”, reconoce Maldonado.
Se dice que un empleado que trabajaba en el área de limpieza durante la madrugada renunció ante la reiterada sensación de presencias espectrales. “Decía que les tenía más miedo a los vivos que a los muertos, pero se fue”, se ríe el subgerente, quien naturaliza la situación. ¿Acaso será Federico García Lorca quién aún se pasea vigía por los recovecos más escondidos?
Si de visitantes ilustres se trata, cuando se ingresa al foyer principal de forma no simétrica, algunos elementos llaman la atención. En un lateral, los bustos de la cantaora Lola Flores, el escritor Federico García Lorca y la actriz Lola Membrives recuerdan la esencia de la sala.
Flores ofreció numerosos recitales aquí y “Doña” Lola Membrives interpretó Bodas de sangre, Mariana Pineda y La zapatera prodigiosa y, en alguna de esas funciones, cosechó el aplauso cerrado de Lorca, quien se hospedó en su paso por Buenos Aires en el vecino Hotel Castelar, hoy cerrado, pero cuyo edificio se conserva intacto.
“La sala habla por sí sola, por eso muchas producciones nos vienen a buscar”, finaliza Tomás Aldrey. El Teatro de la Avenida, como se lo conoció en su fundación, está de pie esperando a los espectadores que se conmoverán con una programación tan variada que incluye desde la ópera hasta el anhelado regreso de los mantones y castañuelas de la zarzuela y la copla, no podía no suceder, si aún retumban en el aura de la sala de acústica perfecta aquellos versos de La verbena de la Paloma, un himno del género, en el que Julián y Susana se interpelan pícaramente: “¿Dónde vas con mantón de manila?, ¿Dónde vas con vestido chiné? A lucirme y a ver la verbena y a meterme en la cama después”. Olé.
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